Salva a tus padres del asilo de ancianos

Nada puede reemplazar, al menos en el corazón de un padre, el amor y el cuidado que le pueden aportar sus hijos en la última etapa de su vida, donde necesitan de afecto y compañía.

Diana Cantor Martinez

La primera vez que visité un ancianato, (así se le llama en mi país al asilo para las personas de la tercera edad que no tienen un lugar donde vivir o quién se haga cargo de ellos), fue en unas vacaciones yo tendría unos trece o catorce años. Mi madre nos llevó a mis hermanas y a mí a visitar a dos de sus tías por parte mi abuelo, ya fallecido. Una de ellas tenía casi noventa años y la otra algo más de ochenta. Lo que amenazaba con convertirse en una tarde un poco lenta y aburrida se convirtió en una verdadera lección de vida. Ese día, tomé la decisión de no permitir que mis padres vayan a un asilo de ancianos, (aunque jamás lo había contemplado). Sé que mis hermanas comparten ese sentimiento y cualquiera de nosotras gustosa pasaría con ellos sus años de vejez.

La religiosa que nos recibió no pudo ocultar la emoción al vernos, las tías de mi mamá prácticamente nunca habían recibido una visita, al menos la religiosa no lo recordaba. Mientras caminábamos por un corredor amplio que nos llevaba a un patio enclaustrado antiguo, pude sentir la soledad de ese lugar, sentí angustia y hasta temor. Ese día pensé seriamente en la vejez.

Nos sentamos en una de las sillas del patio a esperar, el silencio era casi sepulcral; aquel no era un día de visitas, pero teniendo en cuenta que no vivíamos en la ciudad, nos permitieron verlas. De repente, las tías de mi mamá aparecieron caminando hacia nosotras muy lentamente, cada una acompañada por una enfermera. Las dos estaban perfectamente lúcidas y ubicadas en tiempo y en espacio. Poco a poco fueron dejando su timidez, sorprendidas y fascinadas con nosotras cuatro; nos agolpamos a su alrededor para preguntarles acerca de sus vidas, de su día a día en ese lugar. El silencio fue interrumpido por las risas y así pasaron los minutos y las horas hasta que llegó el momento de partir.

Sentí mucha tristeza cuando nos despedimos, de alguna manera sabíamos que no las volveríamos a ver. No quiero juzgar el hecho de cómo ellas dos terminaron en ese lugar, ni tampoco las circunstancias particulares que llevan a muchas personas a llevar a sus padres a un asilo de ancianos e incluso a abandonarlos a su suerte. Pero si haz contemplado esto alguna vez, lee a continuación antes de tomar esa decisión. Este otro artículo es una gran reflexión acerca de la importancia de interesarnos sinceramente por otras personas Una preocupación real por el otro

Tus padres tu mayor tesoro

¿Cómo puede un padre convertirse de la noche a la mañana en una carga insoportable? Para mí esto es imposible, ni siquiera por causa de una enfermedad y todo lo que la vejez pueda conllevar. Los padres son un tesoro invaluable que muchos no tienen la suerte de tener. Conozco personas que darían lo que fuera por volver a abrazar un instante a sus padres amados. Es cierto que al llegar a esta etapa de la vida la dependencia aumenta, a pesar de lo saludables que ellos se encuentren en muchos aspectos necesitarán de nuestro apoyo y compañía.

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Prepárate para este momento

Hay quienes toman la decisión de dejar a sus padres en un ancianato como un recurso a su falta de tiempo o incluso de espacio. Valdría la pena entonces, quizás contemplar la posibilidad de mudarse a una casa más grande y de reservar un dinero para que llegado el momento el tema no se convierta en un problema. Algunas personas que llegan a la tercera edad prefieren mantener su independencia y seguir viviendo en sus casas. Mi abuela tenía 97 años cuando falleció, siempre vivió sola y así lo prefirió al llegar a la vejez. Pero mi madre pasaba varias temporadas al año con ella y luego regresaba a nuestra casa. Sé que mi abuela valoraba su compañía, aún a su edad le preparaba una deliciosa comida para recibirla.

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Muchas personas sin pensarlo dos veces, asumirían el cuidado de sus padres en esta etapa de la vida. Pero para quienes contemplan el ancianato como una alternativa para el cuidado de sus padres, es importante tener en cuenta que por más atención, afecto y calidez que encuentren en un hogar sustituto, la sensación siempre será de abandono, quizás de decepción al pensar que nadie les quiere tanto como para ocuparse de su cuidado. La soledad, así como la depresión amenazarían con convertirse en los últimos compañeros de vida de nuestros progenitores. Creo que nada puede reemplazar, al menos en el corazón de un padre, el amor y el cuidado de sus hijos.

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Diana Cantor Martinez

Hay un momento de la vida en que descubrimos que necesitamos un cambio para poder avanzar y crecer reconoce el momento y no pierdas la oportunidad.