¿Quieres saber si tu matrimonio terminará en divorcio? La ciencia encuentra la forma de predecirlo

Este comportamiento que actúa como un "lobo vestido de oveja", según la ciencia, es el predictor de un divorcio. ¿Te sucede a ti?

Mariel Reimann

Sin entrar en los factores más graves que tienen el poder de destruir un matrimonio, como la infidelidad, la ciencia llegó a la conclusión de que hay un comportamiento que si se da en tu relación, lo más probable es que termines en con un divorcio en un futuro no muy lejano.

Durante cuarenta años John Gottman, profesor de la universidad de psicología de Washington, junto a su equipo estudiaron las interacciones entre las parejas para determinar cuáles eran los predictores de un divorcio, llegando a la conclusión de que el número uno es el desprecio. ¿Pero cómo realmente se ve el desprecio en el matrimonio? ¿Puede el desprecio estar camuflado dentro de otros comportamientos?

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El desprecio puede presentarse disfrazado de otras conductas a las que consideramos como “aceptables” o buenas, pero en realidad son destructivas. Según el estudio, el desprecio se puede presentar en forma de sarcasmo o de bromas pesadas, como las llamábamos cuando yo era chica.

¿Por qué el sarcasmo puede ser un predictor del divorcio en el matrimonio?

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Según Sigmund Freud, las bromas son en realidad verdades disfrazadas que “sirven dos propósitos: agresión (en forma de sarcasmo) o el de exponer deseos subconscientes”. En otras palabras las bromas son verdades disfrazadas con una sonrisa y de acuerdo a la mayoría de los psicólogos este tipo de conducta en un matrimonio puede predecir un divorcio.

¿Qué tipo de sarcasmo o bromas son los predictores de un divorcio?

Es importante que aclaremos que no estamos hablando de las bromas inocentes, o de las que sirven el único propósito de hacer reír a tu pareja, ni de las bromas en las que él o tú se ríen de ustedes mismos o de una situación por la que ambos pasaron juntos, de la cual es mejor “reírse que llorar”, como decía mi abuela. Estamos hablando de ese sarcasmo hiriente, por el que tú supuestamente no te puedes ofender, ya que te lo dijo en broma.

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¡Cada vez más gordita! ¡Hazlo tú, tú eres la sabelotodo! ¡Ya no sé si vienes o si vas! ¡Si usarás mejor la cabeza! ¿Puedes hacer algo bien? ¡No te hagas problemas, igual siempre soy yo el que lo tiene que solucionar todo! ¡Si tuvieras más curvas, no me saldría del camino!, etc. Creo que ya tienes una idea del tipo de sarcasmo o “bromas” de las que estoy hablando. Son esos comentarios hirientes, que escondidos detrás de una sonrisa, se suponen que no te tienen que lastimar, y si reaccionas mal, es porque “no puedes ni siquiera entender una broma”.

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Según los expertos, este tipo de comportamiento denota que la persona está cruzando un límite, en el que el respeto se está perdiendo, dejando heridas en la otra persona, sin darle la oportunidad de que reclame, después de todo es sólo una broma.

Pero, ¿cómo volver atrás y erradicar esta conducta, que sin importar lo que el que la use opine, estamos hablando de una conducta dañina?

1. El problema no siempre está en lo que se dice, sino en cómo se lo dice

El desprecio se presenta en forma de bromas hirientes, menosprecio, frases que disminuyen a la otra persona. Según Christine Wilke, una terapista de pareja de Pensilvania, el sarcasmo es como una poción que mata lentamente la relación. Ella agrega que lo importante es que hay que hacerse oír. La única forma de detener esta conducta es diciéndole a la otra persona que sus comentarios sarcásticos te lastiman y que no los disfrutas. Pídele que si tiene que decir algo que él piensa que te va a doler, que prefieres que te lo diga en serio y no detrás de una broma.

Por el contario, si tú eres la persona que usa el sarcasmo, analiza la situación y te darás cuenta que muchas de tus bromas esconden ciertas verdades que no te animas a decir. Pregúntate si a ti te gustaría que tu pareja te tratara de la misma forma que tú la tratas; la respuesta probablemente va a ser: No.

2. No uses la frase: “Haz lo que tú quieras”

Esta frase nunca significa lo que en realidad estás tratando de decir. Esta frase es un “permiso” literal con un sarcasmo que significa que a ti te da igual que haga lo que quiera. Detrás de esta frase implicas que no te importa lo que tu pareja haga porque en realidad te da igual. Si es verdad que te da igual, hay un serio problema, y si no te da igual, le estás haciendo sentir que es lo menos importante en tu vida.

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“Esta es una forma de mandar un mensaje de desprecio de forma indirecta”, dice Aaron Anderson, un terapista de familia y de pareja de Denver.

3. No hagas bromas que impliquen su género para llegar a él o ella indirectamente

Usar sarcasmos como: “Todas las mujeres (u hombres , según sea el caso) son iguales”, o “Las mujeres nunca entienden nada”, es otra forma de agredir a tu pareja sin hacerte cargo. Este tipo de generalidades son ofensivas y no cumplen absolutamente ningún propósito en la vida. Evita el desprecio, si amas a tu pareja, no insultes su inteligencia tratándola como si no tuviera la capacidad de sentarse a hablar contigo frente a frente.

4. No mores en el pasado

Lo peor que podemos hacer es no decir cuando algo nos molesta, de frente y de una manera adulta. Creamos una lista de resentimientos de los que nuestra pareja a veces ni se ha enterado, y usamos el sarcasmo o el desprecio para “darle pistas” de por qué te sientes mal, hasta que un día explotas, y las cosas se salen de control.

Usa la comunicación a tu favor, un reclamo con respeto hecho a tiempo llega mucho más lejos que una explosión cuando ya nadie se acuerda por qué te sientes mal. “Si eres infeliz a causa de algo, dilo en el momento y directamente”, aconsejan Judith y Bob Wright, autores de libros acerca de relaciones de pareja.

El sarcasmo es según la mayoría de las personas una forma inofensiva de hacer bromas. Si esta es tu forma de pensar y lo usas con tu pareja, tal vez debes repensarlo. El sarcasmo es una forma de desprecio, y el desprecio es el gran predictor del divorcio.

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Mariel Reimann

Mariel Reimann estudió leyes en la Universidad de Córdoba, Argentina y vive en Salt Lake City, Utah. Es madre de dos hijas que son la luz de su vida.