¿Quieres un genio que cumpla tus deseos? Tú puedes tenerlo, si aprendes a usarlo

Vivimos en una época fabulosa. Así es, hoy día tener un genio a tus servicios está al alcance de casi todo mundo. ¿Quieres saber cómo? Lee este artículo.

Oscar Pech

Permíteme recordante un cuento de tu infancia: Un joven se encuentra una lámpara maravillosa y, al frotarla, de ella sale un genio para concederle solo tres deseos. Estoy seguro que deseaste tener esa lámpara y hasta hiciste una lista de las tres cosas que pedirías. Cosas que en ese entonces se antojaban increíbles. Pero, lo que se antoja increíble, es que ahora casi todo mundo tiene el equivalente a esa lámpara en su bolsillo. Le llamamos “smart phone”, o “tablet”.

El teléfono inteligente, por cierto, es algo que ninguno de nosotros podría haber soñado o imaginado hace treinta años: la computadora que estaba en la baticueva no tenía impresora, pantalla, y mucho menos “touchscreen”. Si lo pensamos bien, ese aparatito que llevamos en el bolsillo nos hace muy poderosos, mucho más productivos, con mucha más capacidad para hacer lo bueno… o lo malo.

Como dijo no hace mucho Randall L. Ridd: “Con el internet pueden lograr cosas magníficas en poco tiempo o quedar atrapados en un sin número de trivialidades que desperdician su tiempo y disminuyen su potencial. Con un clic del botón pueden acceder a cualquier cosa que su corazón desee. Ésa es la clave: ¿Qué desea su corazón? ¿Hacia qué se ven atraídos? ¿A dónde los conducirán sus deseos?”

Hace muchas, muchas décadas, cuando yo era un adolescente, en la pared de mi cuarto pegué un cartel que decía: “Siembra un deseo, y cosecharás un pensamiento. Siembra un pensamiento, y cosecharás un hecho. Siembra un hecho, y cosecharás un hábito. Siembra un hábito, y cosecharás un destino eterno”. El educador Neal A. Maxwell lo expresó así: “Lo que persistimos en desear es lo que, con el tiempo, llegaremos a ser y lo que recibiremos en la eternidad… Solo si educamos y disciplinamos a nuestros deseos, éstos llegarán a ser nuestros aliados en vez de nuestros enemigos”.

En una parte de la película “Fantasía”, de Disney, se nos cuenta una historia que bien puede ser metáfora de nuestros días. En “El aprendiz de brujo”, un joven utiliza el poder de su amo para facilitar su trabajo. Pone una escoba a trabajar cargando agua por él. Pero, al no saber cómo controlarla, esa esclava obediente y sin inteligencia, se vuelve en contra de su amo, inundando la casa. Al igual que la escoba del aprendiz, la tecnología es un instrumento poderoso.

Advertisement

No, aunque tengan ese nombre, en realidad no hay teléfonos inteligentes: están hechos para ser muy entretenidos y, si los usamos sin propósito, pueden ser adictivos y convertirse en un problema, sobre todo si no enseñamos a nuestros hijos a usarlos con inteligencia. En muchos casos, la tecnología no solo no les dará poder, sino que los esclavizará a la frivolidad y los hará adictos a las redes sociales. Hoy día estamos conectados de continuo, inmersos en un mar de datos, pero con poco tiempo para entenderlos o analizarlos: estamos intoxicados de información. Nuestros hijos son como barcos que navegan en aguas donde hay muchas corrientes de viento, que los empujan a diferentes lugares, incluso opuestos. Ellos necesitan tres cosas para poder navegar a su destino:

Primero: El mapa

Enseña a tu hijo quién es él, qué esperas de él, ayúdale a tomar conciencia de que el tiempo vuela, y que éste no regresa. Ayúdale a verse en el mapa de la economía del país y del mundo, de sus problemas sociales, su realidad histórica. Ubicarnos en el mapa de quiénes somos y hacia dónde vamos, le facilitará la toma de decisiones en el manejo de su tiempo, incluído el que pasa con el teléfono en la mano.

Segundo: La brújula

Cuando tenemos una meta por lograr, es necesario saber en dónde estamos para alcanzar esa meta. Usando una comparación con el mundo de los celulares, diré que tienes que enseñarle a tu hijo no solo a recargar su teléfono cada día, sino a conectarse con regularidad con su mapa y ver dónde está, con respecto a sus metas. Muchos de nosotros interrumpimos cualquier cosa que estemos haciendo para leer un mensaje de texto. De la misma manera, hay que enseñar a los jóvenes a dejar cualquier cosa que los aleje del curso que ellos mismos han trazado para su futuro.

Tercero: El ancla

Tener un “teléfono inteligente” no los hace inteligentes, pero el usarlo sabiamente sí puede hacerlo. Todo padre tiene que darle a sus hijos principios y valores que les impidan hacer cosas inadecuadas con sus celulares. Que cuando conducen, conduzcan; cuando están en clase, se concentren en la clase; cuando estén con la familia, les presten atención. Sí, tienes que enseñar a tu hijo que es mentira que el cerebro pueda en verdad concentrarse en dos cosas a la vez. Realizar múltiples tareas a la vez es, en realidad, alternar la atención entre una y otra cosa: nadie puede hacer bien dos cosas al mismo tiempo. Muchos jóvenes creen que pueden chatear, ver la tele, escuchar música y estudiar para un examen. Invito a quien quiera hacerlo, a que me platique si al final está satisfecho con los resultados de dicho examen, por ejemplo.

La tecnología no es buena, ni mala. Es solo una herramienta. Muy potente, muy útil y muy seductora. Pero solo es un medio, no un fin. Un desafío que tiene todo padre de familia es educar a su hijo para conservar la capacidad para frotar la lámpara solo cuando se le necesita, sin hacerse esclavo de ese genio del siglo XXI: el celular. Al final, la persona inteligente es quien encuentra un equilibrio entre la vida real y el universo de la tecnología. Y tú, ¿Qué piensas al respecto?

Advertisement
Toma un momento para compartir ...

Oscar Pech

Oscar Pech ha dedicado su vida a la enseñanza, la lectura, la escritura y la capacitación en diferentes partes de la República mexicana. Es una persona profundamente comprometida con la familia y los valores morales.