¿En dónde está tu mente cuando juegas con tus hijos?

En un mundo tan agitado como el nuestro, centrarnos en el presente y disfrutar del ahora es un esfuerzo que vale la pena hacer, sobre todo cuando jugamos con nuestros hijos. Para ellos, jugar es mucho más que pasar el rato.

Aida Robles

¿Te has puesto a pensar en las razones por las que llevas a cabo cada una de las actividades diarias que realizas? Trabajar, ir a la escuela, realizar las labores de casa, resolver los pendientes de la vida cotidiana, etc. Las sociedades en las que vivimos suelen estar centradas en los resultados que se obtienen de las actividades que realizamos, es decir, en la capacidad productiva que tenemos. En este sentido, parece que muchas (si no es que todas) las actividades que realizamos diariamente están enfocadas en el futuro y no en el presente; en la razón y no en la emoción.

Estamos acostumbrados a pensar que todo, hasta una simple charla, tiene un propósito encaminado a la obtención de un fin, ya sea nuestro o de alguien más. Por ejemplo, si una persona se nos acerca para charlar nos preguntamos qué es lo que querrá de nosotros; si acaso nuestra pareja se muestra más afectuosa de lo normal, pensamos que quizá algo quiere ocultarnos, o si nuestros hijos se muestran responsables en sus tareas, suponemos que algún permiso nos solicitarán o que quieren que les compremos algo.

Así exigimos —sin darnos cuenta— un propósito a la mayor parte de nuestras relaciones con otras personas, cuando por ejemplo preguntamos: ¿qué necesitas? cuando alguien se nos acerca de manera cordial. Generalmente, vivimos en el pasado, en relación con lo que hemos perdido, o en el futuro, en función de lo que buscamos obtener. ¿Y dónde quedó el presente?

El presente con nuestros hijos

Pensemos ahora en el tiempo que pasamos con nuestros hijos, el tiempo que les dedicamos más allá del que nos ocupa para atender sus necesidades básicas de alimento, cuidado, salud y el aprendizaje escolar. Me refiero al tiempo de juego: ¿con qué finalidad jugamos con ellos?

Mucho se ha escrito sobre la importancia del juego en los niños, de las capacidades motrices y cognitivas que desarrollan al jugar, las habilidades de cooperación y competencia que se fortalecen, así como el aprendizaje del mundo social. Si bien todo ello es de vital importancia para el desarrollo integral de nuestros pequeños, quisiera centrarme en lo que implica el placer del jugar, por el jugar mismo.

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Es a través de la relación con la madre y de los más tempranos juegos con ella, que los niños se hacen conscientes de su cuerpo y de las sensaciones que recibe en el encuentro y reconocimiento de otros cuerpos; situación que solo sucede cuando los adultos estamos centrados en el presente y dispuestos a compartir nuestro cuerpo con el de nuestro hijo, a través del juego.

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El juego es una forma de aceptación

Si al jugar con nuestros hijos, nuestros pensamientos están centrados solo en los conocimientos que deben adquirir para llegar a ser padres, madres, profesionistas o buenos trabajadores, nuestra atención estará enfocada en su futuro, en los adultos que llegarán a ser, y no en los niños que son en el aquí y el ahora.

Reconocer a nuestros hijos en el juego, implica estar conscientes de su cuerpo, de sus alcances y limitaciones en una aceptación total de los seres que son. Ser aceptado es ser visto en el presente, en este caso, como un niño y no como un futuro adulto. No ser visto en las interacciones del presente es ser negado, situación que para un niño puede llegar a ser sumamente dolorosa.

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¿Cómo estar en el presente con nuestros hijos?

Si bien las condiciones económicas y sociales en las que vivimos nos obligan cada vez más a preocuparnos por las necesidades presentes y futuras, es posible que hagamos un esfuerzo y un ejercicio de reflexión sobre el tiempo que pasamos con nuestros hijos. ¿En que estoy pensando cuando juego con mi pequeño?

La ruta a seguir para mejorar la calidad de tiempo que pasaos con ellos, no es tan difícil: implica procurar estar para ellos en ese momento. Estar con toda nuestra atención en el juego, en una aceptación del presente, lejos de expectativas que nos lleven más allá de ese preciso instante de interacción.

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Aida Robles

Aida Robles es psicoterapeuta y maestra en psicología social. Además de la clínica, se dedica a la docencia y a la investigación psicosocial.