El increíble milagro de ser madre primeriza

¿Tienes un recién nacido en casa y eso te abruma? Por encima de todo, no tengas miedo. Eres mucho más maravillosa de lo que te imaginas

Marilú Ochoa Méndez

Reconocidos entrenadores del mundo afirman que la actitud de la persona modifica en gran medida su calidad de vida. ¿Has revisado tu actitud ahora que eres madre de un recién nacido? ¿Eres de las que se quejan por la falta de sueño, o por no poder recuperar el ritmo que llevabas durante el embarazo o incluso antes? Primero que nada, tienes que saber que esto es normal. Los cambios que vivimos con la llegada de un nuevo bebé son enormes, tanto externa como internamente, y se repiten con cada nuevo hijo, de modo que aplican para madres primerizas y experimentadas.

Hoy te comparto estos cuatro puntos que pueden hacerte cambiar de actitud sobre la presencia de ese nuevo ser en tu hogar. ¡No tienes que esperar a que pueda detener la cabeza para dejarlo en el juguete de moda, y que “te deje hacer tus pendientes”! Hay muchos regalos que ese bebé hoy te da:

Tu cuerpo es maravilloso y está listo para atender a tu bebé

Es común que cuando nos entregan al niño en el hospital o clínica nos sintamos desamparadas y esperemos un manual de instrucciones: ¿cómo se calma?, ¿y si no sé darle pecho? Si eres madre de hijos mayores seguramente ya aprendiste que este manual sí existe, que está grabado en ti misma y que mayormente se llama instinto. Así como sorprende la fuerza con que un bebé llora para ser atendido y succiona con tanta fuerza para alimentarse, del mismo modo existe una fuerza en ti que te llama a acercarlo lo más posible a tu cuerpo, a abrazarlo y acunarlo mucho y darle todo tu tiempo disponible, incluso robándoselo a las noches. En tu cuerpo tienes lo que necesitas para él: la leche de tu pecho para nutrirlo, tus brazos para acunarlo, tu aroma para que se sienta confiado y en lugar seguro, tu voz para que se calme y continúe su aprendizaje. Es una realidad que no deja de asombrarme: si una vez nacido tu bebé te fueras a una isla desierta, con tu cuerpo y sin nada más, podrías perfectamente cubrir sus necesidades.

Valora tu cuerpo, es productor de milagros

Durante el puerperio es normal que exista un periodo de adaptación en muchos sentidos: organización del hogar, atención a los demás miembros de la familia, la vuelta a tus actividades laborales, entre otras cosas. Esto puede agobiarnos bastante, pero en mi experiencia vivir el día a día con un estómago que no acaba de desinflamarse, y buscar a diario en el clóset la ropa que evite que un desconocido te pregunte si estás de nuevo embarazada, es de las más agobiantes. ¿Te ha pasado? A mí sí. Y a tres semanas de tener a mi nena en casa, un día, mientras la amamantaba y sus ojos se encontraron con los míos, de repente supe que el milagro de esos ojos y esa boca pequeña, esas manos y toda la perfección de su ser, se había cocinado dentro de mí. Sí, no tengo las medidas de una modelo profesional ni puedo salir de la clínica de maternidad con tacones y presumiendo un cuerpo escultural; pero, ¿realmente necesito eso? Mi respuesta fue un rotundo ¡NO! ¿Por qué minusvalorar mi cuerpo que fue copartícipe de ese hermoso milagro? ¡Soy maravillosa! Aprender a valorar las grandezas que tenemos en lugar de agobiarnos y urgirnos por una vuelta idéntica a la “realidad”, o más bien al pasado, es un reto que debemos asumir. ¡De eso se trata ser mujeres de cambio que saben adaptarse! ¿Habías observado tanta perfección en un proyecto en el que hayas colaborado anteriormente? ¡Felicítate enormemente! ¡Fuiste partícipe de un milagro!

Saber tener paciencia y aguardar los momentos

Esa personita que llora justo cuando te faltan diez prendas por doblar, o que se despierta cuando debes peinar a tu hija para que la lleven al colegio tiene para ti uno de los regalos que más he aprendido a valorar: te enseña a ser paciente y a aguardar los momentos. Estamos acostumbradas a ser todólogas y a exigirnos mucho: levantarnos antes que todos y atenderlos a todos. Ahora, necesitamos compartir las responsabilidades, organizarnos mejor, y esos ojos nuevos que te observan como lo más valioso del mundo quieren enseñarte que está bien hacer pausas, y que no somos tan indispensables como pensábamos. Pero, ¿esto es bueno? ¡Sí! Porque a veces vivimos en piloto automático, haciendo y haciendo, y sentarnos de vez en cuando nos viene bien. Nuestro bebé nos obliga a detenernos y eso nos da momentos muy valiosos para ser ayudadas, dejarnos consentir y reflexionar. ¡Valora y aprovecha estos momentos! Esto definitivamente te ayudará a ser mejor mamá y mujer.

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El corazón y tu capacidad se hacen grandes

Una amiga me decía que no se había dado cuenta de lo fácil que era tener un hijo hasta que tuvo dos. Compartía esto entre risas, y aumentaba el número contándonos experiencias ahora que era mamá de cuatro. Sus palabras me hacen reflexionar sobre lo flexibles que somos las personas, especialmente las madres: cuando nace tu primer bebé sientes que todo tu ser florece, ahora tienes una causa irrenunciable para vivir y superarte a ti misma y procurar hacer de este mundo un mejor lugar. Si viene un segundo bebé es impresionante ver cómo nada quita al amor del primer nene, sino que se agranda tu corazón y abre lugar para un cariño igual de inmenso para el recién llegado. De la misma manera es sorprendente cómo tus capacidades y sentidos se agudizan para poder atender tus pendientes y además cuidar al bebé. ¿No te digo que somos maravillosas?

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Marilú Ochoa Méndez

Enamorada de la familia como espacio de crecimiento humano, maestra apasionada, orgullosa esposa, y madre de siete niños que alegran sus días. Ama leer, la buena música, y escribir, para compartir sus luchas y aprendizajes y crecer contigo.