5 mentiras que no debes decirle a tus hijos
Tus hijos aprenden más de ti de lo que imaginas. Tu esfuerzo y crianza respetuosa en momentos complicados se recompensará si cuidas estos detalles.
Marilú Ochoa Méndez
¡En un ratito bajo contigo a mirar televisión!, le dije a mi pequeño de 8 años, pero no planeaba hacerlo. Me quedé trabajando en la computadora una hora más.
Lo dije para que dejara de insistirme, pero lo hice entristecerse, pues por la noche, cuando rezamos juntos, me dijo que era importante para él enseñarme sus avances en su juego de Minecraft. La claridad de su reclamo justo, me llenó de vergüenza.
Es una realidad que muchos adultos mentimos compulsivamente, para obtener tranquilidad, paz o comodidad. Sin embargo, ¿qué sucede en los otros cuando nos volvemos mentirosos compulsivos?, ¿o cuando nos comprometemos mucho pero no cumplimos con lo dicho? Nuestras relaciones desmerecen, por decir lo menos.
Y ¿qué sucede con nuestros hijos al notar que sus padres los engañan con palabras que no planean cumplir? Para resumirlo en una frase: los dañamos.
Sin embargo, aunque mentir siempre genera efectos nocivos, existen cinco temas en los que mentir se convierte en una bomba nuclear. Te los presentamos a continuación.
1 Si no haces lo que digo, te llevará el malo
A veces es difícil lidiar con nuestros niños. ¡Qué más quisiéramos que escucharan nuestras indicaciones y obedecieran sin chistar! Pero casi nunca lo logramos.
Cuando nos frustramos, buscamos el recurso que nos ayude a conseguir nuestro objetivo de forma inmediata y con los menos roces posibles, pero en ocasiones se nos olvida que cada acto nuestro construye o deconstruye en su corazón.
“Si no te callas, vendrán por ti”. Nuestro pequeño, ante nuestra seriedad, guarda silencio y abre los ojitos. ¡Sí!, logramos su silencio inmediato, pero, ¿qué aprendió? Porque eventualmente se dará cuenta (son niños, pero no tontos) que no es cierto, sino que papá o mamá le dicen eso para conseguir su silencio. Y algo peor, si te cree, ¿qué pensará de un padre que permite que “se lo lleve un malo” si no se comporta como desea?
2 ¡Eres de lo peor!
Si alguna vez le has dicho esto a tu hijo, estoy segura que no ha sido porque lo creas de verdad. Es la frustración hablando por tu boca. Pero el problema, es que tu hijo sí escucha tus palabras de manera literal. “¡Eres un caos!”, “¡ya me tienes harta!”, “¡no te aguanto!”, entre otras expresiones negativas, te cree. Y si no rectificas, crecerá con la certeza de que si mamá o papá piensa que es de ese modo, seguro es verdad.
3 ¡No pasa nada!
Se cayó. Su rodilla está ensangrentada, y le duelen las manos, porque se hizo también ahí un raspón. Tú, que ya ibas tarde antes de tanto alboroto, lo levantas apurada, y lo sacudes. “No pasa nada, cariño“, le dices. Él llora, y te mira sin comprender, ¡está viendo su rodilla!, -además- duele. Tú, ya estás pensando en qué ruta tomarás para no llegar tan tarde a tu compromiso, y has dejado de prestar atención a su inquietud.
¿Qué aprende tu pequeño con esta situación? Que hay una diferencia entre lo que él siente y piensa: su mundo, su vivencia de la realidad, y la realidad “real”. Entonces, vivirá con una disonancia, y será difícil para él saber cuándo lo que sucedió es válido y defendible, y cuándo debe desmerecerse e ignorarse.
4 Lo mereces todo
Es el sol de tu vida, la luz de tus ojos, pero eso no lo hace merecedor de todo. No es él o ella contra el mundo. Tu hijo vive en sociedad, y es importante que aprenda que no siempre será ni el mas importante, ni el centro de atención. Es importante que sepa integrarse de manera sencilla y humilde.
Merece lo mejor, pero también debe esforzarse por ello. Tú le darás lo que puedas, y debes mostrarle cómo ser agradecido, de manera que no crezca como un tirano, y sepa reconocer su propia imperfección, y valorar tus fallas y defectos, pues -siempre- haces lo mejor que puedes.
5 Nunca vas a sufrir
Como amamos tanto a nuestros pequeños, tendemos a tapizar su mundo con rosas perfumadas, de manera que enfrenten las menos frustraciones posibles, y a veces, podemos prometerles cosas que no podemos cumplir, pero contrariamente a lo que solemos pensar, esto no los ayuda, sino los daña.
Además, estos comentarios contribuyen a la pérdida de confianza en nosotros y en ellos mismos, pues evitar que sufran no depende de nosotros.
¿Qué padre desea morir, y dejar solos a sus hijos?, ¿a quién no se le parte el corazón cuando llega su hija con un rasguño en la cara? Es indiscutible que su dolor nos arde en el alma, sin embargo -como sabes-, la vida sobre la tierra es así: luchas, caídas, obstáculos. La belleza está en saber darles un equilibrio, y en aprovecharlos para crecer a partir de ellos, desarrollando así la resiliencia, un valor maravilloso en que podemos cultivar a nuestros hijos.
La mejor enseñanza: eres capaz
“Querido hijo, deseo que guardes silencio cuando haces un berrinche, no porque me molesten tus gritos, ni me quites la paz, sino porque quiero que aprendas a controlar tus emociones poco a poco. Te protegeré siempre, aunque te desbordes“. ¡Qué diferencia entre esta explicación pausada al nivel de lenguaje de cada hijo!, un gran contraste con el ejemplo que comentábamos arriba de “te va a llevar el malo”, ¿no lo crees?
Constantemente, a los padres nos abruman mil preocupaciones, y queremos con urgencia paz. No permitamos que nuestra genuina necesidad nos haga tomar el sendero de la conveniencia o manipulación en detrimento de la educación de nuestros hijos.
Un pequeño esfuerzo constante en los momentos de tensión de la vida familiar, puede traernos los tesoros de una educación consciente y respetuosa que forje en nuestros hijos el deseo de ser buenos y mejores con sentido, no para conseguir nada.
Ellos pueden controlarse, y apreciarán tu sinceridad al educarlos, mostrándoles que les exiges amorosamente porque son capaces de ser conscientes, amorosos, educados y serenos. Es un proceso diario difícil, pero merece todo tu esfuerzo, las recompensas no tardarán. ¡Ánimo!