5 verdades que debemos aprender a aceptar con el tiempo

La existencia humana es como una escuela donde debes aprender lecciones. Aprende a aplicarlas para ser feliz.

Erika Patricia Otero

Las personas somos realmente complicadas. Muchas veces solemos ahogarnos en los pequeños conflictos de la vida diaria. En cambio, otras veces ignoramos los grandes problemas que sí deberían importarnos.

Esto que decíamos anteriormente, es algo que suele suceder cuando no somos completamente maduros, emocionalmente hablando. Es habitual que vivamos en la queja constante, sintiéndonos víctimas del sistema y de quienes nos rodean. También solemos tener un problema para cada solución. Todas esas pequeñas situaciones terminan por generar en nosotros grandes desafíos mentales que después de un tiempo desencadenan malestares físicos.

Pese a todo eso, llega un momento en el que absolutamente todos maduramos, ya sea por voluntad propia o forzadamente. Cuando esto pasa, sea la edad que sea, nos damos cuenta de la actitud que realmente debimos haber tenido ante la vida en general.

La madurez emocional y mental no es algo ligado a la edad. Hay personas que maduran en esos dos aspectos mucho antes de los 30; mientras otros que pueden tener 50 años y contando, y ser tan inmaduros como adolescentes. Esto sucede porque en muchas ocasiones no se hacen responsables de sus actos y no aprenden fácilmente de las lecciones que la vida les pone en el camino. Cuando sucede esto último, la persona se ve forzada a repetir situaciones una y otra vez hasta que al final aprende la lección.

De todas las lecciones que la vida pone en nuestro camino, hay 5 que una persona madura emocionalmente aprende rápidamente. Estas son:

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1 Las cosas muchas veces no son como uno quiere

¿Cuántas veces no has deseado que esa persona que te gusta se fije en ti? ¿Alguna vez no deseaste regresar en el tiempo y corregir ese error que cometiste un día? A todos nos ocurren este tipo de cosas, pero la vida no es como queremos, y debemos aprender a vivir con eso.

Un viejo refrán que escuché una vez dice lo siguiente: “Lo que es para ti, ni aunque te quites, y lo que no es para ti, ni aunque te pongas”. Y es así, en muchas ocasiones nos esforzamos por lograr algo hasta el cansancio y sin importar qué hagamos, eso siempre se va de nuestras manos.

Cuando una persona madura aprende a reconocer cuándo debe dar la retirada y cuándo seguir perseverando. Esto no es una invitación a no luchar y esforzarse, sino una a tener las metas aterrizadas y a no sufrir por lo que no se pudo lograr. Es igual a aprender a tener una alta tolerancia a la frustración y no renegar por lo que no se pudo conseguir.

2 Ser feliz es compatible con ser responsable de sí mismo

Cuando era estudiante de bachillerato, recuerdo que un día antes de que entregarán la boleta de calificaciones, a los estudiantes nos permitían verla. Yo siempre llegaba a mi casa y le decía a mi mamá: “mañana es entrega de boletines, perdí álgebra e inglés”. De esa manera, cuando mi mamá recibía las calificaciones, no pasaba vergüenzas y no se enojaba, ya me había dado el sermón un día antes.

Siendo muy joven descubrí que hacerme responsable de mis acciones me ayudaba a vivir tranquila. Para mí, así como para muchas personas, la tranquilidad es sinónimo de felicidad. Sí, yo tenía que estudiar más y esforzarme, no era que mi mamá se relajara conmigo por mi sinceridad y responsabilidad.

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Cuando una persona aprende a ser responsable de sus actos, mide todas las posibles consecuencias de sus acciones antes de impulsarse a la acción. Además, de esto, no descargas en las otras personas una felicidad que solo depende de ti y tu actuar. Eso es parte importante de ser adulto.

3 Sabe que puede cambiar cuando quiera y lo necesite

Si algo tiene maravilloso la adultez, es que puedes reinventarte tantas veces como quieras. Esto es igual a que puedes cambiar esas características tuyas que no te benefician. Que puedes, si quieres, renunciar a un trabajo que no te gusta y empezar de cero con tu propio negocio.

Reinventarte te permite ajustarte a diferentes momentos de la existencia. Además, vas sacando de tu vida esas cosas que no te dejan avanzar y limitan tu crecimiento. Se necesita ser valiente y arriesgarte para explorar tantas facetas tuyas como desees, pero tienes libertad para hacerlo.

4 Aprende a manejar sus emociones

Aprender a manejar nuestras emociones según el momento de la vida y la circunstancia, es algo que aprendemos a punta de aciertos y errores.

Sea como sea, cuando una persona es madura emocionalmente, aprende a darle a cada emoción su momento y lugar. Cuando se sabe esto, la persona no se deja gobernar por las pasiones, los miedos o la angustia. Puede y tiene el control sobre lo que siente y eso la hace poderosa.

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5 Estar enamorado no es sinónimo de felicidad

En el mundo hay cientos de personas que creen que para ser felices deben vivir en un estado constante de enamoramiento. Muchas veces esa actitud las lleva a ir de una pareja a otra cuando ya no sienten lo mismo por la persona a su lado.

La felicidad no tiene nada que ver con el enamoramiento. La felicidad es un estado mental en donde te encuentras en paz y realizado.

Además, una persona madura no vive desesperada por llenar vacíos emocionales con relaciones afectivas. En su lugar, aprendió a vivir solo; no huye del amor, pero tampoco vive obsesionado con este si no lo tiene. Para alguien maduro el amor no es una necesidad, es un estado que le ayuda a conocerse mejor y a sacar lo mejor de sí.

Solo restar decir que madurar refiere cierto grado de dolor y sufrimiento. Nadie llega a este mundo siendo una persona madura. Esto es algo que se aprende muchas veces por experiencia propia y otras por experiencia ajena. Solo queda aprender rápido y esforzarse por ser la mejor versión de la que podamos ser.

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Erika Patricia Otero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.