¡Es terrible! ¡Soy una mala madre!

¿Qué pasa cuando -luego de un episodio de crisis con nuestros hijos- nos sentimos impotentes o incapaces de continuar con la labor educativa? Inmediatamente vienen a la cabeza las palabras "soy una mala madre". ¿Te ha pasado?

Marilú Ochoa Méndez

De esos días terribles que todas tenemos

La semana pasada me sentí terrible: tuve un muy mal día con mis hijos. Entre pleitos, sombrerazos y uno que otro grito, pasamos una tarde bastante complicada. Mis hijos estaban cansados y yo me sentía presionada por varios pendientes en la cabeza. La cosa es que todos llegamos al límite, y no de la mejor manera. Días después asistí a una conferencia sobre “Educación de los hijos” y, contrario a lo que pudiera pensarse, me sentí mucho peor: pareció que la conferencista enlistaba una por una mis fallas y desaciertos. Al salir, releyendo los apuntes no sabía si llorar, jalarme los cabellos y arrancarlos uno por uno o qué más hacer, me sentía apesadumbrada. Un primer impulso fue llamar a la conferencista y pedirle que al menos durante tres horas me escuchara, y que me dijera con pelos y señales qué debía hacer. Me sentía abrumada, superada y muy triste. ¿Te ha pasado algo semejante?

Estaba en la zozobra, pensando en qué hacer cuando por casualidad escuché una frase: “Sé paciente con los demás siempre, pero más que nadie contigo misma”. Podía escuchar la presión saliendo de mi cerebro y de mi corazón. ¡Ser paciente! Había tenido un día malo, pero pude darme cuenta, de manera clara, de mis errores y ponerles nombre, y el agobio me hizo caer en la desesperanza. Una vez que comencé a calmarme recordé también uno de los puntos del Decálogo para la serenidad –de san Juan XXIII–, que siempre me llena de paz: “Solo por hoy viviré al día, sin querer resolver los problemas de mi vida todos de una vez”. ¡Qué tranquilizador!

Primero: respirar

¿Qué podemos aprender del desánimo cuando estamos fallando con respecto a la educación de nuestros hijos? Para empezar, cada día debemos superar las pruebas propias de lo que nos sucede. ¿O sea que si vemos los puntos exactos donde hemos errado el camino como madres, ayuda en algo atormentarnos? ¡No! Más bien, debemos poner los medios para corregirlo en el día a día. Hay una conocida frase que lo resume: “Vive cada día con su propio afán”. ¡Respiremos!, y ¡a tranquilizarnos!

Ser madre es caminar, caerse y siempre recomenzar

Estoy segura de que amas a tus hijos y te afanas cada día por su bienestar. Y en este camino continuamente olvidamos que ¡no somos perfectas! A veces sucede que nuestros errores u omisiones generan algunos hábitos negativos o vicios que afectan la armonía familiar. Si tenemos la suerte de ver algunos con claridad y ponerles nombre, es el momento de poner en práctica algunas técnicas, orden, disciplina y hábitos distintos para mejorar las cosas en serio. Esto es lo que en realidad puede ayudarnos a recobrar la serenidad, puesto que ¡sí podemos! Existen en cada madre fortalezas únicas que son sus herramientas clave para sacar adelante a su familia. ¿Cuáles?

Conocemos, como nadie, a nuestros niños

El amor que sentimos por ellos es la mejor fuerza para arreglar lo que necesita compostura

La bendita complementariedad de los padres contribuye a nivelar el cariño y la exigencia

Una vez superado el estrés inicial de ver que algo estamos haciendo mal, es preciso ponerle nombre y apellido a cada situación y problema con nuestros niños, y comenzar desde ya a cambiar esos hábitos negativos o vicios, pero uno a la vez, sin desesperarnos. Lo que definitivamente no ayuda en esta tarea es el sentimiento de culpa y la autoflagelación, pues generan en nosotros pies de plomo, cuando lo que se precisa es movimiento, avance, cambio, transformación… ¡Hay que buscar! ¡Hay que movernos!

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Sí, tal vez tengamos que aceptar que nuestra labor de madres no ha sido perfecta. Disculpa, amiga, que te lo diga, pero aunque no nos demos cuenta así es, y mientras más pronto lo veamos más sano será y pondremos manos a la obra para volver a trabajar con y por amor en el desarrollo de esa familia de ensueño que queremos formar.

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Marilú Ochoa Méndez

Enamorada de la familia como espacio de crecimiento humano, maestra apasionada, orgullosa esposa, y madre de siete niños que alegran sus días. Ama leer, la buena música, y escribir, para compartir sus luchas y aprendizajes y crecer contigo.