5 factores de tu hogar que AYUDAN a que tu hijo se pueda convertir an alguien violento
La respuesta ante los problemas que aquejan la sociedad está siempre en la familia. Descubre qué factores específicos que podrías vivir en casa, ayudan a que tu hijo se convierta en asesino y evítalos.
Marilú Ochoa Méndez
Suena terrible. ¿Mi hijo un asesino? De acuerdo a un estudio español, que analizó 74 casos de adolescentes que atentaron contra la vida de otras personas, un 42% de ellos pertenecían a familias “normales” y presentan un perfil común y corriente.
Esta declaración, pone los pelos de punta. Y es entonces cuando los padres nos preguntamos”¿qué factores pueden provocar que un niño se convierta en un asesino?, ¿qué necesita sufrir, sentir en su corazón, para cometer asesinatos a sangre fría?, y la pregunta más importante, ¿qué puedo hacer yo hoy para educar a mis hijos y evitar salir afectados por esta creciente ola de violencia?
La Beata Madre Teresa de Calcuta decía que en el mundo existe más gente buena que mala, y que si acaso no encontramos a alguna, es necesario SER UNA nosotros.
Hoy más que nunca se lanza este reto a los padres de familia: ser luz entre tanta obscuridad, preservar a nuestros hijos de este ambiente agresivo y violento, educar para la paz.
¿Por qué sucede esto?
A muchos nos cuesta entender qué orilla a un joven o a un niño a cometer un asesinato a sangre fría, a no afectarse por el sufrimiento ajeno ni el propio.
Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco, citado por el diario español El País, nos dice que en realidad, hay muchos niños difíciles, pero sólo unos cuantos llegan a ser violentos, y muy pocos, poquísimos, llevan esa violencia a situaciones extremas. Las condiciones que de acuerdo a este experto deben darse para provocar esta situación son: que haya un daño cerebral que afecte a los mecanismos reguladores de la conducta y provoque una impulsividad extrema, o que tenga alguna vulnerabilidad de tipo biológico o psicológico. El mismo diario cita la opinión de otro experto, Andrés Pueyo, quien comenta que para que una acción acabe en un homicidio se requieren dos tipos de componentes: de personalidad y de oportunidad. Lo que sucede es que, en una situación emocional determinada -de celos, por ejemplo-, se encadena una serie de actos que pueden incluir la violencia, y que si se dan ciertas circunstancias pueden acabar en un homicidio. En la violencia infantil, los componentes de oportunidad son muy importantes, insiste.
El maltrato infantil también influye
A este respecto, los expertos opinan que existen, además de la oportunidad, elementos de imitación: los niños deben aprender en algún lugar que la violencia es una manera efectiva de resolver los conflictos, y deben haber endurecido su corazón ante las reacciones de otros. Esto lo afirma de manera contundente José Sanmartín, autor de varios libros con este tema. Él nos dice que niños sometidos a malos tratos sistemáticos tienen la amígdala hasta un 12% más reducida, explica. El maltrato puede dañar los circuitos cerebrales que controlan los instintos agresivos. La amígdala de un niño maltratado puede estar afectada y no controlar bien el comportamiento, añade.
¿Qué factores determinan la violencia?
¿Podríamos decir entonces que ciertos factoresdeterminanla violencia en los niños? Muchos de los niños asesinos alrededor del mundo provienen de hogares rotos y violentos, pero también varios de ellos se mostraban “normales”, vivían en familias comunes y corrientes. ¿Por qué asesinaron entonces?
En el reportaje arriba citado del diario El País, se nos dice que también hay casos de violencia extrema inexplicable de niños o adolescentes que no pertenecen a una familia desestructurada ni han sido víctimas de violencia. A este respecto existe un estudio realizado por el sociólogo español Ramón Quilis Alemany sobre una muestra de 74 niños y adolescentes condenados en España entre 1994 y 2001 por homicidio. En él afirma que el 42% eran chicos aparentemente normales que vivían en familias también aparentemente normales, que sin embargo, poseían algún trastorno que (de manera alarmante, no se había detectado ni en su hogar ni en la escuela). Del 100% de la muestra, el 54% de los homicidas presentaba algún tipo de trastorno de la personalidad o conducta antisocial y otro 4% había actuado bajo los efectos de un brote psicótico, es decir, un trastorno mental severo que anula la voluntad.
¿Niños “normales” violentos?
Quisiera que nos concentráramos en el 42% que encontró el sociólogo Quilis. Nos habla de jóvenes que estaban integrados a su comunidad, cuyas familias no destacaban necesariamente por conductas violentas ni por carecer de unidad. ¿Entonces qué orilló a estos chicos a matar? El estudio nos dice que la violencia se hereda y también se aprende. Varios estudiosos, entre ellos Andrés Pueyo afirman que si un niño tiene un temperamento proclive a la violencia y nadie le pone límites desde muy pequeño, las posibilidades de que la educación pueda llegar a modular su comportamiento son cada vez menores.
¿Qué podemos hacer los padres?
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En primer lugar, poner límites amorosos a nuestros hijos, y mostrarles de manera respetuosa a respetar a otros y a cuidar personas, animales y cosas.
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Procurar vivir un ambiente cálido en el hogar, donde la manera de resolver los conflictos sea civilizada y se atiendan los problemas y errores de los miembros de la familia sin atentar contra la dignidad ni autoestima de los hijos o cónyuges.
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Animar a nuestros hijos a evitar la violencia, a denunciarla y a erradicarla. Ellos pueden ser factor de cambio si cuentan con herramientas para reaccionar ante estos actos.
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Conectarnos con nuestros hijos. Dedicarles tiempo, llegar a conocerlos a fondo, que nos tengan confianza.
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Vincularnos con la escuela de nuestros hijos, de manera que podamos intervenir si es necesario para atender alguna situación importante.
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La luz tan necesaria en este mundo complicado y violento puedes encenderla desde ya en tu hogar, más que preocuparnos y sumirnos en la tristeza, eventos como el ocurrido en Nuevo León México, deben invitarnos a amar más y mejor a nuestros hijos. Estamos a tiempo.
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