Dinero, paciencia y constancia: una combinación ganadora para enseñar a tus hijos

"Un hombre que puede controlar su cuerpo, su mente y su dinero, lo tiene todo para ser feliz".

Emma E. Sánchez

En mis tiempos de niña se acostumbraba que el día domingo, los padres dieran a sus hijos una pequeña cantidad de dinero para que gastaran en alguna golosina o entretenimiento. “Tu domingo”, como se le llamaba a ese dinero, era totalmente tuyo y podías hacer lo que quisieras con él. Aparte, a lo largo de la semana algunos padres daban algunas monedas a los niños para que de igual manera compraran algo en la escuela, para su almuerzo. Algunos niños de manera natural descubrían el ahorro y unos más recibían el consejo de sus padres para hacerlo, pero la gran mayoría de pequeños —y me incluyo— no hacíamos nada especial con el dinero más que gastarlo sin miramientos, pues finalmente al día o la semana siguiente, habría más de donde vino el primero.

Este ejemplo sencillo de la administración que un niño le da al dinero que recibe de sus padres, es también una muestra de cómo a futuro se desarrolla toda una creencia y actitud hacia el dinero. Muchos adultos a la larga no tienen el hábito, la costumbre o la fuerza de voluntad de ahorrar dinero y al final del día, el dinero termina siendo su peor enemigo y la razón de sus sinsabores y desdichas.

Como padres tenemos la magnífica oportunidad de ayudar y enseñar a nuestros hijos el cómo obtenerlo, cuidarlo, administrarlo y aprovecharlo de la mejor manera. Cuando un niño vive con estos principios económicos, en su juventud y vida adulta será capaz de hacer grandes cosas para él mismo o los demás, entonces el trabajo y el dinero estarán a su servicio para darle una mejor calidad de vida.

Los tres principios fundamentales de las finanzas personales

1. Trabajo

El trabajo es el único medio mediante el cual el hombre puede ser útil a la sociedad, así como brindar seguridad y amparo a los suyos. De nada sirve ser muy bueno y muy amable si se tiene hambre y no se saben producir bienes.

Desde la infancia, el niño debe tener el buen ejemplo del trabajo en su hogar y no de la ociosidad. Los niños pequeños buscan imitar a la madre cuando ella barre o limpia la casa, les gusta colaborar y saber que pueden hacer las cosas por ellos mismos. Una gran oportunidad de trabajo en casa es tener un pequeño huerto familiar, donde los hijos puedan experimentar el esfuerzo físico, el cansancio, la pérdida pero también el gozo de obtener algo fruto de su trabajo y poder compartirlo a los demás.

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Mientras mis hijas fueron pequeñas, en casa tuvimos mucho tiempo conejos y gallinas, consumíamos la carne del conejo y usábamos su piel, de las gallinas se obtenía abono y obviamente los huevos. Tener estos animalitos nos dio la oportunidad de enseñar y mostrar el principio del trabajo y el gozo de obtener alimento para la familia. Muchos otros buenos principios se derivaron de algo sencillo, como el amor por los animales, el aseo, la reproducción, la vida y la muerte, por mencionar algunos de ellos.

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2. Ahorro

Las cosas que valen la pena en esta vida requieren de preparación, esfuerzo y constancia, y no hay nada como el ahorro para experimentarlo. Cuando alguno de tus niños te pida algo, dile que le vas a enseñar un gran secreto, un poder maravilloso para logra todo cuanto él se proponga, entonces obséquiale un botecito, un frasco o algún contenedor donde pueda juntar el dinero y verlo cómo aumenta conforme pasa el tiempo. Tú puedes irle dando el dinero, pero si quiere que el dinero crezca y se multiplique, invítalo a trabajar, a desempeñar una tarea extra a sus deberes del hogar. Ejemplo: si pagas por lavar el carro a alguien más, permite que sea tu hijo quien lo lave y paga lo correspondiente. Deja que el niño desarrolle su creatividad y genere iniciativas para trabajar y obtener el dinero suficiente para satisfacer sus deseos.

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3. Paciencia y constancia

Todos iniciamos con mucho ánimo y alegría nuestros ahorros, pero al paso de los días o a la primera necesidad o capricho, queremos romper el frasco, abrir el botecito y gastar el dinero que estábamos ahorrando. Esta es la parte más difícil de aprender: el controlar nuestros deseos de gratificación inmediata. Puedes hacer un calendario donde el niño marque una fecha que sea la meta para el ahorro y no se prolongue la espera, con el fin de que no pierda el interés. Recuerda, a final de cuentas, lo más valioso será el camino recorrido y no la meta lograda.

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Hazle un regalo a tu hijo que le dure toda la vida y que le abra las puertas a la abundancia, la tranquilidad y la dicha de saberse alguien libre, enséñale a tener el poder de ganar y administrar su riqueza.

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.