3 aspectos interesantes sobre la envidia que te ayudarán en la crianza de tus hijos
¿Deseas criar hijos generosos y libres de envidia? Este artículo te ayudará mucho
Erika Otero Romero
Quién se atreva a negar que alguna vez en su vida ha sentido envidia, o bien es un gran mentiroso o le cuesta mucho reconocer que es tan humano como el que más. Todos, absolutamente todos los seres humanos hemos sentido ese terrible deseo de poseer algo que otra persona tiene y nosotros no.
El asunto es que a algunos se nos pasa pues nos damos al dolor de admitir que no tendremos eso que tanto se anhela, mientras que otros no logran superarlo y eso los lleva a tomar decisiones de las que después, de manera inevitable, se arrepienten.
Pero ¿Por qué somos envidiosos?
Partamos de la siguiente explicación ofrecida por el psicólogo español Guillermo Fouce: “El ser humano tiene tendencia a compararse con el prójimo, entre otras cosas, porque cada uno se define como es en comparación con los demás. Uno se define como alto si en su entorno la gente es más baja”. Añade también que “todos somos un poco de todo: optimistas y pesimistas, confiadas y recelosas e incluso altruistas y envidiosas, dependiendo eso sí de las circunstancias, del momento e incluso de las vivencias”
Algo también de sumo interés que señaló Fouce – que dicho sea de paso realizó su tesis sobre el altruismo y el voluntariado y a estudiar qué rasgos llevan a una persona a implicarse en cuestiones humanitarias- es que no se debe olvidar el entorno en el que se creció, la educación y valores enseñados en el hogar.
Además sostiene que en la sociedad occidental es mucho más habitual que las personas sean egoístas debido a que es un instrumento poderoso para ser competitivo, actitud que es incentivada desde la infancia en la escuela, cuando se presiona al niño para que saque notas superiores a las de sus compañeros, lo que no ocurre en las sociedades del oriente como la japonesa, donde ese rasgo está más diluido ya que no se promueve porque no está bien visto.
Comprendiéndose que la envidia tiene mucho que ver con la manera como es criado un niño, lo más oportuno es saber cómo prevenir que alguien se vuelva envidioso. Por esa razón, si deseas criar a tus hijos con un baja tendencia a la envidia, te recomiendo que leas y aplique las siguientes 3 recomendaciones.
1. Procura criar a tus niños distantes del sentimiento de competitividad
Sé que es tentador querer hacer que nuestros hijos sean los mejores en todo lo que se propongan, no es malo si no se hace de ello una práctica obsesiva. En su lugar incentívalos para que sean activos en las actividades que deseen pero incúlcales que lo mejor de todo no es ganar, si no PARTICIPAR y aprender lo que sea que se deba aprender para hacer lo que mejor esté en sus manos.
2.Debes ser consciente de lo que implica ser envidioso
Aunque antes se dijo que surgía por efectos de la competitividad, la envidia también es una fuerte manifestación de que la persona que la experimenta padece sentimientos de inferioridad y rivalidad debido a la manera con la que se relacionaba con sus familiares y otras personas significativas para él.
Cecilio Paniagua señala en el artículo “Psicología de la envidia” publicado en la Revista de Humanidades Médicas que“la envidia instaurada en el carácter del adulto es, por lo general, una reacción ante las experiencias de pequeñez y desvalimiento de la infancia”, en el artículo “Psicología de la envidia”
3. Existe la envidia sana y la que no lo es
La “sana” es más como un sentimiento de admiración hacía alguien que ha logrado algo que a nosotros nos gustaría alcanzar, ésta no implica sentimientos de rabia y malestar que es la que caracteriza el otro tipo de envidia, súmale a los anteriores que ésta se puede volver patológica “generando trastornos de angustia y ansiedad, incluso depresión al sentirse el envidioso constantemente infravalorado”, sostiene Fouce.
La invitación es para que estimules a tus hijos a ser felices, generosos, amables pero sobre todas las cosas: a ser lo mejor que puedan ser sin dañar a nadie y sin buscar apropiarse de triunfos que no merecen ni se han ganado con esfuerzo.