“Esto es maternidad”, las primeras palabras de una madre destruida por las críticas ajenas; el mundo reacciona en las redes
Una madre soltera termina en llanto luego de que sus hijos hicieron un berrinche mientras ella trataba de comprarles leche. Los ojos llenos de juicios de los demás la destruyeron. Sus palabras hoy, recorren el mundo.
Mariel Reimann
Una madre soltera termina en llanto luego de que sus hijos hicieron un berrinche mientras ella trataba de comprarles leche. Los ojos llenos de juicios de los demás la destruyeron. Sus palabras hoy, recorren el mundo.
Con más de 43.000 me gusta, 17.000 veces compartido, y casi 5.000 comentarios, el mensaje de esta madre captura lo que en realidad es la maternidad y cómo, nosotros como seres humanos, podemos ser tan inhumanos a veces.
Los noticieros de varios lugares del mundo, y en especial los de Estados Unidos, se inundaron leyendo parte del mensaje que esta madre publicó en su muro de Facebook acompañado de una foto en la que se la puede ver claramente llorando. La mayoría, ahora expresa, como deberíamos apoyar a las madres, sin embargo, antes de esta publicación, las mismas personas que hoy la apoyan, a lo mejor antes le hicieron a otras madres lo mismo que ella padeció.
Su mensaje dice:
“Esto es maternidad.
No hay filtros lujosos, no hay una buena iluminación, ningún lápiz labial nuevo. El pelo está desordenado y un poco mojado por la lluvia, el maquillaje es de ayer, por que estaba demasiado cansada para quitármelo, y hay lágrimas.
La maternidad es dura. Ser madre soltera es duro. Estas lágrimas comenzaron cuando la cajera de Giant Eagle me dio mi recibo y continuaron durante todo el camino a casa. Las lágrimas que le pasé a mi hijo mayor en el asiento trasero, ya que a él no le gusta ver llorar a su mamá. Sabemos cuánto aman los pequeños a sus madres.
Ya ves, mis dos pequeños rubios, de ojos azules, con rostros de ángeles, hoy no fueron tan angelicales.
Eran las 8:00 de la mañana y no teníamos más leche. Hicimos un viaje a la tienda porque si ustedes conocieran a mis hijos; sabrían que sobreviven a base de leche chocolatada.
Mi hijo más pequeño lloró casi todo el tiempo que estuvimos en la tienda. No quería sentarse en el carro, él no quería que lo abrochara, quería sostener todas los comestibles en su regazo. Él se enojó. Él lanzó su zapato, tiró mi cartera, arrojó los tres comestibles que no cabían en su regazo. Y lloró. Y la gente le miraba. Eso estaba bien, yo podía manejar eso.
Mi hijo de tres años quería ser Superman y se puso de pie en el carro. Eso estaba bien. Le dije que se sujetara y que se mantuviera erguido. No lo hizo. Se cayó, se inclinó hacia atrás y tiró las cosas de los estantes. Se echó hacia atrás y chocó con un extraño. Entonces hice que se bajara, y él se alejó demasiado de mí y abrió todas las puertas de los congeladores diciéndome todas las cosas que quería que le comprara.
Traté de manejar eso. Me detuve varias veces me compuse a mí misma y a mis hijos. La señora que detuve y se trasladó al otro lado del pasillo me miró a mí, porque me moví hacia el lado equivocado; ella necesitaba que me moviera detrás de ella, no delante de ella. No hubo palabras, sólo una mirada. Traté de manejar eso.
Y entonces llegaron los globos. Oh, cómo les encantan los globos a mis hijos. Ellos querían uno de los grandes, de los que cuestan $8.00. Me comprometí. Obtendríamos un globo y ellos lo compartirían. Ellos estuvieron de acuerdo. Cada uno de ellos dijo “compartir” y sonrieron mientras recogía el globo más grande de Mickey Mouse que tenían.
Pero mientras estaba pagando, ellos ya no querían compartir. Gritaron, lloraron, se pelearon. Le entregué el globo a otro cajero regresándoselo y lloraron más fuerte. El más pequeño, presionada botones en la máquina de tarjetas, mientras que mi hijo mayor recogía dulces.
Las personas en la fila detrás de mí miraban. La cajera miraba. Los ojos de todos estaban puestos en mí como diciendo “no puedes controlar a tus propios hijos”. Un señor mayor susurró, “ella es muy joven para tener dos niños” y ahí perdí la compostura.
Ella me dio mi recibo y lloré. Ellos no me conocen. Ellos no me conocen como madre. No conocen a mis hijos. Ellos no saben que estuve casada antes de empezar esta familia. Ellos no saben que terminé con mi matrimonio a causa del abuso, sabiendo que ser una madre soltera sería muy difícil. La gente es mala. Las miradas y susurros y sus juicios son duros.
A veces puedo controlar a mis hijos y, a veces, no puedo. A veces me escuchan, y a veces, no lo hacen. A veces puedo manejarlo y, a veces, se me van de las manos. Sé que estos días pasarán, las lágrimas se detendrán, las peleas cesarán, y mis hijos crecerán. Y eso, también va a ser difícil. Así que si ves una madre tratando, si ves a un niño haciendo un berrinche, si ves a una madre a punto de romper en llanto … Por favor, dile algo agradable. Por favor, no la mires fijamente enjuiciándola. Y para todas las mamás por ahí que tienen un día como el mío … Las veo, las conozco, las amo. Son muy fuertes y lo están haciendo muy bien”.
Si no vamos a ayudar, mejor no juzguemos.