Te toca a ti elevar la espiritualidad en tu hogar

¿Deseas que el ambiente de tu hogar mejore, que los niños ya no peleen o dejen escucharse gritos todo el día? ¿deseas descansar y sentirte un poco más tranquila y relajada? Te toca a ti elevar la espiritualidad en tu

Emma E. Sánchez

La espiritualidad no es una doctrina que se enseña, es más bien esa energía vital que habita en cada uno y que determina cómo y de qué manera le damos sentido a nuestra existencia. Cuando hablamos de elevar la espiritualidad nos referimos a realizar una serie de acciones que animen y alienten a buscar en nosotros quiénes somos, a buscar la tranquilidad y la paz que solo viene por actuar de manera correcta, a encontrar en nuestro ser y reflejar a quienes nos rodean humildad, afecto y todas las nobles virtudes que el ser humano posee:

Práctica poner atención

Algo tan sencillo hará una gran diferencia en tu hogar si comienzas de forma consciente a atender a las personas y a las cosas; poner atención nos pone en el presente sin importar que estemos haciendo. Por ejemplo, si tu hijo te habla, deja todo y atiende lo que te dice, repite sus palabras, no desvíes la mirada, concentra tus sentidos y escucha. Si es necesario, arrodíllate y ponte a su altura; siéntate, si es preciso, para tener conversaciones importantes; apaga el fuego de la estufa, cierra la llave del agua, deja a un lado el teléfono celular y apaga la televisión y recuerda poner toda tu atención, enfócate. El efecto que esto producirá en ti cambiará la forma en que se tratan unos a otros en tu hogar.

Cuida el movimiento de tu cuerpo. ¿Qué significa esto?

Intenta –por una semana tú primero– moverte con un poco de calma, con suavidad, y deja de correr tras el tiempo, que nunca alcanza. Difícil, ¿verdad? Inténtalo, tranquiliza tu mente, observa y muévete con tranquilidad, acaricia despacio a los que amas, relájate un poco, observarás que no hay tanta urgencia y que muchas cosas pueden esperar. Habla con un tono más suave, deja de gritarle a tus hijos para que vayan hasta ti, camina y ve hasta donde ellos se encuentren y diles que los necesitas o lo que requieres de ellos, pero ya no grites por todo y de la nada. Deja a un lado la brusquedad de tu trato o lo estridente de las risotadas. Todo esto no quiere decir que dejes de ser alegre y bailar. Solo recuerda que esto es muy útil en los momentos en que lo que más se requiere es elevar el espíritu. Si tus pequeños, por ejemplo, están peleando, sepáralos con firmeza, sin gritos y siéntalos a tu lado hasta que los ánimos disminuyan; entonces, podrás hablar, acariciar y decir lo que es correcto, lo que mueva a sus corazones a amarse y no a golpearse.

Acostumbra la música siempre en tu hogar

Solo recuerda que esta determina en mucho el estado de ánimo de quienes la escuchan; por ejemplo, una música alegre y guapachosa te alentará mientras haces el aseo y te llenará de buen ánimo. Intenta momentos con música dulce, inspiradora, mientras haces la tarea con tus hijos, o si deseas hacer apacibles las tardes después de jugar y como preparación para dormir o leer un buen libro.

(Cuando hay dificultades en casa o malos sentimientos entre la familia, canta, verás cómo todo cambia).

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Las bellas artes en el hogar

Reproduce algunas obras de pintores y escultores que puedas disponer en tu casa, y colócalas donde puedan ser vistas desde distintos ángulos; de esta manera podrían inspirarse quienes habitan tu hogar. Los carteles con frases inspiradoras son también una buena opción: una escritura, un pensamiento, una imagen, incluso un diseño puede ayudar a un niño o a un adulto a lograr momentos de concentración y abstracción que lo llevarán a encontrar dentro de sí mismo la fuerza espiritual que necesita.

Plantas y animales

Procura tener siempre en casa plantas naturales y macetas bien cuidadas, pues no solo la embellecerán sino que te permitirán estar en armonía con el poder creativo que llevas en tu interior. Cuando decoras con plantas de plástico por evitarte el limpiar, privas a tus hijos de experimentar una forma de vida y de aprender esas pequeñas lecciones de cuidado. Un perro, un gato, un pez o cualquier otra mascota que podamos tener nos permite el contacto con la naturaleza, con el deber que tenemos para con ella, nos sensibiliza y nos ayuda a situar en perspectiva muchas cosas. Si no tienes plantas o animales por evitar trabajo o por “no tener tiempo”, te invito a que reflexiones sobre las cosas que podrías mejorar de tenerlos cerca de ti. Recuerda aquel viejo adagio, “Solo es un hogar aquel donde hay flores, un perro y un niño”.

Poniendo en práctica estas sencillas ideas gozarás de un ambiente alegre, lleno de confianza y de buenos sentimientos en tu hogar y llegará a ser fuente de consuelo para muchos, pero sobre todo: un lugar a donde tus hijos siempre querrán volver.

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.