5 cosas IRREMEDIABLEMENTE MALAS que los niños aprenden de la violencia física de sus padres
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Fernanda Gonzalez Casafús
Muchos padres piensan que la disciplina pasa por el rigor estricto y cuando las palabras no son suficientes una nalgada o cachetada pueden lograr el objetivo. ¿Hasta qué punto la violencia física sirve para lograr obediencia?
Muchos adultos han crecido con la idea de que una bofetada o nalgada no viene mal si se aplica en el momento correcto. La sociedad en general parece que estuviera anestesiada ante los castigos a los niños y el maltrato en general. Piensa en esta situación: ves a un hombre pegándole a una mujer en la calle y diciéndole “te he dicho que te portes bien”. Inmediatamente te sorprenderás, harás algo, tal vez increpes al sujeto o le preguntes a la mujer si necesita ayuda, hasta puede que llames a la policía. Ahora piensa en ésta otra situación: Una madre golpea a su hijo en una plaza; lo toma del brazo, lo zamarrea y le dice “¡te he dicho que te comportes!. Tal vez pienses “pobre niño”. O tal vez pienses “pobre madre que tiene que lidiar con un niño revoltoso”. Pero seguramente no regañes a esa madre ni te intrometas en la situación. Estamos tan acostumbrados a creer que el maltrato infantil forma parte de la educación correcta de un niño que ésta última situación nos parece por demás de cotidiana.
Cuando los ritmos de los niños y nuestros ritmos no coinciden generalmente tenemos un conflicto en puerta. A veces pensamos erróneamente que para frenar una acciòn indeseada de un niño es adecuado gritarles o pegarles para que cese. Sì, tal vez lo haga en el momento. Tal vez deje de hacer esa rabieta o tal vez de una vez por todas te haga caso. Pero la realidad es que sólo lo hará por sumisión, por miedo, pero no habrá aprendido nada de esta situación. Lo que ha aprendido es que todo en la vida se resuelve a los golpes.
Pero si es tan sólo una nalgada
Es habitual escuchar “pégale una nalgada y verás qué rápido entiende”. Hasta hemos crecido con canciones infantiles donde la mamá le pega a su hijo y es algo natural, como la canción de cuna del elefante trompita que si no se porta bien su mamá “le hace chás chás en la colita”. Reconozco que se me ha escapado un “chirlo” en la cola, como lo llamamos en Argentina, a mi hijo de 2 años. Su carita y su tristeza en ese momento me hizo sentirme la peor madre del mundo: “mamá, me pegaste” me dijo apenado. Pedí perdón y lloré a escondidas, pero el daño ya estaba hecho. había roto su confianza. Prometí no volverlo a hacer, pero para ello tengo que contar hasta 10 y acudir a mis reservas de paciencia. Ah, sí, y nunca olvidar quién es el adulto.
¿Qué aprenden mis hijos de las “nalgadas”?
Cuando les pegas a tus hijos estás reflejando en ellos tu propia frustración. Piensa en las consecuencias que acarrea la violencia física y reflexiona acerca de la enseñanza que estás dejando con tu accionar.
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Los problemas se arreglan a los golpes. Si no le das chance de explicar, o hablar, o si en vez de consecuencias sólo brindas castigos físicos aprenderá tarde o temprano que ésa es la forma de resolver conflictos en la vida.
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Lastimar a quienes amamos es normal. Los padres son la base de sostén de un niño. Cuando es agredido físicamente su mundo se desmorona, pues han resquebrajado su confianza. Con el tiempo aprenderá que ésto es normal y será él en el futuro quien ocupe ese lugar de abusador.
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El enojo no puede controlarse tan fácilmente y los golpes son una buena solución. Cuando golpeas a tu hijo estás descargando tu enojo y estás cercenando sus emociones. Si no le brindas herramientas alternativas a la descarga de ira nunca aprenderá a gestionar sus emociones negativas.
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Los errores siempre tienen su castigo. Un niño que es castigado con el maltrato físico ante sus errores temerá siempre a equivocarse y será una persona reprimida y desconfiada
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La obediencia es a través del miedo y no por convicción propia. Por sumisión y miedo tal vez haga caso, pero lo importante es que la obediencia se de por convicción, para que aprehenda los verdaderos valores de la vida.
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La violencia engendra más violencia. Si en un momento de mucha tensión se te escapa una nalgada no temas en pedirle perdón a tu hijo y explicarle que eres humano y tienes tus errores. No te hará menos fuerte ni tu hijo te desacreditará; por el contrario, aprenderá que tener errores es normal y subsanarlos de la manera adecuada es el camino correcto. Pegar a nuestros hijos daña su personalidad y deteriora el desarrollo cognitivo. Para no llegar a la violencia es importante establecer los límites a tiempo y establecer pautas de convivencia, así como una serie de consecuencias ante comportamientos indeseados.