A mí, Dios no me escucha

¿Cómo sé que Dios me escucha? Quizá te lo has preguntado también. Te invito a acompañarme en la búsqueda de respuestas.

Marilú Ochoa Méndez

“A mí, Dios no me escucha”, dijo Susana a su hermana mayor, Nidia. Estaba realmente contrariada. Había pedido a Dios durante más de diez años que le permitiera conocer un hombre bueno con quien pudiera formar una familia. A sus 38 años, se sentía sola, triste y abandonada por Dios en ese que era su sueño más grande. Nidia no sabía qué decirle. Ella había experimentado ya la dureza de la vida y se había sentido exactamente igual a Susana. Pensó muy bien las palabras y dejó que cayeran despacio sobre el corazón de su contrariada hermana.

Las tres respuestas de Dios

“Dios nos brinda tres respuestas siempre, hermana”, —comenzó Nidia—: “A veces nos responde ‘Sí’, a veces nos responde ‘No’ y a veces nos responde ‘Tengo mejores planes para ti’. ¿Cuál crees que ha sido la respuesta a tu petición hasta ahora?”

Susana no sabía en realidad qué contestar a esa pregunta. ¿Ella debía ser quien pusiera límites a Dios para cumplir las peticiones que le había realizado? Reflexionaron juntas sobre el caso de Sara, esposa de Abraham, quien no creyó ya concebir un hijo y, a su avanzada edad, tuvo a Isaac, a pesar de que su esposo tenía ya 99 años. Abraham y Sara tenían razones para sentirse exactamente como ella, pues Dios había prometido a Abraham una gran descendencia que año tras año parecía no llegar. Sin embargo, llegó.

En la Biblia existen muchos casos como éste, en los que Dios nos muestra que Su llegada abre nuevos horizontes a la forma como los hombres entendemos el mundo, los tiempos, y la realidad de lo que pedimos.

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Todo el que pide, recibe

Dice Jesús en el libro de Mateo: “¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿Y si le pide un pez, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le piden?” (Mateo 7:9-11). Aquí el meollo del asunto está en las palabras, “vuestro Padre dará cosas buenas”. ¿Qué es “bueno” para nosotros, para ti? ¿Tú en verdad lo sabes?

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Salto de fe

El reto entonces es dar un salto de fe. Abrir el corazón para saber ver en cada cosa que sucede, la mano providente de Dios que nos ama. Tanto que si solamente existieras tú en la Tierra, Él hubiera dado Su sangre por tu salvación. ¿Confías en Dios? ¿Puedes intentar ver en lo que te sucede día a día, Su mano poderosa y llena de amor?

¡No desesperes! Ya sea que estés en el caso de Nidia o de Susana, ten por seguro que el Señor siempre te escucha, te ama y te llenará de grandes y valiosos regalos que —si los aprovechas bien y los recibes con paciencia— te harán inmensamente feliz.

Te invito a leer: No eres invisible para Dios.

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Marilú Ochoa Méndez

Enamorada de la familia como espacio de crecimiento humano, maestra apasionada, orgullosa esposa, y madre de siete niños que alegran sus días. Ama leer, la buena música, y escribir, para compartir sus luchas y aprendizajes y crecer contigo.