¿Le fuiste infiel? Antes de huir, piensa en las fotos colgadas de la pared

La infidelidad es un hecho que duele y sacude los cimientos. Sin embargo, todavía puedes hacer un alto en medio de tu vergüenza y dejar de hacer las maletas.

Marta Martínez Aguirre

El velo del Templo de Jerusalén se rasgó de arriba abajo, la tierra gimió en un temblor partiendo las rocas y de las tumbas cuerpos hediondos y podridos se alzaron restablecidos. Entonces, los rumores empezaron a correr de calle en calle. Algunas mujeres tomaron a sus niños, los alzaron hasta apretarlos contra su pecho y corrieron despavoridas.

Un grupo de trabajadores, desesperados, saltaron de los andamios, mientras sus herramientas volaban por el aire, cuando se hizo de noche al mediodía. No quiero imaginar los insultos en voz baja de los sacerdotes del Sanedrín, amenazando contra viento y marea a quien osara hacerse la sola idea de que, quizás, Él era algo más que un carpintero. El fin de semana se arruinó para unos cuantos y para otros se convirtió en una lista de interrogantes. Pero para sus amados, fue un recordatorio de hechos y mensajes.

Si te pones a pensar, no hay una escena más triste en el Nuevo Testamento que la de diez hombres atemorizados, escondidos en el aposento alto. Diez hombres llenos de memorias. Las mañanas vistiéndose apurados para salir a recorrer las calles polvorientas. Los trozos de pan brotando hasta reventar las canastas. Los lienzos adheridos a la carne de Lázaro y la sonrisa de Marta. La multitud enardecida pidiendo por un preso. La sangre en las muñecas y los clavos en las palmas. El ruido funesto de la roca tapando la tumba de Arimatea. El llanto de María adherido al alma. La cruz en alto. La vergüenza llamando a la huída. Los vecinos riéndose a carcajadas.

Antes de huir, piensa en el aposento alto

Me he preguntado tantas veces qué los hizo retornar. Qué tuvo más peso, si el recuerdo de lo vivido, la esperanza de lo prometido como deuda impostergable, o el recuerdo todavía fresco del pan partido y el vino, como recordatorio de Su sangre. Sea como sea y haciendo un parangón, no puedes poner las blusas y las toallas en la valija si antes no te sientas a hablar con tu esposo y le dices que estás cansada, que te duele la vida, que te quiebra el dolor y la vergüenza se mezcla con las nauseas.

Una mujer infiel no es lo que mejor sienta en el desayuno, pero tienes que elegir la hora para confesarlo. Uno no puede vivir ocultándolo por siempre, y llega el momento en que tienes que armarte de valor y hablar sin rodeos, sin buscar culpables o victimizarte. Antes de huir, piensa en el aposento alto: allí estaban los recuerdos de lo vivido, el aroma a esperanza. Cuando menos lo pensaron, Él resucitado entró y la habitación se llenó de luz. Ningún evangelista relató las conversaciones. Nadie registró quién fue el primero en pedir perdón. Quién se animó a besarlo, después de lo de Judas.

Advertisement

Mejor que huir, es abrir el corazón

No puedes pensar en hacer las valijas y huir porque te has equivocado. No puedes tirar todo por la borda. Ustedes también tienen escenas y “tanta pasión colgada en la pared” como dice Montaner en la radio. Haz memoria: El invierno trepando a las ventanas y ustedes aferrados a un tazón de sopa. Las risas en la alfombra. El verde en los brotes de primavera y ustedes tomados de la mano. Sé que esos diez hombres pasaron por lo mismo que tú estás atravesando. Tuvieron que enfrentar la vergüenza de la traición, la desgracia de las promesas rotas, el canto del gallo, el ruido de persianas mezclado con la risa sarcástica en la penumbra. Los murmullos en la sinagoga.

No huyas, abre tu corazón. Dile que todavía le amas, que necesitas su piel despertándote en las madrugadas, que quieres retomar con él aquellos sueños que quedaron a medio terminar. Todavía hay latas de pintura sin abrir, en el garaje. Aún sueña con verte embarazada. Todavía se emociona cuando te ve de rodillas orar, tomada de su mano. Piensa en las fotos colgadas de la pared. ¿Quién dice que no? Quizás todo sea diferente y puedan reconstruir el matrimonio.

La historia del aposento no fue para recordarnos diez hombres asustados por la vergüenza. Se registró para recordarnos la oportunidad de un nuevo mañana.

Toma un momento para compartir ...

Marta Martínez Aguirre

Marta Martínez es de Uruguay. Posee una licenciatura en Psicología, y un posgrado en Logoterapia. Ama todo lo que hace y adora servir. Es especialista en atención psicológica domiciliaria. Contacto: