Una sopa caliente puede ser instantánea, pero el amor no

El problema no es el amor, el tema acá es que la prisa devora todo y la urgencia se cuela en todos los ámbitos de la vida.

Marta Martínez Aguirre

Nos hemos convertido en sociedades de la satisfacción instantánea, del “llame ya”, del “quiero y me lo llevo en este momento”, del consumo compulsivo, de la vida acelerada y los mensajes electrónicos en nuestras manos cada tres segundos.

Consumimos tiempo, cosas y nos inscribimos en una maratón alocado incluso a la hora de amar. Como si fuera sopa Maruchan, quieres poner el contenido del amor repentino en el tazón de tu vida y obtener —en cuestión de segundos— un amor instantáneo, que dure por toda la eternidad.

Vamos mal. Pero el problema no es el amor, el tema acá es que la prisa devora todo y la urgencia se cuela en todos los ámbitos de la vida. “Quiero que me diga ahora mismo si me ama”. “Si nos amamos ¿por qué demora en pedirme matrimonio?” “¿Y lo de contigo pan y cebolla dónde quedó?” Analicemos esas prisas en el amor:

1. “Quiero que me diga ahora mismo cuánto me ama”

La experiencia profesional en hogares rotos o punto de resquebrajarse, me está demostrando que el “ahora mismo” no es nada bueno y sólo conduce a rupturas aseguradas.

Adela estaba locamente enamorada de Alberto, llevaban dos meses de noviazgo y ella reclamaba que él no le decía cuánto la amaba. Cada día más, me llegan correos electrónicos con la misma desesperación, preguntar cuán profundo es el amor es un pedido válido y necesario, pero eso, a los pocos meses de noviazgo, no se puede responder con certeza.

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El amor necesita leudarse como la masa y eso necesita tiempo. No es algo instantáneo, se necesita vivir la etapa de enamoramiento para luego pasar a la etapa del amor sólido. El amor necesita alimentarse de los encuentros, del aprendizaje mutuo, de la permanencia, de la vivencia de crisis, de la gestación de metas y de la siembra de resultados.

El amor, para ser sólido como una roca, necesita macerarse en las experiencias compartidas, en el cruce de diferencias, en las contradicciones resueltas y en las tormentas sin arco iris.

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2. “Si nos amamos ¿por qué demora en pedirme matrimonio?

El pedido de mano no es como poner una sopa instantánea en una taza con agua caliente y a los segundos sentir el sabor de los espárragos en el paladar. El amor que merece casarse y sellar ese amor es el que es capaz de amar a la otra persona sin esperar nada a cambio, que ha comprendido que todo lo bueno para la persona amada también es bueno para sí, que todo lo que hace o entrega no es para recibir reconocimientos sino porque siente deseos de dar, que amar es desapegarse del yo para pasar a ser ‘nosotros’, que amar implica el bienestar conjunto y el crecimiento mutuo. Sólo cuando todo esto se comienza a gestar, entonces viene la propuesta matrimonial que perdura.

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3. “¿Y lo de contigo pan y cebolla dónde quedó?”

El pan y las cebollas comienzan a ser poco cuando las parejas corren sin cesar hacia algún lugar, sin saber exactamente dónde queda, ni tienen idea de lo que quieren hacer con su vida, porque detenerse y pensar les asusta. Es entonces que empiezan los reproches: “¿Para qué me casé, si iba a pasar estas privaciones?” “Me prometiste que íbamos a tener la casa”. “Con lo que ganas no alcanza para nada”.

Debido a las prisas por casarse, las parejas últimamente no tienen en cuenta que la música de fondo, los colores pasteles del cuarto de hotel, las velas y la luz en los ojos bajo la luna no alcanzan para fundar una empresa para toda la vida. En el mejor de los casos, el pan y las cebollas son aceptados sólo por aquellas parejas que han transitado juntas un largo y angosto camino.

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Con la velocidad del Internet, y los teléfonos inteligentes, hemos llevado al amor al mismo ritmo vertiginoso de los resultados inmediatos. Sin embargo, el amor profundo se basa en el compromiso de un camino recorrido, que se inicia en el enamoramiento pero perdura en el vínculo que atraviesa las crisis y sigue hacia adelante con mayor fuerza que antes.

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Marta Martínez Aguirre

Marta Martínez es de Uruguay. Posee una licenciatura en Psicología, y un posgrado en Logoterapia. Ama todo lo que hace y adora servir. Es especialista en atención psicológica domiciliaria. Contacto: