5 Ideas para vivir la Navidad los 365 días del año

Navidad y año nuevo integran una temporada de amor, renovación y unión familiar, una invitación para ser mejores los unos con los otros; pero ¿por qué no cambiar para todo el año?

Erika Otero Romero

Las tradiciones navideñas cambian de país a país, incluso de familia a familia. En el caso de la mía, y por costumbres de mi patria (Colombia), la Navidad llega el 7 de diciembre, un día que conocemos como “el Día de las Velitas”, que es la celebración del día de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Sin importar la religión que se profese, es hermoso ver las aceras y jardines de cada casa, ventana o calle de cada ciudad del país, iluminadas por centenares de velas y faroles que titilan con alegría, mientras la tarde se pinta de púrpura para darle la bienvenida a la noche, salpicada de estrellas.

Esta época es hermosa, pues evoca la unión y el amor familiares; nos anima a olvidar odios y rencores y nos invita a cambiar. La Navidad es ese período del año donde cada ser humano deja salir lo mejor de sí, y con ello llegan los deseos de cambiar y ser mejores. Pasadas todas las celebraciones de la Navidad, y seguro movidos por ese espíritu de amor, unión y alegría que nos embarga, quedan ganas de renovarnos, de emular al ave fénix, que surge de entre las cenizas y ser mejores para nosotros mismos y para los nuestros; algunos lo logran, pero otros no; debo decir que yo he pertenecido al segundo grupo.

Llegado el fin de año escribo una lista de propósitos que, si bien planteo con disciplina, no llego a cumplir ni la mitad. Debo reconocer que ello se debe a mi falta de voluntad, pues físicamente no estoy incapacitada para llevarla a cabo. Este año, sin embargo, me ha llevado a pensar las cosas en las que he fallado, para mí misma y para los míos; he pensado en todo lo que puedo hacer para favorecer más a los que están a mi alrededor, pues me he dado cuenta de que soy egoísta y a los demás les exijo más de lo que me exijo a mí misma. Grave error cuando mi familia es mi prójimo inmediato, cuando ellos procuran hacerme feliz siempre, ¿y yo, hago algo por ellos?, me pregunto. Debo responder con vergüenza que no me esfuerzo mucho en ello.

Eso me ha llevado a idear la manera de hacer que ese amor que se vive durante la Navidad se prolongue durante todo el año siguiente, y las cosas que puedo hacer para que mi familia sea más feliz conmigo y el hogar sea siempre un lugar de paz, y quiero compartirlo con ustedes:

Tómate tu tiempo y piensa en qué estás fallando

A veces uno tiende a justificar su comportamiento de “abandono” o “grosero” por estar de mal genio, o porque el día no fue bueno; no importa por qué. El punto es que muchas veces nos desquitamos con los que amamos de las cosas malas que nos pasan en el día a día, y no con quien nos lastimó, y empezamos a sentirnos culpables. Pero tras herir a nuestros seres amados no tenemos cara para pedir disculpas. La invitación entonces es: No sólo pidas disculpas (que pueden quedarse en ser sólo palabras): cambia de corazón.

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Consciente de tus fallas, es hora de cambiar

En una hoja de papel escribe una lista de las cosas que deseas hacer en familia para mejorar como tal. Puede tratarse de propósitos físicos, como por ejemplo hacer una caminata diaria para mejorar la circulación en compañía de tu pareja, de tu madre o padre, de tus hermanos e hijos, de quien sea. La lista puede ser variopinta: ayudar en los quehaceres diarios, hacer la comida en familia, o actividades que puedes hacer personalmente para mejorar tus relaciones con los que viven contigo, por ejemplo: recordar que si estás de mal genio es mejor salir a caminar y respirar profundo, a fin de evitar herir a quienes amas.

Coloca la lista o listas en un lugar visible

Haz que la lista sea llamativa y no se pierda de tu vista, pégala a un espejo en el baño, la habitación o la nevera (refrigerador) en la cocina, para que sirva de recordatorio diario de los propósitos para el nuevo año.

Manos a la obra

Es el paso más difícil, lo demás depende de cuánto quieras cambiar. Supongo que para estas alturas, y tras haber puesto toda esta energía en función de una maravillosa causa, tienes un ferviente deseo de ser mejor y feliz junto a los tuyos. Entonces, ¿por qué no llevarlo a la práctica?

No olvides

Un acto que se repite más de quince veces queda “tatuado” en tu mente y se vuelve un hábito natural en tu forma de ser; por eso, mantente atento, pues aplica no solo para las buenas costumbres, sino para las más perjudiciales para un ser humano. Y muy importante: no olvides que nadie es demasiado viejo para cambiar.

Quiero terminar citando a alguien que me dejó una maravillosa enseñanza, que he escrito, de manera vistosa, en un papel de color llamativo y he puesto estratégicamente frente a mi cama; la leo cada día y cada noche por largo rato, con la intención de “absorber” esta sabiduría y recordarlo siempre: “Se siembra un pensamiento, se cosecha un acto; se siembra un acto, se cosecha un hábito; se siembra un hábito, se cosecha un carácter; se siembra un carácter, se cosecha un destino eterno” (David O. McKay citando un pensamiento de James Allen).

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No quiero terminar sin antes decir que les deseo la mejor Navidad de todas junto a los seres que más aman, y un año próspero y lleno de amor, fe, unión, alegría y todas las maravillosas cosas que puede dar la vida.

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Erika Otero Romero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.