Aprende a expresar tus emociones sin dañar a los demás

La autocensura es nuestra prudencia. Ella nos dice que así como hay cosas que no deben ser calladas, hay otras que no deben ser dichas.

Yordy Giraldo

“El que de entre vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra” (Juan 8:7), es de mis frases favoritas. Me gusta porque invita a mirar nuestros adentros y reconocer nuestras faltas antes de ver y señalar las ajenas. La traigo a colación porque siento que estamos excediéndonos en nuestro derecho a expresarnos, y lejos de manifestar ideas, estamos difundiendo prejuicios, rencor, intolerancia.

Hace poco un amigo compartía una imagen, de esas con movimiento que llaman gif, que mostraba a un escritor -escribiendo por supuesto- y detrás suyo un gato cuya tarea era tirar algunas de las ideas a la basura. La interpretación de mi amigo no tiene desperdicio. Decía que todos tenemos ese gato que no es otra cosa que la autocensura.

Desafortunadamente no todos los escritores, ni todas las personas, tenemos a ese intuitivo animalito, y debiéramos. El riesgo de no poseerlo es terminar mostrando lo peor de nosotros. Le tememos a la palabra censura, pero la autocensura tiene más de bueno que de malo. Es nuestra prudencia diciéndonos que así como hay cosas que no deben ser calladas, hay otras que no deben ser dichas.

Para esas veces que solo quieres dejar salir tus pensamientos, te invito a leer: Aprende a quejarte.

Aquí comparto contigo algunas ideas que pueden ayudarte para aprender a expresar sus sentimientos, sin herir los de los demás:

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1. Se vale pensar diferente

Aun cuando creas firmemente en lo que defiendes, debes reconocer que así como tú, los otros también tienen derecho a estar apegados a sus ideales -a pensar diferente- y que merecen tanto respeto como tú mismo.

2. Las ofensas no son argumentos

Ofender pone a la otra persona a la defensiva, y así resultará imposible llevar a buen puerto cualquier discusión. Habla del tema a tratar sin hacerlo personal, y que sean los argumentos los que decidan.

3. Escucha

Presta atención a las palabras de los otros, aun cuando no estés de acuerdo con lo que digan te servirá para comprender de lo que hablan y contestar en consonancia con lo que se dice. Nada peor que, por querer hablar primero, se termine diciendo despropósitos.

Te invito a leer: Cómo puedes desarrollar apego a través de la conversación.

4. Procura persuadir, no imponer

Si aplicas la de “porque lo digo yo” dudo que termine bien de lo que sea que se hable. Lo mejor es atraer a tu interlocutor hacía ti con razonamientos. La imposición rara vez rinde frutos.

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5. Busca puntos de acuerdo

Incluso en las más acérrimas diferencias, existen aspectos en los que podemos reconocer la razón de los demás. Procura partir de esos acuerdos, en vez de iniciar con la confrontación, así quien te oiga sabrá que no vas en son de guerra.

6. Incrementa tu vocabulario

A veces nos expresamos mal porque no tenemos un vocabulario lo suficientemente amplio para expresarnos de diferentes y mejores formas. Procura aprender nuevas palabras, y de ese modo no limitarás tus pensamientos. Muchas veces los malos entendidos surgen de las formas y no del fondo.

Frases que hablan de la importancia de pensar, de ponernos en el lugar del otro, de ser consciente de que nuestros derechos terminan donde otros inician, hay muchas. Quienes hagan caso de ellas, muy pocos. No se trata de reprimir nuestras ideas, sino de adecuarlas para que cuando salgan de nosotros lo hagan como un haz de luz y no como perdigones. La diferencia entre uno y otro es el daño que causa.

Porque pensar diferente no es malo, te recomiendo leer: Para ser feliz a veces discutir es mejor que coincidir.

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Yordy Giraldo

Yordanka Pérez Giraldo, Cubana de nacimiento, mexicana por elección.