Tus hijos, los mejores cómplices en la cocina

A veces pensamos que la cocina es un lugar peligroso, propicio para los accidentes. Lo cierto es que es un lugar extraordinario para motivar a los niños a participar en las labores de casa, así como lograr que ellos convivan en familia.

Daniela Lopez

Los niños siempre necesitan algo que los ocupe y los motive; para nosotros, como padres, es toda una tarea encontrar la manera de lograrlo. Las labores de la casa son parte importante de su formación y no son precisamente encantadoras para ellos, pero les ayudan a ir logrando independencia. Con todo, debemos tener cuidado de darles siempre actividades en las que no se vayan a lastimar.

Buscando ideas para involucrar a mi niño en las tareas de la casa, un día se me ocurrió que podía compartirle una de mis pasiones: la cocina, el corazón del hogar. La cocina tiene un lugar muy especial en mi vida y en mi historia familiar, que se remonta a varias generaciones atrás, que casi siempre pasó de madres a hijas, pero también por medio de mi bisabuelo que llegó desde Cantón, China, en busca de una vida nueva y que, a pesar de haberse ido de este mundo muy joven, aportó una herencia de pasión, creatividad y amor en los sabores. De hecho, gracias a él, yo llevo una relación íntima con mi cocina, tal como me lo enseñó mi abuela mitad cantonesa, mitad mexicana: al mismo tiempo que cuido a mi cocina, la escucho atentamente: como en toda terapia ocupacional, la mente trabaja mejor cuando las manos están ocupadas. Así, cuando hay algún problema en mi familia, a veces encuentro las respuestas trabajando en la cocina, de una manera parecida a como Dr. House resolvía los misterios médicos que llegaban a él en cada capítulo, como si de pronto me llegara ese “¡Eureka!”, por sí solo.

Por eso, entre otras cosas, es tan importante mi cocina. Y tuve la fortuna de nacer con ese don especial que hace que los platillos queden estupendos y si algo me hace feliz es ver cómo disfruta mi familia lo que les doy, y he descubierto con mucho entusiasmo que mi hijo lo tiene también. Por lo mismo me permito compartirte algunos consejos contigo:

Inicia con cosas sencillas y divertidas

Empezamos cuando él tenía cinco años. Le gustaba ver cómo le preparaba la comida, así que le enseñé a sacar los chicharos de la vaina, cosa que era como un juego muy divertido que lo motivó mucho para ayudarme en otras actividades relacionadas a la cocina.

Busca actividades adecuadas para su edad

Nuestro siguiente reto fue preparar hot cakes; primero aprendió a usar la batidora y con un poco de ayuda mezcló los ingredientes. Obviamente, cada nueva actividad iba de acuerdo con su edad y bajo las debidas medidas de seguridad y con supervisión.

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Lo importante es la unión familiar

Si bien había leído mucho (y sigo haciéndolo) sobre cómo estimular a nuestros hijos, apliqué también cosas de las que me enseñó mi abuela, para que él aprenda que se vale equivocarse y que no pasa nada, así es como aprendemos. Eso refuerza el vínculo madre e hijo, mientras va alentando su creatividad. No importa tanto que algo quede delicioso, sino que se fortalezcan los vínculos familiares.

Que la actividad refuerce su autoestima

En su segundo año de primaria, preparó un pie de limón, una receta sencilla, en frío que sólo requiere de ayuda adulta para cortar limones. La experiencia fue muy gratificante y significó su primera vez en la cocina sin ayuda de mamá. Luego, para el Día del Padre, preparó su segundo pie y, no lo digo por ser su mama, pero le quedó todavía mejor que el primero. Él se quedó contentísimo porque se sintió independiente y, además, hizo feliz a papá.

Aumenta el nivel de dificultad gradualmente

Ahora estamos intentando nuevos retos, con mayores responsabilidades que requieren de más cuidado y atención: preparó huevo con jamón, bajo mi supervisión; lo enseñé a perderle el miedo a la estufa, a manejarse con precaución. El resultado: un sencillo pero delicioso platillo.

No olvides que estás transmitiendo tradiciones y cultura

En la cocina, encontré una manera de ayudar a mi hijo a ser independiente y al mismo tiempo, transmitirle una pasión que ha pasado de generación a generación. Creo que con estos pequeños detalles, podemos fortalecer la seguridad que tienen en sí mismos, les damos la oportunidad de demostrar que son seres inteligentes y que podemos confiar en ellos. Si el platillo no sale como esperaban, no desanimarlos, al contrario, nos podemos equivocar y de eso se trata, de aprender a manejar esos pequeños fracasos.

Nuestros chicos pueden ser nuestros mejores cómplices en la cocina, ahí se cocina lo que nos nutre en la vida: tanto al cuerpo como al espíritu. Y quién sabe, tal vez tengamos a un pequeño chef en potencia dentro de casa.

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