La felicidad no es un destino, sino una manera de viajar

Tienes que entender la paradoja hedonista, que planteó el filósofo Henry Sidgwick, el placer no puede ser adquirido directamente, sólo puede ser adquirido indirectamente.

Marta Martínez Aguirre

Llevaban casi tres meses rodeados de agua. Los trozos de verduras flotando en el mar ya no les generaba ilusión alguna. El temor a perderse se apoderaba de sus ánimos y Cristóbal Colón sabía que otro motín daría por finalizado el viaje. El frío calaba los huesos, mientras la inquietud se paseaba en la cubierta. La madrugada traía sueño y jaqueca al hombre en quien los reyes españoles habían puesto su esperanza, mientras el olor a podredumbre de la comida descompuesta obligaba a los hombres a dormir a la intemperie.

Pinzón insistía en ir hacia el suroeste. La nave desvencijada cambió de rumbo y Rodrigo de Triana se agarró fuerte de una cuerda: no pasaron dos horas de la madrugada del 12 de octubre cuando con todos sus pulmones gritó, con una voz que dejaba salir toda la esperanza contenida: “¡Tierra a la vista!”. La América multicolor palpitaba frente a sus ojos. Y sí: la búsqueda de la felicidad se parece mucho a un viaje exploratorio.

La felicidad es un viaje

En estos últimos tiempos, la publicidad dice que lo que importa es la llegada y te invita a pensar que vas a ser feliz el día que seas propietaria. Pero cuando lo logras, te enteras que te falta el auto, y luego la casita en el balneario y no puedes olvidarte de la barbacoa. Hasta que, sin darte cuenta, vives para satisfacer una larga lista de micro escalones que siempre son el preámbulo para alcanzar la felicidad.

Tienes que entenderla paradoja hedonista, que planteó el filósofo Henry Sidgwick: el placer no puede ser adquirido directamente, sólo puede ser adquirido indirectamente. Viktor Frankl hizo un planteamiento similar: “la felicidad debe tener un fundamento del que nazca espontáneamente. Pero la felicidad no se puede perseguir, no se puede fabricar; al contrario, cuanto más se la persigue, cuanto más se busca el placer, menos se alcanza”.

No puedes vivir creyendo que la felicidad es arribar a las Indias y apoderarte de sus tesoros. ¿Serás feliz cuando encuentres el amor de tu vida? ¿Lo serás cuando viajes en un crucero? ¿Vendrá con la llegada de la nena? ¿Quizás estará en la graduación? ¿O cuando bajes esos kilos? ¿Tal vez la descubras luego de una nueva cirugía?

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Cada día las editoriales ofrecen libros de autoayuda para ser feliz. Se venden como pan caliente. Pero te lo repito: la felicidad no es una oferta, una conquista o una nueva gloria. La felicidad es una justa secuela de una vida orientada en valores, del énfasis que pones en quienes te rodean y en la reducción de horas mirándote el ombligo. La felicidad se encuentra en tus fundamentos:

Servicio

La felicidad llega cuando te pones al servicio de tus semejantes y te olvidas de ti. Busca una causa noble, una actividad caritativa donde puedas darte y sentirte útil. Un lugar donde dejar tu huella y descubrir que eres capaz de vencer el egoísmo. La relación con tu prójimo es lo que te hace más plena y la felicidad está en la trascendencia, al salir de ti, para darte.

Ama

La felicidad tiene el rostro de otro diferente a ti, quizás el de tu esposo mirando la lluvia tras la ventana, mientras tus hijos duermen una siesta veraniega. La voz de tu madre en el teléfono, la mano de tu hermana sirviéndote otro trozo de torta de limón. El amor es maestro de la dicha, porque el amor verdadero transforma lo cotidiano en extraordinario: un abrazo, una mirada, un beso tienen el poder de hacer milagros.

Una vida sencilla

De pronto algo cambia en tu vida, un cáncer, una pérdida definitiva, un despido, un divorcio, un accidente automovilístico, una jubilación anticipada. Y entonces descubres que también eres feliz cuando te sientas en el jardín y tu gato se hunde en tus rodillas, o tu esposo te sonríe mientras untas su pan con mermelada. La felicidad comienza con el vaciamiento, no con el empacho de cosas que perecen contigo. No confundas sed con gaseosa, ni necesidades con deseos.

Ser feliz es saber que estás en el camino correcto, rumbo hacia algo que tiene sentido, donde el placer es un rumbo y no una meta.

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Marta Martínez Aguirre

Marta Martínez es de Uruguay. Posee una licenciatura en Psicología, y un posgrado en Logoterapia. Ama todo lo que hace y adora servir. Es especialista en atención psicológica domiciliaria. Contacto: