Todo adolescente está a punto de perderse. Lee esto y salva a tu hijo

A veces los jóvenes parecen "echarse a perder" de la noche a la mañana. Aquí aprenderás que no es así, cuál es la causa y cómo proteger a tu hijo.

Oscar Pech

Déjame te cuento la historia de un muchacho que fue alumno mío y que, para efectos del relato, muy bien podemos llamar Saúl David. Como su nombre lo indica, es un joven nacido en una devota familia cristiana. Sus papás son buenas personas, pero su vida no se centra en educar a sus hijos sino en los negocios, que son muchos y prósperos. Saúl es un joven de esos extraordinarios: capitán del equipo de futbol americano, calificaciones de 10 cerrado, saca todos los diplomas y gana todos los concursos. En breve él era, ya la envidia, o ya el ídolo de toda la escuela. Y entonces resulta que de repente se empieza a juntar con un vecino que responde al sobrenombre de “El Stinky”. Desde que se hacen amigos, Saúl empieza a faltar a clases, llega tarde a casa, reprueba exámenes.

Los hijos se pierden poco a poco

Los papás ni lo notan: están tan acostumbrados a que su hijo es sobresaliente en todo, que dan por sentado que siempre va a ser así. Me imagino, lector, que ya lo intuiste: Stinky vende drogas, y Saúl empieza por consumirlas y luego pasa a distribuirlas. Cuando los papás de Saúl se dan cuenta, ya expulsaron a su hijo de la escuela. Empiezan los pleitos en casa. Demasiado tarde y demasiado débilmente, para mi gusto, los papás tratan de poner un poco de orden, pero solo con palabras blandas, no con hechos firmes. Cuando su papá trata de poner orden, Saúl ya gana más distribuyendo, que sus papás con el salario de ambos. Se va de la casa y su vida es todavía más desenfrenada.

Un día se levanta, se ve a sí mismo, y una débil luz brilla en su interior. “Estoy desperdiciando mi vida”, dice ese último resplandor. Decide regresar a la escuela, y aquí es donde mi vida se cruza brevemente con la suya. Durante su primer día de clases, a mitad del curso, yo, que todavía no sé nada de lo que he narrado arriba, le pregunto que de qué escuela viene. “Soy un nini“, dice sonriendo con arrogancia. “Ya…”, dije yo. Y pensando lo más aprisa que puedo, le asigno dos estudiantes para que le ayuden y le sirvan de mentores, para evitar la deserción: ellos se van a encargar de animarle y ayudarle para que ese regreso no sea tan complicado y él no se rinda fácilmente. Pese a ello, pronto llega un día en que Saúl no viene a clases. Ni el siguiente. Ni el siguiente. Este muchacho no me dio el tiempo, la oportunidad, de ayudarle a cambiar su vida.

De las cosas pequeñas siempre vienen las grandes

Cuando vuelvo a preguntar por él, la chica que le gustaba me dice que está en la cárcel. Le pregunto que qué pasó. Me dice que ese primer día que faltó, se levantó para ir a clase, y le dio flojera asistir. Entonces llama a Stinky y le pregunta que qué pueden hacer. Stinky le dice: “¿Y si raptamos a alguien?” Y sí: sin un plan muy elaborado raptan a un niño, que era vecino de Saúl. Le llaman a la mamá y le dicen que quieren ocho mil pesos por su hijo. La mamá accede, y al poco rato le llaman y le piden doce mil. La mamá accede, y al poco rato le vuelven a hablar y ahora la lista es larga: piden veintiocho mil pesos, la camioneta del año, la pantalla de plasma que tienen en la sala, no la del cuarto de ellos (el dato es vital: estaban diciendo que conocían el interior de la casa), el X-box junto con todos los juegos (con eso estaban diciendo que eran adolescentes), y otros objetos que indicaban que eran conocidos de la familia.

Los papás avisan a la policía y les entregan todo. Este par recibe la mercancía en la camioneta, y arrancan “quemando llanta”. Stinky lleva droga con él y de hecho estaba “bien colocado” cuando está pasando todo esto. La policía los persigue. Estos jóvenes, conscientes de que llevaban droga con ellos, aceleran. La policía les dispara, estos sacan una pistola, y disparan a la policía, lo que agrava el delito de secuestro y tráfico de drogas. Los policías disparan a las llantas, las revientan, y atrapan rápido y más o menos fácil a estos muchachos, torpes e inexpertos.

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Meses después, pregunté a uno de los muchachos del grupo que qué me decía de Saúl. Las noticias son de lo más triste: Saúl llega a la cárcel creyendo que iba, por su inteligencia, a dominar rápidamente. Por respeto a ti, lector, no cuento lo que sigue en detalle. Solo diré que sistemáticamente fue golpeado y abusado, hasta límites que no imaginas. Aquí detengo aquí la historia para tratar de llegar a alguna conclusión.

La mejor protección para tus hijos

Me dije: ¿Cómo le hace un joven para pasar de ser el capitán del equipo, a esto? ¿En dónde radica el mal, o el error? Pensé: “Está en el hecho de que este joven no supo elegir bien a sus amistades”. Luego me dije: “No, está en que sus padres confiaron demasiado en su inteligencia y no le enseñaron a tomar buenas decisiones”. Pero luego volví a pensar, y creo que no: esta tragedia se dio por el descuido de parte de sus padres. Puede ser que me equivoque, pero en una sociedad económicamente tan polarizada, cada vez es más difícil que los padres le dediquen tiempo de calidad a sus hijos: o bien están luchando desesperadamente por sobrevivir, o bien están pensando en mantener un nivel de vida, padres que creen que dando a sus hijos una buena escuela y el mejor Smartphone, han cumplido perfectamente en su función como padres.

Toda esta historia tan fuerte no tiene sino un consejo muy simple, muy sencillo: no será la escuela o la iglesia la que salve a tu hijo de ese mundo sórdido en que viven nuestros jóvenes ahora. Tu hijo es tu responsabilidad, y solo se salvará por las enseñanzas y el ejemplo que le des como padre de familia. Así de simple y de difícil lo veo yo. No sé qué piensas tú.

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Oscar Pech

Oscar Pech ha dedicado su vida a la enseñanza, la lectura, la escritura y la capacitación en diferentes partes de la República mexicana. Es una persona profundamente comprometida con la familia y los valores morales.