Cambio inesperado en la conducta de tu hijo? 5 cosas a tener en cuenta

Definitivamente, los niños de hoy son lejanamente parecidos a los de ayer. Hoy enfrentan presiones y dificultades que sólo un adulto tendría que vivir y no un niño. Hay que estar atentos a su conducta y reacciones.

Emma E. Sánchez

Hace algunos años las máximas preocupaciones de un niño consistían en estar al pendiente del partido de futbol, reprobar un examen o perderse una caricatura en la televisión. Hoy, niños y adolescentes están sometidos a preocupaciones, problemas y angustias que pensaríamos como “cosas de adultos”, por ejemplo:

Violencia en el hogar, la calle y las escuelas

Divorcio, separación y distanciamiento entre los padres

Carencias económicas, emocionales y de atención

Demasiadas tareas, quehaceres, obligaciones, clases extras…

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Mundo confuso y cambiante

Todas estas situaciones recalan en sus emociones y sentimientos, alteran su estado de ánimo, sus horas de sueño, su manera de alimentarse, su autoestima y hasta su forma de relacionarse con otros niños y adultos.

Cuando un niño comienza a resentir los efectos de todo lo que está viviendo, puede presentar conductas que van desde estar permanentemente dormido, distraído, perder el interés por cosas que antes le llamaban la atención, hasta romper objetos y juguetes, no poder concentrarse, tener demasiada inquietud, no dejar de moverse, hablar y hablar y constantemente hacer acciones indebidas.

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Los niños que reaccionan de manera tranquila no llaman la atención y pasan inadvertidos por mucho tiempo, hasta que un observador agudo se da cuenta de que no es normal esa conducta. Por el contrario, los niños que reaccionan de manera violenta, ruidosa e inquieta, son los primeros en llamar la atención y quienes primeramente son catalogados erróneamente como “chicos problema” o “hiperactivos”, sin buscar el origen y la solución de los conflictos reales.

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Si tu hijo cambia sus hábitos alimenticios, de sueño o conductuales, cuanto antes debes hacer lo siguiente:

Entorno familiar

Casi todos los problemas de un menor de edad encuentran su origen y solución en el hogar. Si estás pasando por un conflicto familiar: una separación, un divorcio, inclusive por una enfermedad larga, desempleo, la llegada de un nuevo hermano, la pérdida de un ser amado o cualquier otro factor estresante, detente un momento y piensa que alguien te ha estado observando y escuchando todo este tiempo y que tal vez no lo has notado y ni te has dado el tiempo de compartir lo que se está viviendo.

Haz una red de apoyo

Si en casa hay una dificultad, habla con los maestros, ellos estarán atentos y en comunicación contigo para juntos atender a tu pequeño.

Y si en casa todo está bien pero la conducta de tu hijo cambia, habla con los maestros para revisar el entorno escolar y descartar algún problema en el aula.

Qué come y en qué cantidades

La alimentación alta en carbohidratos y/o azúcares impacta definitivamente la conducta de los niños. Incluso, puede ser intolerante al gluten o lácteos o tener una alergia. Sólo con una cuidadosa revisión de lo que está comiendo, podrás poner remedio a esto.

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Bien dicen, “zapatero a tus zapatos”

Nadie, excepto un especialista, puede diagnosticar a tu hijo. Ni siquiera un buen maestro con las mejores intenciones puede decir que un niño es hiperactivo. Un médico y un psicólogo son los encarga0dos de revisar a tu niño, hacer pruebas y entrevistas para entonces poder decir con certeza qué es lo que sucede y cómo se tratará el caso.

Llaman la atención

Repito: la mayoría de los problemas de los niños surgen y encuentran solución en casa. Por lo regular, los niños modifican su conducta para llamar la atención de los padres, porque no saben cómo manifestar su inquietud con palabras. Los adultos somos los responsables de abrir los canales de comunicación con nuestros hijos. Cuando tenemos problemas, nos distraemos y olvidamos que los pequeños nos observan, y aunque no logran entender toda la situación cabalmente o la ocultemos, ellos perciben y se dan cuenta de que algo no está bien y comienzan a estresarse.

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Si no vamos con los niños y les informamos o explicamos, a su nivel, lo que sucede y les damos la confianza de que las cosas se solucionarán, ellos manifestarán su sentir de alguna manera, que tal vez les haga daño.

Castigar a un niño, sancionarlo y condenarlo por manifestar sus dudas y miedos de la única manera que sabe y puede porque no comprende lo que sucede a su alrededor, no es correcto. Los padres, lo reitero, debemos abrir canales de comunicación y usarlos de forma apropiada para garantizar que nuestros hijos se sepan amados, considerados parte de la familia y que su apoyo y participación en la dinámica familiar son vitales e indispensables.

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.