6 ocasiones en que una madre debe poner su confianza en Dios

"Sean valientes y firmes, no teman ni se asusten ante ellos, porque tu Dios, está contigo; no te dejará ni te abandonará" Dt 31: 6

Marilú Ochoa Méndez

Jesús conoce a fondo a las madres, no solo por ser todopoderoso y ser el mismo Dios, sino porque tuvo en María una madre humana que le enseñó a comportarse y a superar los conflictos que le presentaba la vida. También trató durante su vida terrenal con varias mujeres, muchas de ellas madres, y siempre las confortó con Su amor incondicional.

Hoy, Jesús también está aquí para nosotras. ¿No sabes qué hacer con aquel problema familiar que tanto te preocupa?, ¿lo has intentado todo y nada parece funcionar? ¡Coloca tu confianza en Dios! Él, “no te dejará ni te abandonará” (Dt 31:6). A continuación; te propongo ocho ocasiones en las que debes hacer uso de tu fe.

1. Cuando eres madre

Para mí, el minuto en el que la primera prueba casera de embarazo que me realizaba arrojó los resultados fue una verdadera montaña rusa: ¡qué alegría!, ¡qué miedo!, ¡no he acabado la maestría!, ¡tengo un mes de casada!, ¡seré una mamá joven!, ¿sabré ser buena madre? Los pensamientos se agolpaban en mi mente y me quitaban el aire. Ver aparecer las dos líneas que indicaban el “positivo” me sacó lágrimas de los ojos. Recuerdo que me dirigí a María, la madre de Jesús y le dije: Por favor, ayúdame tú que sabes cómo, ¡yo no tengo ni idea!

Ser madre es una bendición que desconcierta y pone nuestra vida entera al revés. No dudes, ese pequeño ser está en tu vientre porque Dios sabe que puedes. ¿No son las mejores circunstancias?, ¿no tienes dinero?, ¿tienes problemas en casa?, ¿no sabes si tendrás la paciencia? “No te preocupes por el día de mañana, pues el mañana se preocupará de sí mismo. A cada día le basan sus problemas” (Mt 6: 34).

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2. Cuando te sientes pequeña

Nuestra labor es en verdad titánica. Es preciso enfrentarnos a nosotras mismas y, a veces, a los maestros de nuestros hijos, a la señora que no le importa que su angelito haya tirado ya tres veces del columpio a tu bebé, a quienes te miran con reprobación cuando tus hijos saltan, corren y juegan (y quieres que te trague la tierra). Tal vez tienes un problema grande: te encuentras sola para mantener y atender a tus hijos, o te encuentras sin ánimos ni ideas de corregir una situación comprometedora.

¿Dónde encontrar consuelo? Siéntate cuando tengas un tiempo tranquilo y abre tu corazón a Dios, mantén firme tu fe. A través del profeta Isaías, Dios nos dice que “el más pequeño llegará a ser un millar, y el más insignificante una nación poderosa. Yo, el Señor, a su tiempo lo apresuraré” (Is 60: 22).

3. Cuando no sabes

El poeta alemán Goethe tiene una frase que siempre me emociona: “Avanza, y si la tierra que buscas no ha sido creada, tu Creador hará surgir para ti de la nada, un mundo nuevo que justifique tu audacia”.

¡Qué difícil es insistir para que tu hijo aprenda de esta dura experiencia! o corregir el problema que detectas sin conocer a ciencia cierta una manera eficaz. ¡No desesperes! Tu corazón de madre, con la ayuda de tu esposo y Dios, encontrará la manera. Mientras, preocúpate por amar más y mejor a tu hijo, y no dejes de orar, la respuesta vendrá, no tengas dudas.

4. Cuando no puedes

Has hecho varios intentos, y el resultado esperado no llega. Tu hijo o tu esposo parecen no escucharte y parece que no hay nada más que puedas hacer. ¡Qué difícil! Pues ¡adivina qué!, Dios es experto en situaciones difíciles. ¿Recuerdas en el Génesis la esterilidad de Sara, la esposa de Abraham y la incredulidad de éste ante el anuncio divino del nacimiento de Isaac? Dios les dice: “¿Hay acaso algo imposible para el Señor? Pues bien, vendré a visitarte dentro de un año y para entonces, Sara tendrá un hijo” (Gen 18: 14). El Señor puede. Arráncale con tu oración la fortaleza para resistir, y pídele que Él actúe conforme a su voluntad y para el bien de tu familia.

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5. Cuando no quieres

¡Qué duro es aceptar una prueba!, un diagnóstico, un problema familiar, un fracaso o la simple dureza de la vida. Nos sale del alma un “¡no quiero!”, ¿no es cierto? Sin embargo, el problema sigue ahí. Dan unas ganas locas de correr, de esconderse como Jonás en el vientre de una ballena, pero no es posible. El mismo Jesús se enfrentó a este sentimiento en el huerto de los Olivos: “Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lc 22: 42). Cuando el Padre no quiere apartar el dolor, es preciso confiar que Él conoce lo que hace, y que nos ama incondicionalmente.

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La lista podría seguir hasta el cansancio. Es preciso confiar en Dios cuando te equivocas, cuando te cansas, cuando te sientes asfixiada y realmente en cada momento; confiar que Él escribe derecho en renglones torcidos, confiar que Dios te colocó en esta familia porque sabe, porque puedes, porque eres maravillosa. Abandónate en los brazos amorosos de tu Padre Dios, y en Su regazo, desahoga las penas de tu corazón. Saldrás siempre más tranquila y con energías renovadas.

Puedo asegurarte que confiar en Dios contra todo pronóstico funciona. Al principio te comenté la incertidumbre y lluvia de emociones que viví en mi primer embarazo, hoy ese bebé se ha convertido en un niño de 10 años, cariñoso, noble y muy listo, que es en verdad una gran alegría para nuestra familia. A él se han sumado cuatro pequeños más y uno que está ya en el cielo. Ha habido pruebas, pero las hemos superado de la mano de nuestro Padre. ¡Verás que en tu caso sucederá lo mismo!

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Marilú Ochoa Méndez

Enamorada de la familia como espacio de crecimiento humano, maestra apasionada, orgullosa esposa, y madre de siete niños que alegran sus días. Ama leer, la buena música, y escribir, para compartir sus luchas y aprendizajes y crecer contigo.