11 cosas que cambiaron en mi familia cuando empecé a trabajar

Conciliar trabajo con maternidad es una ardua tarea. Así lo hago yo.

Fernanda Gonzalez Casafús

Desde que soy pequeña mi gran anhelo ha sido convertirme en madre. Era mi juego favorito, que hoy es un hecho, y una hermosa realidad. Pero como madre, quiero darles a mis hijos lo mejor, y luego de haber estado dedicada al cien por ciento a mis dos hijos, este año puede decir que tengo un empleo que me ocupa varias horas al día. Y las cosas desde entonces, han cambiado un poco en casa.

Cuando estudiaba en la Universidad soñaba con convertirme en redactora de un periódico o estar al frente de un programa televisivo. Debo decir que he cumpido mi sueñio de trabajar en televisión, pero que fue postergado por mi prístino gran sueño cuando quedé embarazada de mi primer hija. Asistía a las grabaciones con mi enorme panza y me sentía completamente plena.

Pero luego, pensé que lo mejor sería dedicarme por completo a ser madre. Me atemorizaba dejar a mi bebé, así sea con mi propia madre. Supongo que es un instinto fuerte que tenemos todas las madres desde hace milenios. Así, acordamos con mi marido que él trabajaría fuera de casa y yo me quedaría cuidando del hogar.

Pasaron los años y yo seguía siendo una ama de casa a tiempo completo. En cierta forma, mi programa de televisión era independiente, pues entonces nadie estaba para llamarme y decirme “tienes que volver al trabajo”. Asimismo, unos años atrás yo había estado de viaje en el exterior trabajando como bailarina de bellydance y estuve 3 años lejos de mis afectos. Ahora sólo quería estar en casa y cuidar de mi bebé. Y así lo hice.

Cuando Indira estaba por cumplir un año me prometí a mí misma que volvería pronto a trabajar, para volver a insertarme en el medio laboral. La verdad era que me sentía un poco alejada de todo y me agobiaba esa sensación de miedo de no poder volver alguna vez. Pero el destino quiso que quedara embarazada nuevamente y entonces ya no podría volver a buscar trabajo.

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Asi, conforme iba pasando el tiempo yo veía cómo mis colegas y aún algunos que habían terminado la carrera después de mí, se insertaban en un acotado mercado laboral. Esa sensación rara de sentirse inútil me ha acompañado muchas veces. Porque, aunque al ver a mis hijos tenía todo lo más bello del mundo y lo que siempre había añorado, cierto es también que en algunos momentos sentía cómo el tiempo se me esfumaba de las manos y no lograba volver “al ruedo”.

Para ese entonces yo escribía algunos artículos para esta página, pero más que considerarlo un trabajo lo tomaba como algo que me gustaba hacer, y algo que me mantenía en práctica. Sin embargo, en los últimos años tuve la dicha de seguir escribiendo y pude hacer una pequeña diferencia económica como para ayudar en la economía familiar. Ahora las cosas cambiarían.

El trabajo dignifica

Desde que soy muy joven siempre trabajé y pude pagar por mis pequeños gustos. Luego, mi gran oportunidad se dio cuando me contrató una empresa internacional para hacer una gira como bailarina. El dinero era muy bueno y la vida que llevaba era de princesa. Pero unos años luegos de volver de esa gira me encontraba casada y con una hija y sin el manejo de dinero que tenía antes. Había que adaptarse. Para cuando nació mi segundo hijo las cosas se pusieron difíciles: mi marido trabajaba muchísimo y la situación en mi país no era la óptima. Yo necesitaba buscar un trabajo para poder colaborar en el hogar y sentirnos un poco más aliviados. Pero ese no era el único motivo.

En verdad, si bien durante los primeros años de mis hijos fue maravilloso pasar las 24 horas del día junto a ellos, ahora yo sentía que debía hacer algo por mí. El trabajo dignifica, y cuando encuentras haciendo algo que verdaderamente te gusta, tu buen ánimo se traduce a toda tu familia. Yo estaba feliz por haber criado a mis hijos en sus primeros dos o tres añitos de vida, pero también un poco triste porque deseaba escribir, o trabajar de periodista, que es lo que había estudiado.

Entonces, cuando las cosas fueron mejorando, y pude tomarme ésto como un verdadero trabajo, todo cambió. Y ésto fue lo que pasó:

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  1. Me dió ánimo de seguir luchando por lo que me gusta hacer, escribir

  2. Puedo aportar económicamente al hogar

  3. Tengo mi propio dinero y eso me enorgullece

  4. Puedo planificar más (una fiesta, una salida, las ropitas de mis hijos)

  5. Tengo algo más que hacer en el día, tengo un propósito

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  6. Me siento valorada, y siento que mi trabajo gusta

  7. Me da ánimos de continuar escribiendo mi primer libro

  8. Me di cuenta que lo que verdaderamente vale es hacer lo que a uno le gusta

  9. Mi familia me respeta y mis hijos están orgullosos de “mami que escribe”

  10. Administro mucho mejor mi tiempo

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  11. He conocido personas maravillosas que han confiado en mí, y eso es impagable

Todo a su tiempo

Por el momento, soy feliz con lo que hago. Me siento completamente bendecida de trabajar en casa y poder al mismo tiempo estar con mis hijos cuando lo necesiten. No sé qué es lo que me tendrá preparado el destino, pero por el momento lo vivo al máximo. Ser mamá y trabajar no es fácil, pero todas podemos hacerlo, y por nuestros hijos aún más.

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Fernanda Gonzalez Casafús

Fernanda es Licenciada en Periodismo, especialista en Redacción Digital y Community Managment. Editora de contenidos y redactora en Familias.com. Nacida en Argentina y mamá de dos, ama los animales, la danza, la lectura y la vida en familia. Escribir sobre la familia y la maternidad se ha convertido en su pasión.