3 falsas ideas sobre el optimismo

Hay tres cosas que la mayoría de los libros de autoayuda y los instructores omiten explicar. Aquí están convertidas en consejos prácticos.

Rafael Vázquez

Hoy fue el primer día de tu nueva vida optimista. Terminaste aquel libro de autoayuda que tantos paradigmas rompió en tu forma de pensar o concluiste entusiasta aquel curso de automotivación impartido por aquel guapísimo, próspero y divertido instructor que te hizo decidirte a renovar tu vida. Estás con la motivación al tope, te levantaste temprano, descorriste las cortinas de un jalón para que el sol bañara tu rostro, saludaste a la naturaleza y diste gracias a la vida por dejarte participar de ella un día más. Preparaste el mejor de los desayunos para todos los que viven contigo, o sea, aquellos con quienes compartes tu vida. Sonriendo, esperaste a ver la reacción que todos tendrían al ver tu nuevo rostro iluminado por el optimismo y el amoroso servicio que les obsequias y que hoy lleva el valor agregado de tu alegría desbordante.

La misma triste realidad

Pero por alguna razón, nadie parece haber notado algo diferente. Esa iluminación que hace brillar tu interior no parece haber sido advertida por aquellos de quienes esperas una respuesta más favorable. Pero tú no dejas que tu optimismo merme por un inicio poco espectacular y te convences de que no debes dejar de sonreír por un incidente tan insignificante. Así que sales con tu mejor atuendo, complementado por tu nueva visión entusiasta y tu decisión de contagiar ese optimismo en cada oportunidad y con cada persona que te topes.

Así llegas al estacionamiento de la oficina o la escuela y preparas tu mejor sonrisa para el guardia, sintiendo una profunda empatía por su vida y gratitud por su trabajo, y cuando por fin pasas cerca de la cabina, y lo miras llena de optimismo y felicidad, él te mira con una expresión de sorpresa y repugnancia, y apenas lo pasas escuchas que murmura “¿qué le pasa a esa loca?”. Sientes como si a tu brillo interior le hubieran echado un cubo del agua helada. Ni para qué contar lo que le hace tu día a tu optimismo: tu jefe, tus maestros, tus compañeros… ¿Cómo? ¿Acaso mintió el instructor? ¿El libro es un fraude?

¿Qué estás haciendo mal?

Nada. El problema no es tu nueva forma optimista de ver y vivir la vida. Me he dado cuenta de que el asunto es mucho más sencillo: hay al menos tres cosas que la mayoría de los libros de autoayuda y los instructores omiten explicar, y aquí te las paso convertidas en consejos prácticos.

Verdad no. 1: El optimismo NO es una actitud

El optimismo es una certidumbre y una serie de razonamientos que te ayudan a enfrentar los problemas del modo más edificante. Pero no se trata de recibir todos los acontecimientos de la vida con una sonrisa en la boca. Llegarán acontecimientos que quitarán esa sonrisa, como por ejemplo perder a una persona querida, fracasar en un proyecto, perder un trabajo o romper con una pareja sentimental. Sería de locos exigirte que siempre sonrías ante esas cosas.

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El optimismo es más bien una tranquilidad interior que te ayuda a elaborar el dolor y la pérdida que sufres y a entender que la vida es una secuencia de altibajos y una oportunidad continua de aprendizaje: el optimismo no es reírte de las cosas que ocurren, sino sacar una experiencia provechosa de todo lo que vives.

Verdad no. 2: El optimismo no resuelve los problemas

Ninguna estrategia, método, ideología, religión o sistema de vida que te ofrezca la felicidad te librará de las dificultades que vienen con la vida. Más aún, el aprendizaje de principios, lemas, máximas y versos no te ayudarán a pasar por la vida sin sufrir cuando tengas que hacerlo. Por el contrario, serás tú mismo quien salga de los problemas habiendo pasado a través de ellos, con la inteligencia racional, intuitiva y emocional que hayas podido desarrollar gracias a tu nueva forma optimista de ver la vida. Lo que sí puede pasar es que tú desarrolles una mayor capacidad para sobreponerte a las calamidades (no para esquivarlas).

Verdad no. 3: La felicidad no se puede fingir

A todo el mundo le gusta ver sonreír a la gente. Pero curiosamente resulta muy molesto ver a alguien fingir una sonrisa. No tienes la obligación de aparentar felicidad ante nadie. Si te sientes triste, asume tu tristeza con su nombre. Si estás enojado, identifica el enojo, su fuente, su mecanismo y trata de tranquilizarte a partir de lo que tú sabes que puede funcionar contigo, a tu propio ritmo y a tu entera satisfacción. Si no estás feliz al grado de la euforia, no te sientas culpable, tu estado es lo que en la salud se llama eutimia, lo que es el punto idóneo del bienestar emocional.

No hay felicidad sin obstáculos

El instructor entusiasta que viste de blanco y sonríe todo el tiempo, también es un ser humano: si llega a casa y recibe la noticia de que su hijo está enfermo, no brinca de alegría. Aquel escritor del libro de optimismo también tuvo sesiones largas y cansadas con sus editores, y no todo fue alegría y sonrisas. Al menos eso es lo que me quiero imaginar para concederles el crédito de la felicidad que dicen vivir. Por lo tanto, ser optimista no es cuestión de un solo día, no te desanimes, sácale provecho a las pruebas de la vida, aprende y sé tú misma.

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