Dislexia formativa, el mal que los padres contagian a sus hijos

Se trata de una distorsión en los valores que inculcamos en nuestros hijos, y que dan origen a conductas que son contrarias precisamente a lo que queremos lograr con nuestros hijos.

Yordy Giraldo

Estamos enfermos, el diagnóstico es que padecemos de demasiada realidad. Los síntomas son conformismo, falta de valores, mala educación, desinterés, incapacidad para reconocer las faltas, poco compromiso, nula autocrítica, indiferencia y dislexia formativa.

Esta última consiste en tergiversar los conceptos con los que educamos a nuestros hijos. Por ejemplo, les hemos dicho que ser felices y exitosos solo es posible si se tiene dinero. Les hemos robado su imaginación y los hemos hecho iguales en su egoísmo. Esta enfermedad generalmente se pasa de padres a hijos.

Este mal ha dado origen a cientos de textos que buscan crear conciencia. Urge iniciar una campaña para que padres vacunen a sus pequeños contra este y otros males, que surgen como resultado de generaciones educadas en el abandono, sea por exceso de trabajo o simple negligencia.

El propósito de este artículo es invitarte a que veas la paternidad como un compromiso de crear individuos con carácter emancipador. Sacudir las ideas obsoletas de que ser padre es dar sin exigir nada a cambio, y que tenemos que preservar a los hijos de todo mal, como si estuvieran impedidos para vivir. A continuación, te digo cómo tratar este mal:

Por favor lee: Ventajas de enseñar el valor del trabajo a los niños.

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1. Educa

Enseña a tus hijos que no solo se trata de tener talento, que las ganas son igual de determinantes para alcanzar lo que deseamos. Muéstrale que el talento nos puede fallar, pero la dedicación y la preparación hará siempre la diferencia.

2. Enseña a ir un paso a la vez

Ver el panorama general no siempre es bueno. Corremos el riesgo de asustarnos, que de tan grande parezca imposible y que no seamos capaces de poner cuidado en los detalles.

3. Exhortales para que hagan la diferencia

No una mala, sino buena diferencia. Que vivan para servir y no para servirse. Que vayan por la vida dejando una huella que inspire seguirlos. Que busquen hacer de este mundo un lugar mejor.

4. Enséñales a creer en todo lo que hagan

Nuestro cerebro no hace diferencia entre lo que vive y lo que piensa, porque todo lo siente igual. Por eso es importante creer en nosotros y en lo que hacemos, que si lo piensas, es el primer paso para que sea posible.

5. Ayúdales a decidir quién quieren ser

No es tarea de nosotros, padres, definir su destino. En todo caso, apenas prepararlos para el camino. Enseñarles que si bien las circunstancias nos llevan por horizontes que no buscamos, al final somos responsables de aquello en que nos permitimos convertirnos.

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Concebir un hijo es solo el principio, pero la labor no termina allí. De hecho, no termina nunca, porque siempre serán nuestros hijos. Pero un buen padre será aquel que más que engendrar, busque hacer hombres y mujeres a quienes podamos confiar nuestro futuro. Porque formar hijos sanos inicia educando en la máxima de que, como hijos, siempre vamos a amarlos, pero que como personas esperamos y exigimos más de ellos. Ninguna educación está completa si no hacemos individuos pensantes. Te invito a leer: Educar es enseñar a pensar.

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Yordy Giraldo

Yordanka Pérez Giraldo, Cubana de nacimiento, mexicana por elección.