A mis hijos los educo yo … punto

¿Qué cosas es indIspensable que los padres brindemos a los hijos? Si el Estado o gobierno decide brindarles información u orientarlos por un camino que no es compartido por los padres, ¿qué debe hacerse?

Marilú Ochoa Méndez

¿Puede la autoridad gubernamental o escolar decidir qué aprendizajes y valores deben recibir nuestros hijos? ¿Hasta dónde llega la responsabilidad de la escuela y la responsabilidad del gobierno frente a la educación de nuestros hijos?

Leía hace días una publicación en Facebook que decía: “Mi hijo puede decidir no abrazarte, saludarte o besarte, respeta su decisión así como la distancia personal que él necesite poner entre ustedes, incluso si representas alguna autoridad (y con mayor razón)”.

Esta frase me dejó pensando mucho, pues justamente se ha publicado en las noticias que a nivel internacional, en los últimos meses se han realizado importantes movilizaciones de padres de familia, con el único propósito de hacer saber al Estado la no aceptación de una ideología impuesta a nuestros niños desde edad preescolar. Estas manifestaciones tienen un propósito de fondo al cual los papás no podemos renunciar: “El derecho de los padres a educar a los hijos”.

Muchas personas aprueban que se dé al niño autoridad para establecer los límites de lo que acepta de los extraños y lo que no y, sin embargo, les cuesta aceptar que muchos padres decidan poner un alto a lo que consideran una imposición de valores que responden a intereses ajenos. ¿Qué hacer?

¿Tengo DERECHO a educar a mis hijos?

La educación de los hijos es un derecho inherente a los padres, no es una función del Estado, sino que éste tiene la obligación de garantizar una educación bajo la tutela de los padres, nunca sobre ellos. La diferencia de esto consiste justamente en lo que diversos tratados internacionales y leyes en diferentes países han dejado en claro sobre la preeminencia que tienen los padres en la educación sus hijos. Sin embargo, en últimos años en varios gobiernos de diferentes países, las Secretarias de Educación han impuesto una visión burda y manipulada en la educación de los niños, específicamente en materia sexual.

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¿Tolerancia o exageración? Realidad

Imagina que un día recoges del jardín de niños a tu hijo varón, de 4 años de edad, y te dice: “Mamá, quiero ser niña”. En el diálogo le preguntas el por qué, y recibes como respuesta que, fruto de una dinámica escolar, les indicaron vestirse de acuerdo al sexo contrario para experimentar y ver cómo se sienten por dentro, olvidando la inmadurez e impresionabilidad de estos pequeñitos, y siguiendo agendas que los padres no han aprobado (y en muchos casos, ni siquiera conocen).

Tal vez después de escuchar esto, algunos sentimientos de molestia, enfado e indignación pasen por tu cabeza, y pienses: ¿por qué hacen estas cosas con mis hijos? En la mayoría de los casos, es porque los padres nos involucramos poco en la revisión de los contenidos de los libros de texto o incluso en las juntas escolares. Hoy, al menos en México, esto es una realidad, y estas actividades ya están en diferentes libros escolares argumentando el derecho a los niños a la no discriminación y a la diversidad sexual.

¿Qué pueden hacer los papás ante esto?

Primero, enterarse. Leer mucho, buscar la mejor manera de expresar a los hijos la vivencia de la identidad sexual, y mientras procuramos blindarlos de influencias extrañas, defender nuestro derecho de compartir con nuestra familia nuestros valores y creencias frente a imposiciones ideológicas.

En muchos casos, los acuerdos internacionales y los compromisos realizados en las grandes esferas, limitan lo que los colegios pueden hacer, pero siempre hay soluciones. Diálogos con las autoridades, reuniones de padres, clases de apoyo a profesores para que completen la visión torcida de algunos libros, y sesiones de trabajo en grupo para compartir visiones sanas y naturales de la sexualidad humana, son algunos ejemplos de acciones concretas que podemos realizar los padres de familia para preservar la inocencia de nuestros hijos.

¡Pero si no pasa nada!

También hay padres que piensan que el mundo es ahora distinto, y que si antes los tenedores se usaban para tomar trozos de carne, ahora pueden usarse para cepillar el cabello, como mostraba en su inocencia la princesita sirena Ariel en la película de Disney. Les parece justo que la familia e instituciones se acomoden a los “nuevos tiempos”. Ellos opinan que los padres que se sobresaltan y actúan ante estas atribuciones del gobierno son exagerados y radicales. Para ellos, es preciso tener siempre amor y apertura, pues la intención de origen es siempre respetar las distintas opiniones.

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Pero también es preciso dejar muy claro que muchos padres queremos tomar la iniciativa y defender lo que consideramos correcto: poder decidir cómo, cuándo y qué ir enseñando a nuestros hijos para desarrollar una sexualidad sana, íntegra y plena, que los lleve a una autoestima fuerte y relaciones sanas con las personas de uno y otro sexo. De eso se trata. Necesitamos concientizarnos que una posición firme y a tiempo puede salvar a nuestros hijos de la confusión, manipulación o ideologización.

Este interés genuino, es una señal de esperanza, pues muestra la tan urgente participación social de los ciudadanos en la vida social y política de sus pueblos, de manera que América Latina consiga sobreponerse a gobiernos poco interesados en el bienestar completo de sus ciudadanos. Muchos afirman que las participaciones sociales en estas marchas han despertado al Gigante Dormido (la sociedad civil). Ésta es, inequívocamente, una hermosa señal de esperanza. El pueblo que se pone de pie, es virto. El que se queda sentado, es ignorado.

Te invito a leer: ¿Cómo ejercer tu participación ciudadana?

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Marilú Ochoa Méndez

Enamorada de la familia como espacio de crecimiento humano, maestra apasionada, orgullosa esposa, y madre de siete niños que alegran sus días. Ama leer, la buena música, y escribir, para compartir sus luchas y aprendizajes y crecer contigo.