Tu hijo es un malcriado: 7 focos rojos que no debes ignorar

Una amiga mía siempre dice que si uno no educa bien a sus hijos, alguien más lo hará y de mal modo. No dejes que sea necesario.

Rafael Vázquez

Todos los padres queremos ayudar a nuestros hijos en todos los aspectos. Lo malo viene cuando la interpretación de “ayudar a nuestros hijos” significa evitar que pasen cualquier situación desagradable.

Sin más preámbulos, aquí está un listado de siete señales inequívocas de que tu hijo puede estar en peligro de ser una persona que cree que puede tomar todo lo que se le antoje, brincarse las reglas y satisfacer sus caprichos al instante, sin importar nada más, con las implicaciones que ello tiene para su futuro.

Si descubres que tu hijo presenta tres de estos comportamientos, es urgente ajustar las cosas. Postergarlo podría ser de terribles consecuencias. No bromeo.

1. No hace tareas del hogar

Conforme va creciendo, tu hijo es más capaz de asumir responsabilidades, como hacer su cama, servir o recoger la mesa, lavar los platos, lavar su ropa, barrer las hojas del jardín o llevar la basura al depósito. Si tu hijo no cumple esas responsabilidades, debes ayudarlo a comenzar. Si no le has dado esas obligaciones, necesitas hacer esos ajustes contigo mismo.

2. Hace rabietas persistentes

Si los berrinches, pataletas, lloriqueos y gritos son frecuentes, puede que su experiencia le dice que, si es constante haciéndolos, consigue lo que desea. Por ejemplo, el niño de una familia que va a la iglesia, llora y patalea cada domingo a la mitad del tiempo de los sermones porque su madre, con tal de no molestar a la congregación, lo saca de la iglesia y le da galletas que come en el jardín. Otra vez, es urgente que revises tu dinámica familiar y estés dispuesto a establecer reglas sencillas, pero firmes. Pero lo más importante es que las hagas cumplir.

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3. Te avergüenza en público

Conocí unos niños que siempre que estaban con su madre, al encontrar a alguien conocido le decían: “¿Nos regalas un pan? Mamá no nos ha dado de comer”. Un día la madre me dijo que hacía diez minutos que habían comido, pero que lo que comieron no les gustaba del todo porque tenía verduras que a ellos no les resultaban atractivas. Si tu hijo constantemente te hace pasar ratos bochornosos, necesitas ser muy firme y amorosa para establecer límites.

4. Obedece cuando quiere

Lo llamas y no viene. Se te queda viendo y hasta parece desafiarte, pero no obedece al llamado. De algún modo está seguro de que puede hacer caso omiso de tu instrucción sin que haya consecuencias. Si permites que siga siendo así, él crecerá creyendo que no hay ninguna autoridad ante la cual deba rendir cuentas, lo cual podría desencadenar comportamientos sumamente nocivos para él mismo y para otras personas.

5. Obedece cuando gana algo

“Si te portas bien, te compro este juguete”, o “Si haces hoy la tarea, el sábado te llevo al zoológico”. Esto es equivalente a sobornarlo para que se comporte adecuadamente. No puedes comprar su buen comportamiento, especialmente si lo tienes que hacer a cada rato. Portarse bien es un concepto muy ambiguo en modo y en tiempo, y la tarea se debe hacer a diario. ¿Qué harás mañana para que él haga su tarea? El fin de semana no te alcanzará (ni las fuerzas) para pagarle cada día de tarea hecha.

6. Se siente descontento todo el tiempo

Si percibes que tu hijo no está satisfecho con nada, es precisamente eso lo que le pasa. Piensa en la palabra “contento”. Esa palabra significa “contenido”, bien adaptado y guardado. Alguien descontento está disperso, desparramado, infeliz. Alguien que está dentro de los límites adecuados, está contento. Esos límites comienzan con los horarios para levantarse y dormir, y llegan hasta los buenos modales.

7. Siempre trata de hacer su voluntad

El control es algo que siempre quieren los niños. Y lo mejor que se puede hacer es nunca dárselo. Es la forma en que mejor aprenderán cómo usarlo cuando lo tengan. Y lo mejor sería que aprendieran que nunca lo tendrán del todo, porque aun si no estás tú, siempre habrá algo o alguien que de verdad tiene la sartén por el mango: la naturaleza, un jefe, la moral, Dios, etc.

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Como puedes darte cuenta, un niño necesita límites firmes para ser feliz. El niño que interrumpía el servicio religioso con sus lloriqueos y sus rabietas dejó de hacerlas un día que su madre no quiso sacarlo a comer galletas. Todos tuvimos que aguantarnos unos cinco minutos de berrinche ese domingo. El siguiente domingo también ocurrió un episodio de rabieta. Y el siguiente, y el siguiente. Sin embargo, su madre, siendo muy paciente con nuestras miradas de reproche, permaneció dentro de la iglesia.

Dos meses después, el pequeño ya no lloraba. A partir de entonces, se sienta y hace su mejor esfuerzo por escuchar. Al menos aprendió que llorar ya no funcionaba para escapar del servicio. Ahora era incluso capaz de escuchar los mensajes.

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