¿Olvidaste enseñar a tus hijos cómo ser felices?

Si te estás concentrando en hacer felices a tus hijos, y quieres que lo sientan a largo plazo, este artículo es para ti. ¿Olvidaste enseñar a tus hijos cómo ser felices?

Denhi Chaney

En principio, quiero dejar esto claro: como madre que soy quiero que mis hijos experimenten gozo. Sin embargo, ¿cómo saber si nuestros hijos son felices? ¿Cuál es la diferencia entre la felicidad y el gozo momentáneo? Como padres, a veces, no concentramos tanto en querer que nuestros hijos sean felices que nos olvidamos de enseñarles “cómo” pueden llegar a serlo.

Dando respuesta a las preguntas anteriores, creo que existe una gran diferencia entre la felicidad y el gozo momentáneo: claro, cualquier niño es feliz cuando se le da un dulce, o el juguete que tanto quería; pero si nos concentramos únicamente en actos como estos para medir su felicidad nos daremos cuenta de que no es suficiente, y que pronto se olvida de tal gozo, pues ya desea algo más.

Si en verdad queremos hijos felices esto solo se obtiene cuando nos concentramos en las personas en que se están convirtiendo; es decir, cuando nos tomamos el tiempo de disciplinar, cuando les mostramos nuestro amor físicamente, cuando los motivamos a hacer lo correcto, cuando enseñamos valores… Y estos puntos revisten importancia por las siguientes tres razones:

1. Toda acción tiene su consecuencia

Cuando nos concentramos en valores les enseñamos que todo lo que hacen tiene su consecuencia, y cuando actúan en contra de aquello que se les ha enseñado el sentimiento de tristeza es inevitable. Sin embargo, el actuar conforme a los valores y desarrollar una persona íntegra siempre trae sentimientos de felicidad, tal vez no instantáneos pero sí seguros.

2. Paz moral interna

Si nuestros hijos aprenden de nuestras enseñanzas y luego actúan en concordancia cultivarán y conservarán una paz interna que llevarán consigo el resto de sus vidas. Y, como nosotros bien sabemos, paz está directamente relacionada con un sentimiento de gozo que nunca se obtiene, al menos que sepamos cuáles son estos valores para poder seguirlos, practicarlos y, llegado el caso, transmitirlos.

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3. El tener valores también da frutos

Y por frutos quiero decir que da un premio palpable: aquel de ver a nuestros hijos convirtiéndose en una persona justa, amorosa e íntegra. El “efecto secundario” de tener valores, por así decirlo, es experimentar la felicidad por la persona que somos y las decisiones que tomamos.

Es mi deseo que como padres aspiremos a moldear personas con valores, en lugar de concentrarnos tanto en que sean felices, pues un producto inevitable de tener valores siempre serán la felicidad y el gozo a largo plazo.

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Denhi Chaney

Denhi Chaney es egresada de la Universidad de Brigham Young con maestría en Terapia de Matrimonio y Familiar. Denhi también es esposa y madre de un niño. Puedes contactarla en .