Los milagros existen, aunque eso moleste a Carlos Gardel

Si sientes que todo está perdido, que tu situación o problemas están muy por encima de tu capacidad para solucionarlos, lee este artículo.

Oscar Pech

Empecemos por definir qué es un milagro. Para decirlo de manera sencilla, diremos que un milagro es un acontecimiento extraordinario que es originado por el poder de Dios y el amor que Él nos tiene. La Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo testamento, son un registro donde es frecuente encontrar milagros: Jesús transformó el agua en vino, calmó la tormenta, multiplicó los alimentos, sanó enfermos, resucitó muertos. Para el ateo, o para quien solo cree en la ciencia, o para el materialista, creer en un milagro hoy día es un sinsentido. De hecho, hay denominaciones cristianas (los Luteranos, los Testigos de Jehová) que niegan que hoy día sucedan los milagros, porque creen que éstos hoy ya no son necesarios.

Los milagros acontecen a través de nuestros semejantes

Una cosa es cierta: para que se puedan dar los milagros, un requisito previo es tener fe. En Mateo 13:58 y Marcos 6:5 aprendemos que cuando Jesús estuvo en Nazaret, no pudo hacer muchos milagros allí, por causa de la incredulidad de ellos. Luego entonces, para quien tiene fe, hoy es un día de milagros. Para quien abre sus ojos a esa posibilidad, puede ver —por decirlo así— la mano de un Padre amoroso que continuamente vela por sus hijos.

Por supuesto, habría que hacer algunas aclaraciones: 1. Parte del propósito de esta vida es pasar adversidad: eso es lo que nos hace crecer, desarrollarnos, adquirir habilidades que no tendríamos si todo fuera fácil. 2. Por lo mismo, el Padre, en Su gran sabiduría, muchas veces no nos da de inmediato lo que necesitamos. 3. Pero una cosa es bien cierta: muchas veces, casi siempre, Él pone Su mano sobre nosotros, a través de las manos de Sus siervos. Y aquí es donde entra Carlos Gardel.

La más dolorosa ingratitud, la más sorda indiferencia

Pocas canciones hay más desesperanzadoras que Yira, yira. La canción nos habla de esos momentos (todos hemos pasado por ellos) en que estamos sin rumbo, desesperados, urgidos de ayuda, y lo único que encontramos a nuestro alrededor es la más dolorosa ingratitud, la más sorda indiferencia. Este tango, entonces, nos dice lo que vamos a descubrir en esas circunstancias:

“Verás que todo es mentira, verás que nada es amor,

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que al mundo nada le importa. Yira, yira…

Aunque te quiebre la vida,

aunque te muerda un dolor,

no esperes nunca una ayuda,

ni una mano, ni un favor”

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Mientras escribo estas líneas, pienso en un muy buen amigo mío. Cuando dejé la ciudad de Cancún y decidí vivir en la Ciudad de México, lo visité, para que me ayudara a buscar empleo. Me recibió en su oficina, sacó su tarjetero y empezó a revisar contactos: “Puedes contactar con este rector de esta universidad, y con éste, y con éste”, me dijo. De allí pasamos a otros, más cercanos: “A este rector le puedes decir que vas de parte mía, y también a éste, y a éste”, y terminamos con los que eran casi seguros: “Éste me debe favores muy especiales. Dile que te mando yo. Él está obligado a ayudarte: me debe mucha ayuda. Lo mismo, éste, y éste… y también éste.”

Por cierto, ninguno me ayudó. Es más: en no muchos meses después, en la inestable economía del siglo XXI, él mismo perdió su empleo y, hasta donde sé, ninguno de sus amigos le ayudó a encontrar empleo.

No esperes nada de nadie, y entonces la ayuda llegará

Entonces… ¿Carlos Gardel tenía razón, y ya no debemos esperar milagros? No, no lo creo. Déjame te cuento el fin de la historia, y dime si este modelo no se ha repetido en tu vida. Un día me llama un joven que había sido mi alumno más de una década atrás. Necesitaba alguien que tuviera mi perfil, me ofreció empleo y, bueno, lo demás es historia. Y lo mismo sucedió con el amigo que me ayudó a buscar empleo: la ayuda suele venir de lugares inesperados.

Puede ser que esté equivocado, pero creo que hay un modelo en esto: si esperas ayuda de los que deberían ayudarte, por alguna extraña ley de la vida, éstos siempre te fallan: Carlitos Gardel tenía razón. Pero siempre, de donde menos lo imaginas, vendrá una mano inesperada que te ayudará a levantarte.

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Si quieres, tú puedes ser el instrumento del milagro

¿Los milagros existen? Sí. Por supuesto que sí. Lo he visto una y otra vez en mi vida. Pero también he aprendido que siempre llegan de donde menos lo imaginas, y aquí viene lo importante:

Una vez me subí a un taxi en la ciudad de Chihuahua capital. Pocas cosas me gustan tanto, como platicar, así que, en lo que atravesábamos la ciudad, platiqué con el taxista. Él me hablaba de lo mal que iba su vida, de que nada le hacía sentido y de cómo él era testigo de que su suegra y su esposa no dejaban de orar por él, para que por fin pudiera sentar cabeza. Traté de mostrarle por qué creía yo que ellas le amaban y tenían la razón, y hacia dónde iba su vida. Cuando llegué a mi destino la charla era tan intensa, que él apagó el motor, y seguimos platicando un buen rato. Cuando me bajé del taxi, él dijo algo que me tocó en lo más profundo de mi ser: “¿Sabía que usted fue la respuesta a las oraciones de mi esposa?”.

Nuevamente: los milagros existen. Y tú puedes decidir entrar en la nómina del tango de Carlos Gardel, o puedes unirte al grupo de aquellos que son la mano inesperada, la respuesta a muchas oraciones, el milagro que cambia la vida de alguien. Todo depende de ti, de lo que quieres hacer. Así que deja te pregunto, abiertamente: ¿Quieres ser un instrumento en las manos del Señor para hacer milagros inesperados en Su nombre?

Entonces lee: Cómo salvar el mundo, sin salir de casa

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Oscar Pech

Oscar Pech ha dedicado su vida a la enseñanza, la lectura, la escritura y la capacitación en diferentes partes de la República mexicana. Es una persona profundamente comprometida con la familia y los valores morales.