El corazón de la sociedad late en la familia

Uno de los mayores orgullos de un padre es saber que sus hijos son ciudadanos ejemplares. Para lograrlo es necesaria una formación sólida en valores dentro del hogar. El corazón de la sociedad late en la familia.

Rafael Vázquez

Los seres humanos somos gregarios. Eso significa que nos agrupamos, nos recogemos en grupos para suplir la totalidad de nuestras necesidades y así logramos desarrollar nuestros potenciales. Debido a que nacemos sin tener completas nuestras funciones mínimas para la supervivencia, la Naturaleza nos colocó en un núcleo grupal básico cuyos miembros nos ayudan a desarrollarnos hasta que somos capaces de valernos por nosotros mismos. Ese núcleo es la familia.

El objetivo de nuestro desarrollo en el entorno familiar, sin embargo, no tiene solo la finalidad de capacitarnos para sobrevivir, sino que va más allá: debe facultarnos para ayudar a otros a desarrollarse. Eso lo cumplimos, obviamente, cuando nos convertimos en procreadores de un nuevo ser, pero también cuando salimos del núcleo familiar y ayudamos a personas de nuestro segundo nivel de agregación humana: la sociedad.

Somos seres civilizados

Porque no nada más vivimos en familia, sino en una comunidad más amplia y compleja: la sociedad. Las condiciones que deben imperar en un núcleo familiar para que la vida en él sea grata, propicie el desarrollo y la realización de sus miembros, también deben ser el ambiente idóneo de una sociedad civilizada.

Ya sabes que me encantan las etimologías. La palabra en latín civitas era el vocablo que los antiguos romanos utilizaban para referirse al máximo nivel de civilización, de convivencia, acuerdo y solidaridad al interior de su comunidad. De esa voz derivan palabras en español como “civilización”, “civismo”, “ciudad”, “civil”, etcétera.

Ahora te voy a demostrar cómo el primer núcleo social en el que debemos mostrar los más elevados valores cívicos es la familia:

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Yo y los demás

La cultura cívica (o civismo) es todo aquello que nos ayuda a convivir en colectividad. El principal fundamento del civismo es el reconocimiento de los deseos, las necesidades, las propiedades y los problemas de los demás. A eso se le llama solidaridad. ¿Te suena “familiar”? Debería, porque estar al tanto de lo que otros desean, necesitan, poseen y viven es un renglón crucial para la buena vida en familia.

Respetar el espacio de tu pareja es una muestra de amor

Lo mío, lo ajeno, lo de todos

Además de la solidaridad, el civismo en realidad es otro valor familiar: si tomamos en cuenta que la cultura cívica se manifiesta en la actitud que asume cada persona con respecto al entorno ambiental material y los bienes comunes, nos daremos cuenta de que el primer y más importante lugar donde hemos aprendido a vivir con esas normas es el hogar. Aprendemos a respetar el esfuerzo de los demás cuando limpian y ordenan la casa, evitamos estropear los ambientes del hogar y seguimos reglas y protocolos de seguridad que nos dan nuestros padres.

¿No es entonces la buena cultura cívica en realidad un tema de buena convivencia en el hogar?

El civismo comienza en la familia

En pocas palabras, si tu hogar es un sitio en el que los miembros de la familia aprenden, por medio de la enseñanza y del ejemplo, a respetar, ayudar, cuidar, cooperar, servir a los demás y a tratarse con cariño y cortesía, su integración en otros niveles de la sociedad será mucho más sencilla, fructífera y gratificante de lo que podría ser si esos principios no se viven en casa.

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Si los miembros de la familia están habituados a mantener limpios sus espacios vitales (recámara, estudio, taller), a no irrumpir en los espacios ajenos, a preservar en buen estado los espacios y objetos de uso común (comedor, sala, jardín, cuidado de la mascota, el automóvil, etcétera), ello se verá reflejado en una conducta cívica del más alto nivel, comenzando por una actitud responsable en la escuela, el trabajo y en todos los niveles de asociación que tengan.

Pero más importante aún: si no tenemos éxito en tratar a los miembros de nuestra familia con los más elevados valores de convivencia, poco importará y muy pobre será el impacto que nuestra persona tenga en otros núcleos sociales.

En este artículo hallarás otra forma de ser un buen miembro de la sociedad.

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