Las emociones reprimidas se transforman en enfermedades: aprende a expresar tus emociones

Expresar lo que sentimos es igual de importante que expresar lo que pensamos. Saber cómo hacerlo de manera respetuosa y asertiva requiere de una práctica de autocontrol.

Etana Nasser

Tenemos por costumbre vivir nuestras emociones, pero no expresarlas

Contenemos mucho de lo que sentimos porque creemos que no es importante decirlo o que el hecho de expresarlo puede causarnos inconvenientes. La cuestión es que justamente, en muchas ocasiones, esos inconvenientes aparecen porque no expresamos a tiempo y con claridad aquello que nos aqueja. Saber cómo expresar un estado de ánimo requiere conocimiento de nosotros mismos, además de tener presente que las palabras bien pensadas y bien dichas favorecen una comunicación respetuosa con las personas más cercanas, especialmente con los familiares.

Una de las primeras observaciones sobre este tema, es que la naturaleza de cualquier emoción es su intensidad y su brevedad. Ninguna emoción puede ser un estado permanente, no podemos estar siempre enojados o siempre alegres. Sin embargo, estas emociones a veces pueden ser tan intensas que nos impidan tener la lucidez o la sensatez necesarias para proceder como quisiéramos. Y suele pasar que, bajo el influjo de la emoción, guardemos un silencio incómodo o digamos cosas de las que después nos arrepentimos.

Las emociones reprimidas se transforman en enfermedades

Desde esta perspectiva queda claro que es inevitable controlar dónde, cuándo y cómo sentir una determinada emoción, pero no negarlas: una emoción fuerte no expresada, siempre deriva en una enfermedad, en una somatización. Nadie puede prever que la semana entrante experimentará la tristeza como para prepararse para superarla o evitarla. Las emociones entran y salen de nuestra vida con la presteza de los vientos. En un mismo día podemos vivir diferentes emociones: pasar de la alegría al enojo, o de la sorpresa al temor. Pero, si bien no podemos tener control sobre las emociones, sí podemos identificarlas y, por lo tanto, expresarlas.

En más de una ocasión habremos tenido que contenernos de decir lo que sentimos porque el mundo externo no puede adecuarse al universo personal de las emociones. Una institución bancaria, por ejemplo, por más que ostente un área de reclamaciones, no brindará atención a alguien que llega al lugar gritando. Un reclamo se expone con argumentos, es decir, con “cabeza fría”, como suele señalarse a quien no está arrebatado por ninguna emoción.

Sin embargo, suelen ser más las veces que podemos expresar lo que sentimos que aquellas en las que debemos contenernos y callar. Saber cómo hacerlo supone, sin duda, un aprendizaje constante. A continuación te presento algunas sugerencias:

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Identifica la emoción

Aunque parezca fácil, se requiere de una atención especial para saber reconocer una determinada emoción. Quizá la ira sea más sencilla de identificar que la tristeza, porque es más explosiva y menos profunda que esta. Asimismo, es posible diferenciar con claridad la alegría de la aversión. Pero, más que identificarlas, es importante también que estemos familiarizados con las palabras que definen estas emociones. El hecho de nombrar una emoción ya nos permite manejar mejor la situación que se presente.

Mantén la cabeza fría

Hay emociones que no requieren un tiempo de calma para ser expresadas, como la sorpresa. No obstante, el enojo demanda tiempo para poder superarlo y la verbalización es, en ocasiones, la única manera de sobreponerse a dicho estado. Sin embargo, esperar un tiempo para reconocer la causa del enojo es lo más recomendable antes de hablar.

Habla con honestidad

Después de experimentar la emoción, es probable que encontremos palabras más asertivas para expresar lo que queremos. La honestidad, en este punto, es esencial. Si sentimos extrañeza ante un suceso es porque este precisa una explicación. Por consiguiente, tras darse un tiempo para recuperar la calma, será más fácil externar con claridad aquello que queramos decir. Hablar desde un lugar de honestidad nos permitirá obtener respuestas sinceras. Y si la otra persona no reacciona como esperamos, es importante también saberlo. El compromiso de honestidad es primero con uno mismo.

El tema de las emociones ha ocupado a eminentes psicólogos, científicos y filósofos durante mucho tiempo. Ahora tenemos no solo copiosa bibliografía sobre el tema, sino que en muchos lugares se imparten talleres que se enfocan en enseñar cómo manejar las emociones. El punto principal de esta reflexión es comprender que expresar lo que sentimos es igual de importante que expresar lo que pensamos. Saber cómo hacerlo de manera respetuosa y honesta es una práctica inherente a nuestra humanidad.

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