8 cosas que cambiaron en mi familia cuando mis hijos comenzaron a dormir solos en su cuarto
Una mañana desperté y ellos ya no estaban a mi lado. Y ese día, todo cambió
Fernanda Gonzalez Casafús
Hace tan sólo 15 días que mis pequeños duermen solos en su cuarto. Y la vida en mi familia ha dado un vuelco inesperado. Me siento rara, pero feliz. Y puedo decir que ahora me doy cuenta que antes no estábamos listos -ninguno de los cuatro- para hacer el cambio. Pero desde que duermen en su habitación el clima es otro, y muchas cosas vienen aconteciendo en esta familia.
¿Por qué los pasé a su cuarto ahora y no antes?
Desde que tengo uso de razón, mi objetivo en esta vida era ser madre. Amo los bebés, los niños, y amo la maternidad y la oportunidad que me dio esta vida de criar a mis dos hijos viéndolos crecer sin perder ni un segundo de su desarrollo. Tengo dos hijos: Indira, de 4 años y 8 meses, y Tizziano de 2 años y 10 meses. Éste era el momento, y no antes, y te cuento por qué.
Al principio, siempre supe que practicaríamos colecho. A mi primer hija la tuve en mi cama hasta los 11 meses y luego en una cuna pegada a mi lado. Cuando nació su hermano, ella pasó a dormir del lado de su papá y yo puse la cuna con el bebé de mi lado. A mi hijo menor ya no lo puse en mi cama; simplemente se despertaba demasiado y fui viendo que él dormía más cómodo en su cunita. Ahí es cuando notas la diferencia que no todos los hijos son iguales, aunque pretendas criarlos igual.
Con mi marido adoramos ver a nuestros hijos al despertar. Taparlos cuando se destapan. Estar allí cuando tienen miedo. Y particularmente, como mamá, el acto de amamantar fue tremendamente más fácil con ellos al lado. No tenía que levantarme, simplemente me acercaba y continuábamos en el sopor del sueño.
Pero llegó un momento en el que con mi marido sentimos que era hora de pasarlos a su cuarto. Nosotros queríamos tener más intimidad, y además, al llegar la noche ellos acaparaban nuestra presencia. Querían cuentos, juegos, y cuando se quedaban dormidos, mamá y papá caían rendidos también. Nosotros, como pareja necesitábamos nuestro espacio. Pero ellos, como personitas en desarrollo, necesitaban probar la nueva experiencia de sentirse independientes y “grandes”.
Así fue el operativo
Teníamos como excusa que aún no habíamos terminado de colocar las barandas de la planta alta. No había modo de pasar a los niños a su cuarto si no había protección. Pero el mismo día en el que el herrero vino a colocar la última baranda que quedaba, mi marido dijo “es hoy o nunca“. Era un sábado. Un día perfecto para empezar. Si se despertaban o dormíamos mal, al día siguiente nadie tenía que levantarse para trabajar o ir a la escuela. Y teníamos como ventaja otros dos días más de descanso que en mi país fueron festivos.
En medio de las bolsas que aún seguían acumuladas pasamos las camas, mientras ellos estaban en la ducha jugando. Puse un velador, arregle un poco, puse sus juguetes favoritos y esa misma noche durmieron allí.
Para nuestra sorpresa, nuestra hija mayor durmió todas la noche de corrido y estaba feliz de dormir en su camita. Y aunque el pequeño se despertó dos veces, entendió desde el principio y sin quejarse, que ése era su cuarto a partir de ahora.
El traspaso a su cuarto trajo muchos cambios. pero los más significativos fueron éstos:
- Sentido de pertenencia: Mis hijos, en estos pocos días, lograron un sentido de pertenencia con su cuarto que es adorable ver. Les encanta tenerlo ordenado. A las personas que llegan a casa las llevan a su cuarto para mostrarles “dónde duermen ellos”. Su cuarto ahora es su lugar sagrado.
- Buscan su ropa y la ordenan: Al lado de su cama puse un mueble bajo, donde tienen dos cajones para cada uno con sus ropas. Ambos saben dónde encontrarlas cuando deben vestirse y eligen lo que van a ponerse. En otro mueble tienen los zapatos; cada uno tiene un estante con los suyos. El orden de sus cosas y sus ropas les ha gustado tanto que se sienten “importantes” a la hora de vestirse.
