6 partes de mi ser que murieron el día que te di a luz pero ya sin vida; mi historia

Casi 6 meses de gestación, 6 millones de planes para su vida, 6 letras en su nombre, y mi corazón roto en 6 millones de pedazos cuando el de ella… ya no latía.

Mariel Reimann

Siempre pensé que perder un hijo es uno de los actos más dolorosos por el que una madre puede pasar. Pero siempre pensaba en la pérdida de un hijo que había nacido con vida, que había compartido su vida contigo, alguien quien ya te llamaba mamá.

Había escuchado historias de mujeres que habían perdido “un embarazo”, y en mi mente, perder un hijo y perder un embarazo no era lo mismo… hasta que perdí a Abriel.

Ya no tengo 20 años, ni estaba empezando a formar una familia. Tengo dos hijas, una de 7 y una de 11, pero por esas travesuras de la vida, del destino… o de Dios, me quedé embarazada una vez más. La noticia fue turbulenta, no estaba preparada, y no sabía qué hacer; pero con los días, las semanas, y los meses, Abriel se convirtió en el sueño de mi vida.

No veía las horas de conocerla, pero el destino tenía otro plan.

6 partes de mi ser que murieron el día que te di a luz, pero ya sin vida

Una parte de mi corazón

Recuerdo cuando di a luz a mi segunda hija y, por complicaciones, tuve un infarto. Luego de estar en terapia intensiva, un cuarto de mi corazón no funcionaba normalmente. Increíblemente, no podía moverme, caminar, ni sentarme en la cama. Mi cerebro se lo ordenaba a mi cuerpo, pero mi cuerpo no tenía la fuerza para responder. Había un hueco en mi corazón.

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Este hueco es muy similar, mi mente quiere tratar de seguir, pero mi cuerpo no responde, mi mente quiere volver a ser feliz, pero nada responde. El vacío que mi ángel dejó en mi corazón es tan profundo que ninguna terapia intensiva puede aliviarlo. Ese pedazo murió el día que ella nació sin su corazón con vida.

Mi habilidad para controlar el llanto

Siempre he sido sentimental y casi todo me emociona. Desde que Abriel se fue, mi habilidad de detener o comenzar el llanto ha muerto en mí. Lloro cuando como, cuando trabajo, cuando me ducho, cuando estoy hablando con una amiga de su reunión de trabajo.

Y a veces me pregunto, ¿será que alguna vez mis lágrimas se agotarán? Pero me doy cuenta que aún no estoy lista para que se detengan, por que aún siento que como dice la canción, que voy a “llorarla todo un río”.

Mi habilidad de mirar mi panza en el espejo

Antes de ella, siempre corrí, e hice gimnasia, estaba obsesionada con tener los mejores abdominales del mundo. Siempre miraba mi estómago en el espejo, para ver si había progresado con mi gimnasia.

Después de ella, no me he vuelto a ver la panza en el espejo y cuando me baño, trato de hacerlo lo más rápido posible, como para que mi mente no recuerde que ya no alberga una vida, que está completamente vacía de su luz.

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Mi habilidad de nunca aceptar un NO como respuesta

Mi abuela siempre me decía: “al NO ya lo tienes, ve por el sí”. No siempre he conseguido todo lo que he querido en mi vida, pero nunca he aceptado un no y me he dado por rendida de inmediato. Siempre he vuelto una y mil veces trabando el triple, para encontrar el sí.

Abriel se fue, y me enseñó que ese NO es rotundo, que haga lo que haga, ella nunca va a estar en mis brazos.

Mi habilidad de creer que si uno es bueno estas cosas no te pasan

A lo largo de la vida, muchas personas me han preguntado por qué le pasan cosas malas a la gente buena. ¿Por que debemos aprender algo? ¿Por que son parte de nuestro destino?. No lo sé, pero interiormente yo pensaba: “Si yo soy buena, algo súper malo nunca me va a pasar”.

Pues resulta que a la gente buena le suceden cosas malas. ¿Por qué? Aún no lo sé. Aún no puedo ver la luz al final del túnel, pero un día la voy a ver y les prometo que les voy a contar por qué, al menos a mí, me pasó algo malo, mientras yo trataba de ser lo mejor que podía.

Mi habilidad de aceptar que los adiós son para siempre

Algo dentro mío me dice que algún día, quizás en otro mundo, en otra galaxia, on en otro cielo, yo voy a poder ver a Abriel y voy a poder abrazarla y escuchar que ella me llame mamá, por primera vez.

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No importa si tu hijo tiene días de gestación, meses o años de vida, ningún ser humano debería pasar por el dolor de perder un hijo. Pero es parte de la vida, y todos alguna vez veremos el final de ese túnel, y con suerte ellos estarán allí para encontrarnos.

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Mariel Reimann

Mariel Reimann estudió leyes en la Universidad de Córdoba, Argentina y vive en Salt Lake City, Utah. Es madre de dos hijas que son la luz de su vida.