¿Debes dejar que el padrastro de tus hijos los discipline? Sorpréndete con la respuesta de los especialistas
No te cases si él no tiene la respuesta correcta a estas tres preguntas. Ya me lo agradecerás.
Emma E. Sánchez
Siempre he pensado que criar y educar a un hijo es mucho más complejo que lanzar un cohete al espacio o viajar en el tiempo. Es una tarea difícil, agotadora, extraña, frustrante, extremadamente costosa, desafiante hasta las lágrimas, sumamente divertida y al mismo tiempo lo mejor que nos puede suceder en la vida.
El problema de criar y educar a los hijos, con más frecuencia, viene con la persona con quien los engendramos. Como haya sido el inicio de la relación, en algún momento llega un bebé o dos y la familia crece, pero la pareja desaparece. Entonces la labor de la mujer se vuelve doblemente ardua, pues hay que hacer de padre y madre, de cuidador y proveedor.
A veces la vida es generosa y nos trae a una nueva pareja y con él, la esperanza de una nueva oportunidad de hacer mejor las cosas y de formar finalmente la familia tan deseada. Pero (ahí viene el famoso “pero”) tan pronto como la vida fluye comienzan las situaciones que ponen a prueba el amor, la confianza y la fe en este nuevo proyecto de vida. Quienes logran la comunicación necesaria, la paciencia, la tolerancia y el amor por los hijos ajenos han descubierto la puerta del cielo y tienen las llaves para abrirlas.
¿Cómo logramos esto?
Para qué comprar la vaca si tienes gratis la mantequilla
Espero que no te enojes conmigo después de lo que vas a leer, es tan solo mi opinión y, bueno, espero que pueda transmitirte lo que deseo compartir.
Algunas mujeres, divorciadas o solteras con hijos, tienen relaciones románticas -que, por cierto, no hay malo en ello- con alguien a quien le dan “todo” (todo de todo) sin tener ningún compromiso completo o sin dar pasos firmes en la construcción de un proyecto familiar serio y duradero. Por lo tanto, lo que fácil viene, fácil se va, o lo que es lo mismo: “Lo que nos cuesta trabajo y esfuerzo, lo valoramos mucho más”.
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El que quiere a la vaca, también quiere al becerro
Ser madre fortalece nuestra estampa y nos convierte en mujeres más fuertes e intuitivas, o por lo menos así debería de ser. Amar a un hombre es de lo mejor y es perfectamente compatible con el amor que les profesamos a nuestros hijos, la clave del éxito radica en ti: elegir a un hombre que te ame así como eres, con tus locuras, tus lunares, tus días buenos o malos, que tenga un proyecto de vida y coincida con tus valores y normas; que vaya en serio y que ame el paquete completo: mujer con niños. Va una clave para saber si es el indicado: observa si está interesado en ganárselos o en educarlos, si quiere ser su amigo o busca ser un padre para ellos, si los respeta o los consiente. Tú buscas un esposo que quiera formar una familia, no un fanfarrón improvisado.
Un rebaño y un pastor
El amor está en el aire, todo está en su lugar, tienes confianza y él es el indicado, te lo dice tu corazón y lo confirma tu inteligencia. La boda es hermosa y todos se llevan de maravilla. Bueno, ahora viene la prueba de fuego: los hijos, tus hijos se portan mal y es momento de disciplinarlos, ¿cuál escenario escoges?
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Él los reprende y tú te enciendes como bola de fuego y le prohíbes que les diga o los toque porque son tus hijos y no de él. Se enojan, la luna de miel se acabó y los hijos ganan la batalla.
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Tú los reprendes, regañas y das consecuencias de su comportamiento. Él se queda cómodamente recostado tomando el sol, tú eres la mala del cuento, la cansada por hacer todo y, de nuevo, los hijos ganan la batalla.
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Él se levanta, los reprende, les da dinero para que se vayan a otro lugar y dejen de molestar; otra vez los niños ganaron la batalla.
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Él se levanta, los reprende, tú das una consecuencia y él te apoya, da otra consecuencia y tú lo respaldas. Los padres juntos y los niños, entonces, perdieron la guerra.
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La respuesta correcta tú la descubriste antes de casarte, él te la reveló o te la sugirió, los dos están de acuerdo en que tienen un proyecto juntos, que los hijos no serán sólo tus hijos, ahora también son suyos y porque los ama los disciplinará junto contigo; tú confías en lo que hace y lo apoyas como él te apoya a ti. La familia unida no tiene divisiones de ningún tipo. No inicies una con fracturas.
La experiencia de tu primer matrimonio debe de ser eso precisamente: experiencia para mejorar y no cometer los mismos errores. Formar una familia todo lo vale y él, tú y tus hijos merecen ser felices.