Tres puntos que te ayudarán a desarrollar el hábito del perdón.

Es posible perdonar a los demás mediante una perspectiva elevada de la vida, que favorezca la empatía.

Jorge Alberto Gandara Pulido

“Errar es humano, perdonar es divino”, dice la máxima de Alexander Pope. Y si bien para muchos el perdón es una señal de debilidad, una falta de carácter e inseguridad palpable, lo cierto es que perdonar es una de las muestras más grandes de la divinidad que vive en las personas. Tiene efectos mucho más potentes de lo que nos imaginamos y, sin embargo, no siempre es fácil; requiere cambiarnos a nosotros mismos, antes de querer cambiar a los demás.

Jorge Luis Borges dijo en “Fragmentos de un evangelio apócrifo”: “Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón”. La verdad es que el perdón verdadero sólo puede nacer del amor. Conmueve la vida de la personas y libera años de dolor, convirtiéndolos en una refrescante lluvia de paz. Es mucha la fuerza y el carácter que se necesita para mostrar un arrepentimiento sincero al pedir perdón; pero es aún más el valor que se requiere para perdonar, sin importar las circunstancias.

Si quieres experimentar esta divinidad que hay en las personas y en la tuya propia, debes aprender a enfrentar la realidad con estos preceptos:

  1. Adopta una perspectiva más elevada. En Los miserables, de Víctor Hugo, cuando Jean Valjean, convicto de años, es dejado en libertad condicional, nadie le da posada, sólo un obispo que lo invita a cenar y a dormir en su casa. Sin embargo, Valjean le roba al obispo su única pertenencia valiosa: unos candeleros de plata. La policía detiene a Valjean y lo llevan ante el obispo con sus pertenencias. Éste, en vez de acusarlo, les dice que lo suelten, afirmando que la plata se la había regalado él mismo. Perplejo, Jean Valjean no puede comprender el corazón del obispo, y ahí sucede que un convicto malvado y peligroso se transforma en un hombre diametralmente opuesto: bondadoso, compasivo, honrado y generoso, un hombre como ninguno otro hasta el día de su muerte; incluso llega a perdonar a sus enemigos que abrigan el falso concepto de que el hombre no puede cambiar. Tal es el impacto que nuestros actos de naturaleza divina pueden hacer con otras personas. Las palabras que el obispo dirigió a Jean Valjean son éstas: “Hermano mío, ya no le pertenece al mal, sino al bien. Yo compro su alma; la libro de las negras ideas… y la consagro a Dios”.

  2. No te justifiques. Muchas personas toman como excusa que los ofensores no se merecen su perdón y así dejan pasar una oportunidad única. Si bien es cierto que el dolor es difícil de vencer y que los ofensores merecen un castigo, esto por ningún motivo debe verse reflejado en tu satisfacción personal. Las excusas siempre han estado de moda. Sobre esto, un gran teólogo, el Dr. James E. Talmage, analizando la parábola del buen Samaritano (otra maravillosa historia de misericordia) dice: “Cuán fácil es hallar excusas; brotan tan espontánea y abundantemente como las hierbas al lado del camino” (Jesús el Cristo, cap. 26). Las excusas son incongruentes, cualquiera las puede dar, pero no llegarán a nada. ¿Quién hará la diferencia al mirar a los ojos y salvar una vida, en vez de excusarse? Eso depende de ti.

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  3. Confía en que este caso lo juzgará el Eterno Juez. En el Corán, Sura 4, versículo 40, dice: “Dios no hará ni el peso de un átomo de injusticia a nadie. Y si se trata de una obra buena, la doblará y dará, por Su parte, una magnífica recompensa”. Pero para que esto funcione, tienes que dar un perdón sincero, a la altura de la divinidad que hay en ti, sabiendo que tienes una gran oportunidad de cambiar una vida, incluyendo la tuya propia.

Todos tenemos necesidad de misericordia. Pero está en el corazón y la conciencia de cada uno el decidir. Sólo al vivirlo podremos comprenderlo. No hay que esperar más. Los que perdonan de todo corazón aun las peores ofensas, irradian el brillo de este mundo. Tú también lo puedes hacer, y con esto, podremos sentir una de las maravillosas libertades de nuestra existencia, y veremos con más claridad, caminaremos con más dignidad y sin duda, habremos demostrado la nobleza que hay en nosotros. Así lo expresa Mahatma Gandhi: “Perdonar es el valor de los valientes. Solamente aquél que es bastante fuerte para perdonar una ofensa, sabe amar.”

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