El aprendizaje del optimismo es tan importante como cepillarse los dientes

Cada día crece el número de niños pesimistas, arrinconados por la desilusión y el desencanto. El aprendizaje del optimismo es tan importante como cepillarse los dientes. Incorpóralo a tu lista de compras.

Marta Martínez Aguirre

Tomás apenas levantó la vista cuando su madre se acercó a saludarlo. El resto de los padres estaban amontonados en el patio del colegio, conversando de las proezas de sus hijos. El cielo, cerrado por inmensas nubes oscuras, empeoraba las cosas. Solo lo detenía la vergüenza y unos escasos metros de distancia. El desánimo acumulado en sus bolsillos era un acicate, quería huir, verse lejos. La maestra estaba allí, vestida con su sonrisa amplia y fresca, a punto de anunciar al ganador del concurso de dibujos. Tomás no tenía esperanza alguna. Sin embargo, sus compañeros de clase estaban tan convencidos de que serían los ganadores.

Esa tarde Laura estaba luminosa, más bella que nunca, y todos querían alcanzar el primer puesto para conquistarla. Apenas tenía siete años, pero había ternura en su mirada, llevaba unas trenzas rubias y tenía unos ojos recortados en el cielo del amanecer. Todo sucedió tan lento: la maestra extrajo de un sobre de manila un trozo de papel con el nombre de los tres primeros puestos, impresos en color verde esperanza, precisamente el color que él no tenía en su memoria.

Una infidelidad de verano había acabado con el matrimonio de sus padres. Su madre apenas tenía para alimentarlo y el padre era una voz al teléfono cada Navidad, y un sinfín de promesas rotas. Su casa estaba despintada y apenas tenía muebles, la ausencia de juguetes llenaba sus libreros, mientras la tristeza se filtraba en las paredes húmedas. Pero su madre era tan optimista a pesar de todo, que él no podía entender cómo ella albergaba sueños todavía. A sus seis años Tomás era un niño amargado y pesimista. Cuando escuchó su nombre en el primer puesto sintió que el corazón todavía latía horizontes. Sus manos temblorosas acariciaron la mochila enorme llena de crayolas, acuarelas, témperas, lápices multicolores. El beso de Laura fue un regalo inesperado que iluminó sus mejillas. Y desde ese instante empezó a creer de nuevo en los milagros.

Cada día crece el número de niños pesimistas, arrinconados por la desilusión. Los niños pesimistas provienen de hogares donde predomina el gris en las conversaciones, donde se habla continuamente de lo mal que está el mundo y se dice que todo está perdido. Diversas investigaciones demuestran que los niños optimistas sobresalen en los estudios, se enferman menos y son más felices. De modo que:

Cultiva el optimismo

El optimismo provoca que los contratiempos se reduzcan a una circunstancia pasajera, aleja los nubarrones del horizonte y despliega capacidades. No se trata de que te quedes sin hacer nada, esperando que las cosas sucedan. Recuerda que los optimistas no duermen siestas, trabajan hasta lograr el objetivo. No confundas optimismo con ensoñación, esperando que algo te llegue o suceda mágicamente. Una persona optimista no construye castillos en la arena, con sus manos cava sobre la roca más dura para levantarlo.

Advertisement

Enseña cocina emocional

Los padres comunes enseñan a sus hijos a hornear galletas, los padres extraordinarios les enseñan a hornear sus emociones negativas. No imaginas las palabras que cruzan por la mente de tus hijos: inútil, fracasado, bueno para nada… Si pudieras ver sus temores: miedo a fallar en una prueba escolar, ser rechazados por sus amigos, no llegar a nada… Los niños necesitan quemar en el horno todas aquellas ideas pesimistas que los limitan.

Abre tu corazón

La imagen en el televisor les enseña que la vida es una gran montaña que hay que escalar, y que solo los triunfadores llegan a la cima. En la publicidad nunca muestran que las orugas también lo logran, pues la cámara nada más enfoca el rostro del ganador y a las mariposas que revolotean a su alrededor. Siéntate y cuéntale de tus valles de dudas, de tus tormentas de la vacilación, de tus desiertos sin esperanzas y de cómo alcanzaste la cima renovada de ilusiones. Si cometes el error de no enseñarle de tus frustraciones, crecerán con la idea que fracasar es sinónimo de renuncia.

El aprendizaje del optimismo es tan importante como cepillarse los dientes o aprender buenos modales. Incorpóralo en la lista de compras.

Toma un momento para compartir ...

Marta Martínez Aguirre

Marta Martínez es de Uruguay. Posee una licenciatura en Psicología, y un posgrado en Logoterapia. Ama todo lo que hace y adora servir. Es especialista en atención psicológica domiciliaria. Contacto: