3 formas en que están asesinando a tus hijos sin que te des cuenta

Con frecuencia escuchamos noticias sobre acoso escolar, jóvenes y niños que forman parte de la delincuencia organizada y crímenes terroríficos cometidos por niños. ¿De quién es la culpa?

Mariana Robles

Vivimos un mundo donde la violencia es cada día más habitual. Ésta desayuna con tus hijos mientras tú escuchas las noticias matutinas que informan —cada vez de manera más indolente— sobre los hombres, mujeres y hasta niños asesinados el día anterior en tu ciudad o país. Acompaña a los niños camino a la escuela, durante el tránsito vehicular aderezado con agresiones verbales de automovilistas y peatones. Inspira su jornada escolar cuando le aconsejas algo como “Tienes que ser el mejor de tu clase”, cuando te escucha tratar de manera despectiva a otras personas y también cuando maestros y compañeros de clase se mofan de quien no sabe o “no encaja”. De regreso a casa, la violencia se convierte en el compañero de juego de tus hijos —quizá el favorito— y no solo en la forma de juguetes y videojuegos bélicos, sino en todas las maneras en que pasar por encima de alguien más, se presenta como algo divertido.

Cuando el sufrimiento ajeno no se lamenta y hasta entretiene, podemos vislumbrar la decadencia de una sociedad. Es cierto, la responsabilidad de esto no es tuya y la culpa no es absolutamente de las familias. Pero debemos reconocer que todos participamos de esto cuando permitimos, favorecemos y solapamos que la violencia se vuelva tan habitual que ya no la vemos, ni nos perturba.

Estamos asesinando a la infancia

Uno de los efectos más graves y dolorosos de todo esto, es que con ello estamos matando a la infancia. Cientos de niños mueren hoy en día en conflictos armados, como saldo de la guerra en torno a delincuencia organizada e incluso a manos de sus propios padres o familiares, producto de la violencia doméstica. Pero también hay muchos otros a quienes, sin arrebatarles la vida, asesinamos simbólicamente.

Desde la explotación infantil y la participación de niños y adolescentes en el crimen organizado, hasta las formas más sutiles en que les arrebatamos a diario su candor y alegría, matamos a los niños siempre que les negamos el presente y el futuro que merecen, al que tienen derecho. A continuación te comparto tres formas en las que considero estamos destruyendo a nuestros niños; lo hago con la esperanza de que juntos podamos dejar de hacerlo:

1. Les enseñamos a competir, no a solidarizarse

En nuestra sociedad, uno de los valores más respetados es el de la competencia. Lo transmitimos a diario a los niños fomentando los intereses individuales por encima del bien colectivo. Si haces esto con insistencia, tus hijos aprenderán que deben anteponer sus deseos al bienestar de los otros y que, si así lo hacen, serán premiados (más amados y reconocidos) por sus padres (y aquellos a quienes aman). Es decir, les enseñas que el amor viene como recompensa de vencer a otro, y que esto es sinónimo de éxito.

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En contraste, cuando enseñas a tus niños a jugar y trabajar en equipo, a ayudar y dejarse ayudar por otros, estás formando en ellos la conciencia de que la felicidad y el éxito radican en ser con los otros, y no en estar encima de los otros. ¿Te imaginas lo diferente que sería su futuro si educáramos a las nuevas generaciones en el valor de la solidaridad, y no en la competitividad?

2. La hipersexualización y los estereotipos de género

Si pones atención, seguro notarás cómo cada vez más tempranamente los niños y niñas muestran intereses, gustos y actitudes adolescentes. En buena medida esto se debe a lo que llamamos hipersexualización de la infancia. Este fenómeno comercial y mediático promueve prácticas y estilos de vida propios de una sexualidad adulta, pero en los niños. Niñas pequeñas que usan maquillaje y ropa sexy, o que participan en concursos de belleza, tipo Miss Universo. Si bien este fenómeno es más visible en las niñas, también afecta a los niños, quienes son presionados socialmente a mostrarse “viriles” a temprana edad, a hacer comentarios y bromas de índole sexual para ser aceptados y reconocidos entre sus pares.

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Si lo piensas, esta es una forma lenta de matar a los niños, pues los empuja a acelerar procesos físicos y psicológicos que acortan su infancia y que en realidad no los preparan para enfrentar de manera saludable y placentera la sexualidad propia de un adulto responsable. Al contrario, por ser éste un fenómeno eminentemente mercadotécnico, va acompañado de una gran ignorancia sobre el cuerpo y la sexualidad. Repleta de prejuicios y estereotipos, esta tendencia pone en riesgo la salud, autoestima y hasta la vida de miles de niños.

Combate esto cuidando qué juguetes, ropa y accesorios les darás, así como los programas de televisión y películas que verán. Habla con ellos claramente sobre sexualidad, según su edad y madurez psicológica. También vigila que en casa no se reproduzcan estereotipos de género, bromas sexistas y conductas que fortalezcan relaciones injustas basadas en la diferencia sexual entre hombres y mujeres.

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3. Renunciar a la defensa de sus derechos

Estoy segura que cuando vislumbras el caótico mundo que heredarán tus hijos, no puedes sino preocuparte por su futuro y lo que ellos habrán de enfrentar. Sumergidos en la tarea incesante de resolver necesidades inmediatas, los adultos poco nos detenemos a pensar que otros padres pasan por lo mismo que nosotros, y que juntos podríamos encontrar rutas para construir un mejor futuro para nuestros niños. La defensa de sus derechos es una de ellas. Existen numerosas asociaciones civiles y colectivos diversos que trabajan en este sentido, a los cuales podrías sumarte. O bien, puedes crear los propios en tu comunidad, involucrando a tu familia. Cuando vemos pasivamente que los derechos de otros niños se vulneran día a día, dejamos morir con ellos a nuestros hijos, pues matamos las oportunidades presentes a las que tienen derecho unos y otros. Además, les negamos la posibilidad de que en el futuro tengan acceso a los derechos que como seres humanos poseen.

Finalmente, recuerda que todos asesinamos a la infancia cada vez que hacemos, justificamos o permitimos que ocurra algo que les niega su derecho a ser niños, y felices. Esforzarte por construir junto a otros un mundo donde todos los niños puedan ser niños, es una forma de salvar a tus hijos —y a los de muchos otros— de un futuro fatal. Además, es una tarea de inmenso valor que traerá felicidad, grandes experiencias y enseñanzas a tu familia.

Te invito a releer también este muy interesante artículo: La hipersexualización de las niñas: tu hija al filo de la navaja.

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Mariana Robles

Mariana Robles es maestra en psicología social. Actualmente vive en México y se dedica a la docencia y la investigación.