Conoce los castigos del siglo XXI para tus hijos
La forma de castigar a los hijos ha cambiado con el tiempo; descubre aquí la más eficaz manera de corregirlos, en pleno siglo XXI.
Adriana Acosta Bujan
“Un buen castigo a tiempo te evitará muchos dolores de cabeza en un futuro”, se suele decir. Recuerdo que mis padres me castigaban dándome, nalgadas, pellizcos o inclusive me pegaban con el cinturón. Definitivamente, yo nunca castigué a mi hijo de esa forma.
Los gritos y golpes no son una buena manera de hacer que los hijos comprendan las consecuencias de sus actos; además, entre más violencia experimenten en su niñez, más difícilmente aprenderán a controlar sus emociones. Encima, estaremos educando hijos violentos y es muy probable que cuando tengan un problema que los rebasa, su primera reacción será la violencia.
Claro que hay acciones de nuestros pequeños que nos sacan de nuestras casillas y fácilmente perdemos el control, pero todo se puede arreglar cuando nos comunicamos correctamente. ¿Recuerdas haber escuchado que las palabras buenas o malas son muy poderosas? ¡Imagínate los golpes!
Para que comprendas más de lo que hablo puedes leer: El poder mágico en tus palabras.
Todos los castigos o reprimendas que hagamos a los hijos, deben aplicarse conforme a la edad y la gravedad de sus actos. Por ejemplo: cuando son pequeños es normal que hagan travesuras por querer explorar el mundo que los rodea, así que un castigo para ellos es cuando cambias tu tono de voz (de amoroso a firme); de ese modo identificarán cuando estás molesta.
Por otra parte, cuando los niños van al colegio se enfrentan a un mundo social más allá del hogar; en esa etapa toman conciencia sobre las cosas buenas o malas. Un castigo puede ser prohibirle por un tiempo corto algo que les guste hacer. Cuando son adolescentes o jóvenes, son independientes en muchos aspectos, así que aquí no hay castigos severos, sino pláticas, conversaciones y negociaciones.
Debes aprender a ser firme y llevar el castigo hasta el final, de lo contrario tu hijo repetirá la misma mala conducta una y otra vez. Déjame guiarte paso a paso:
1. Escucha con atención
La comunicación es la base de todo entendimiento, así que antes de enojarte porque tu hijo no te hace caso, debes explicarle las cosas que son correctas y las que no, de acuerdo a tus reglas y límites. Por ejemplo: no subir al auto con comida, no ir a la tienda solo, no consumir drogas; en todos los casos, debes explicar claramente la razón de la prohibición, de modo que entienda su sentido.
La clave de que tu hijo no vuelva a mostrar un mal comportamiento, es enseñándole las razones detrás de los límites y las consecuencias de sus actos. Antes de castigar, refuerza el comportamiento mediante alguna recompensa o premio por su buena conducta, así tu hijo comprenderá lo que es correcto y no.
Te recomiendo siempre aislar a tu hijo y llevarlo a un lugar donde solo tú y él puedan conversar; el ambiente es muy importante, no corrijas sus errores ante una gran audiencia.
2. Un momento para pensar
Después de una mala actitud de tu hijo y de explicarle las razones malas de su comportamiento, es fundamental darse un respiro que les permita reflexionar a ambos sobre las consecuencias de lo sucedido. Así le estarás enseñando que es bueno pensar, calmarse y buscar soluciones cuando la situación es conflictiva.
Muchas veces los niños solo buscan llamar la atención de los padres con comportamientos negativos, así que no te alarmes y mejor comunícate, escúchalo y sé firme cuando impongas tus reglas.
3. Cambia el sentido de tus palabras
No es lo mismo decir: “No te voy a dejar jugar, si no comes”, que decir: “Si comes, pronto irás a jugar”. Si cambias el sentido de tus órdenes o reglas de manera positiva, tu hijo se esforzará para cumplir con tu petición, porque se motivará para hacer lo que le gusta.
Si deseas saber más sobre el poder de las palabras, te recomiendo leer: Palabras mágicas para definir el futuro de tus hijos.
Recuerda castigar conforme a la edad de tus hijos, pero antes de hacerlo, conócelos, platica, escúchalos y compréndelos.