- Ya no tienen miedo: Cuando dormían en nuestro cuarto, mis hijos me pedían que cierre la puerta, pues les daba miedo la penumbra. Ahora, misteriosa y milagrosamente, no sólo no me piden que cierre la puerta sino que jamás hasta ahora han mencionado tener miedo a la oscuridad.
- No hay despertares llorando: Cuando despiertan, vienen a mi cuarto para ver si aún estamos en la cama, pero en ningún momento despiertan llorando. En cambio, cuando dormían con nosotros, si yo o mi esposo salíamos de la cama y ellos se despertaban y no nos encontraban, se ponían a llorar. Ahora, eso cambió y han dado un salto radical.
- Mamá y papá tienen más intimidad: Y no sólo me refiero a las relaciones sexuales, sino al momento único y gratificante de quedarnos abrazados cuando ellos ya están dormidos, o charlar y contarnos nuestras cosas del día. Había llegado un momento en que se nos hacía imposible hacer contacto de ningún tipo.
- Renovamos los ambientes: El movimiento supuso una renovación absoluta de los ambientes. La habitación donde duermen ahora mis hijos era el reservorio de las cosas que no sabía dónde guardar. estaba todo en bolsas y encimado. Ahora, con las ventanas con cortinas, stickers de personajes en las ventanas, sábanas y acolchados de personajes, y sus muñecos sobre la cama, ahora sí parece una habitación infantil. Además, nuestra habitación matrimonial ha cambiado también. Ya podemos usar las mesas de luz y hasta puse sillones donde antes estaban las camas de los niños.
- Se respira otra energía: Estamos todos de buen humor. Dormimos mejor y despertamos alegres. Ellos despiertan contentos y aman su habitación. Y a nosotros, los papás, nos encanta poder despertarnos sin necesidad de ir en puntillas para no despertar a nadie.
- Ya no más videos a la hora de dormir: En nuestro cuarto tenemos televisión, por lo que siempre era factible que la prendiésemos para poner canal de dibujos animados. Ahora, la rutina es acostarlos y leerles un cuento. Y ellos están muy felices con ello.
Todo a su momento
Cuando mi primer hija era bebé la gente solía decirme “sacala de la cama, que después no la vas a sacar más”. Y acá estamos. No sólo duerme sola en su cuarto, sino que ni una sola vez ha despertado llorando en medio de la noche. Y si necesita algo me llama para que acuda a su lado.
El más pequeño, aún necesita de mamá para conciliar el sueño, y cuando despierta en medio de la noche me llama o viene a buscarme. Entonces, me tiendo en la cama a su lado hasta que vuelva a dormirse. Puede llegar a despertarse hasta 3 veces en una noche. Pero no me preocupa, estoy ahí para ayudarlo, para acompañarlo en este trance y para decirle que siempre estaré a su lado en los momentos en que me necesite.
Es sólo una etapa en la que manos regordetas nos abrazan y vocecitas tiernas gritan por toda la casa “mamá”. Es sólo un par de años los que debes levantarte por las noches a calmar su angustia. Pero es maravilloso que ellos nos amen tanto que necesiten de nuestra protección para sentirse bien.
Recién hoy siento que éste era el momento de pasarlos a su cuarto. Antes, simplemente no estaba preparada. Y creo que ellos tampoco. Y mi marido menos; era él quien decía “dejala que duerma con nosotros” cuando Indira en medio de la noche salía de su cama pegadita a la nuestra para meterse en medio de los dos. El tiempo no vuelve. El tiempo es sagrado. Y mientras más lo aprovechemos, mejor serán los frutos que rinda.
Te lo recomiendo, pero cuando lo sientas con el corazón
He visto infinidad de madres y de padres queriendo pasar a sus hijos a sus cuartos “a la fuerza”. Escuchando las opiniones ajenas, pensando que nunca más los van a sacar, o pensando que sus hijos se volverán débiles y emocionalmente dependientes si no los pasan a su cuarto antes del año. Como madre, y en mi experiencia, te digo que no sólo nada de eso es cierto, sino que todo lo que se hace con amor, siempre obtiene buenos resultados.
Si vas a preparar la habitación de tu hijo, que sea en el momento en que tú y tu pareja lo sientan, porque así el niño sentirá la seguridad que necesita. No existe la edad “adecuada” para que los niños empiecen a dormir solos en su cuarto. De hecho, hay muchas familias que no tienen el lujo de tener otra habitación para los hijos. Pero si tomas la decisión con convicción y con amor, seguramente saldrá como lo esperabas.