Cómo combatir la brecha entre generaciones

Abuelos, padres e hijos: tres generaciones criadas casi de manera opuesta, ¿es posible congeniar? Sigue leyendo este artículo para enterarte de algunas formas para lograrlo.

Diana Brante Morales

En Chile, las generaciones de los años 60 y 70 fueron criadas bajo la consigna del miedo: no era solo el terror a la represión política que existía en ese entonces, sino al maltrato físico: los jóvenes tenían miedo incluso de sus propios padres. No se inculcaba el respeto, ya que bastaba con el pánico generalizado que se sentía en el ambiente. Mi padre vivió en esa época, donde levantar la voz podía significar un golpe, no existía la libertad de expresión y estudiar era un privilegio que muy pocos jóvenes tenían.

En mi caso, el respeto hacia los padres, los adultos y los mayores era el pan de cada día: ceder el asiento, ayudar con los bolsos o tener siempre un tono de voz cordial era tan común como ver a un perro perseguir autos. Nunca le he faltado el respeto a mi padre, no por miedo al golpe, sino por respeto a la persona, a la autoridad que él significa. En mi país los adultos no fuman, no se consume alcohol, no se dicen groserías en presencia de alguien mayor.

Hoy en día, los adolescentes no toman en cuenta a las diversas autoridades que existen en sus vidas. No sólo le faltan el respeto a sus padres, profesores y otros adultos, sino que también lo hacen con sus pares. El lenguaje y los gestos que utilizan dejan mucho que desear. Ya no contestan con el respeto de antaño, ahora alzan la voz para ser escuchados, gritan, se exasperan. En el colegio es igual, todos quieren ser escuchados al mismo tiempo, por lo que no son capaces de escuchar a quien está hablando, el trabajo de los profesores se dificulta día a día. Ahora son los padres los que tienen miedo de exigir respeto por parte de sus hijos.

Cuando intentas congeniar estos tres casos se vuelve muy difícil, en especial entre abuelos y nietos, ya que no solo sus puntos de vista son diferentes, sino también sus formas de expresión. Si tu caso es semejante, y buscas mejorar un poco la relación familiar, te recomiendo seguir algunos de estos pequeños consejos:

1. Inculca el respeto en tus hijos

Empieza enfocándote en el o la integrante más reciente del grupo: tu hijo o tu hija. La sociedad actual empuja a los jóvenes a reaccionar de forma violenta con más frecuencia de la que quisiéramos. Demuéstrale con ejemplos concretos que no es necesario tener la razón en todo; ser el más fuerte o el que tiene la mejor tecnología no es esencial, hay cosas que importan mucho más, como por ejemplo el respeto, la tolerancia y la capacidad de reconocer los propios errores.

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2. Respeta a jóvenes y ancianos, para que te respeten

Los jóvenes exigen sus derechos a diestra y siniestra, pero cuando se les habla de los deberes quieren deshacerse de ellos dando un sin fin de excusas. Recuerdo que una de las frases que más me marcó fue “respeta para que te respeten”, mi padre decía que no podía pedir más de lo que daba, por lo que si no estoy respetando a quien tengo enfrente es inadmisible obligarlo a que me trate de mejor manera.

3. Sé empatico: Recuerda que también fuiste joven

Este consejo va enfocado a nosotros los padres, tíos o abuelos, quienes en más de una oportunidad olvidamos que hemos sido jóvenes, que hemos cometido errores por intentar ser alguien que no somos, o el dolor de sentirnos humillados de forma pública al perder. Un poco de empatía nunca está demás. Antes de reaccionar, ponte en sus zapatos y pregúntale al niño que llevas dentro cómo se sentiría en dicha situación.

La historia nos demuestra que las diferencias no deben ser motivo de discordia, en especial cuando hay amor de por medio. El miedo, el odio y la violencia han destruido civilizaciones completas, pero el amor es y será siempre el arma más poderosa, así que úsala a tu favor, enseña a tus hijos con amor, respeto y tolerancia para que el día de mañana puedas hablar con ellos y sientas gran orgullo de los adultos en los que se han convertido.

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Diana Brante Morales

Me gusta comenzar cada día como un nuevo día, darme la oportunidad de ser feliz y sonreír por las cosas básicas. Dar sin esperar nada a cambio. Siempre sorprenderme.