Cuida tus emociones de lo que ves en las redes sociales

Lo que se comparte en redes sociales puede solo alegrarte o incomodarte… pero también puede destruir el prestigio de una persona y llevarla a la muerte.

Rafael Vázquez

En febrero de este año, un video aficionado se difundió en las redes sociales con una velocidad impresionante. Bastaron 3 horas para que miles de usuarios de YouTube en todos los continentes, vieran y re publicaran un clip de 99 segundos de duración en el que se veía a un entrenador de delfines durante un entrenamiento en ‘Marineland’, un acuario localizado en España. En el video, se escuchaba la voz del entrenador gritándoles a los cetáceos cosas como: “Vaga, eres una vaga” y “te voy a dar un cubazo en la cabeza”, además de ruidos de golpes.

En una semana, el video había sido reproducido más de 200 mil veces por usuarios de todo el mundo. Los noticieros también lo transmitieron y la viralización se potenció de un modo inusitado. La indignación de los usuarios de todas las redes sociales no se hizo esperar, ya que el sentimiento generalizado era de solidaridad con los animales maltratados y de repudio al entrenador por el maltrato que cometía.

Fue entonces que, mientras dos fundaciones de protección animal comenzaban a interponer denuncias contra el entrenador, el asunto se salía de control: los comentarios al respecto iban desde “¡Pobres delfines!” hasta “¡Deberían golpear así al entrenador!”; y desde consignas como “Quítenle el puesto a ése” hasta “¡Ojalá el entrenador se pudra en el infierno!”. El 26 de febrero un periódico entrevistó al entrenador, quien dijo que había recibido amenazas de muerte mediante todas sus redes sociales e incluso, vía telefónica. Había perdido un puesto que se le había prometido en Estados Unidos y se sentía destrozado. Días después se quitó la vida.

La viralización no se detuvo: las redes sociales hervían con expresiones de júbilo como: “qué bueno que lo haya hecho”, “un hombre malo menos”, “se hizo justicia” y así, poco a poco se fue olvidando el caso entre los usuarios.

La cara no vista de esta historia

José Luis Barbero no sólo era entrenador de delfines, sino que era terapeuta de niños con discapacidad. Había ayudado a más de 3 mil niños mediante la llamada delfinoterapia. En el momento de la viralización del video, uno de los acuarios más importantes de EUA le había ofrecido un puesto administrativo como coronación de una larga y sólida carrera como entrenador. Pero eso no es todo, las investigaciones policiales hallaron que el video no tenía el audio genuino sino que había sido manipulado y cuando se logró dar con los creadores del clip, éstos confesaron haberlo hecho y difundido, todo con la intención de que el acuario Marineland de España, fuera investigado por procedimientos inadecuados. Sin embargo, nadie odia al acuario, nadie habla de ese lugar.

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Controla tus reacciones

Los contenidos que se publican en internet deben ser sometidos al mismo escrutinio y criterio que todas las cosas que vemos en otros medios. Reaccionar sin más a las cosas que vemos ahí, puede generar consecuencias muy desagradables, como tener una riña con algún conocido, amigo o compañero o incluso dar pie a eventos tan trágicos, como el de José Barbero. Es urgente que la misma inteligencia emocional que ejercemos con las cosas que vivimos en directo, también la cultivemos para enfrentarnos a los contenidos a los que nos exponemos en la red.

Empatía: lo que nunca debe faltar

Desarrollar esa inteligencia emocional aplicada a las redes sociales, es sólo cuestión de prudencia. Pedirte que te pongas en los zapatos de un entrenador que grita amenazas a los animales quizás sea desproporcionado, porque tú nunca lo harías pero sí puedes ponerte en el lugar de alguien que está siendo víctima de un montaje: ¿cómo te gustaría que reaccionara la gente ante un video infamante contra ti?

Apaga tu extremo de la mecha

Es verdad que nuestra indignación puede incendiarse cuando vemos a una mujer golpeando a un niño o a unos jóvenes maltratando a un anciano, pero viralizar un video no es una denuncia en sí y la mayor parte de los casos no sabemos su exacta procedencia ni la fecha en que ocurrieron las cosas. Opta por no compartir esas publicaciones, pues no conducen a ningún arreglo, denuncia o mejora.

Sana tu corazón

No reacciones con exageración a las publicaciones. Si conocer un caso así te afecta emocionalmente de modo especial, siempre puedes difundir buenos sentimientos y ayudar a que la gente abandone conductas negativas. Si conoces de un caso específico, puedes acudir a las instancias correspondientes para que las autoridades se encarguen. Habla con tus seres cercanos sobre tus sentimientos o busca ayuda de un terapeuta o un líder espiritual. Transmite esperanza y no desesperación.

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