Una madre quedó paralítica de por vida, y grita al mundo que tiene un gran motivo para sentirse la mujer más feliz
A veces es necesario tocar fondo para volver a resurgir. Y esto que le sucedió a esta valiente madre de quien tenemos mucho que aprender
Fernanda Gonzalez Casafús
Una sonrisa dibuja su rostro en cada foto. Y es que esa sonrisa refleja el verdadero estado de su espíritu. Amanda Newton se siente feliz, y aunque esté en una silla de ruedas y así vaya a pasar el resto de su vida, sabe que tiene un gran motivo para ser feliz, “la mujer más afortunada del mundo”, como ella misma dice.
Corrían los primeros días de agosto de año 2015 cuando Amanda salió con su bicicleta como de costumbre para entrenar. Estaba ejercitando y poniéndose en forma para participar de las maratones, pues esa había sido su meta en el último tiempo. Mientras sus cuatro hijos estaban en la escuela Amanda daba rienda suelta a su pasión y se disponía a entrenar al máximo.
El accidente que todo lo cambió
Según ella misma cuenta en Mail Online, su vida cambió de la noche a la mañana cuando tuvo un accidente con su bicicleta, al chocar de lleno con un poste. Se había dispuesto a subir una colina muy empinada, y al bajar los frenos de su bicicleta no respondieron y sobrevino lo peor. De repente, vio todo negro y sintió un tremendo dolor en la parte baja de su espalda, como si hubiera recibido un fuerte golpe con algún objeto de metal. El poste había quebrado algunas de sus vértebras lumbares y una de esas fracturas pellizcó su médula, lo que hizo que quedara inmovilizada de cintura hacia abajo.
Tendida en el piso, y sintiendo cómo de a poco una extraña sensación recorría sus piernas, algo le dijo que ya no podría moverlas. Estaba sola, y no sabía cómo pedir ayuda. Hasta que en un momento escuchó a alguien y gritó en señal de auxilio, y pudo ser rescatada.
“Pensé en matarme”
Amanda cuenta que, ese día, estando tendida en el piso y bajo la desesperación de no poder moverse, se le pasó por la cabeza buscar una piedra para golpearse la cabeza y dejarse morir. Hoy, ese pensamiento queda como un amargo recuerdo, pues la vida le dio una segunda oportunidad.
En el hospital, le dijeron que tras el accidente se había roto las costillas, la clavícula y la espalda. Y la peor noticia era que no volvería a caminar. Pero entonces, una nueva vida comenzó para Amanda.
Feliz de estar viva
“No quería que la gente sienta pena por mí”, cuenta la valiente mujer. “Me sentía afortunada y aliviada de estar viva”, dice. A una semana de su tremendo accidente, Amanda comenzó a escribir una especie de diario donde contaba cada uno de sus progresos. Así surgió “El cielo no es el límite“, un libro autobiográfico donde Amanda cuenta en detalle su experiencia y cómo logró sobreponerse a tal fatal destino. Destino que pasó a convertirse en algo positivo y que le dejó mucho aprendizaje.
En su diario escribió luego de un mes del accidente, que gracias a su entrenamiento físico su cuerpo lograba resistir todo el duro proceso de recuperación por el que estaba atravesando. Y, sin dudas, el hecho de escribir sus sentimientos también colaboró en gran manera a su mejoría.
Esta fuerte madre expresa que nunca se sintió con remordimientos por lo que sucedió y jamás se preguntó “¿por qué me pasó a mí?” Al contrario, esta experiencia la acercó a sentimientos jamás vividos y le hizo sacar fuerzas de donde no creía tener. Así fue como, aún en sillas de ruedas, no se dio por vencida y siguió entrenando. Tomó tan en serio su entrenamiento que comenzó a competir en gran cantidad de juegos para personas con discapacidad. Y ahora había aprendido una lección: ya no era importante ganar, sino tomar parte de la competición. Al fin y al cabo, estaba viva, y eso era lo que importaba.
A un año del accidente, un festejo impensado
Muchos en su lugar hubieran recordado el aniversario del accidente como un día triste, donde sólo se recuerde el momento en el que perdió la movilidad de sus piernas. Sin embargo, Amanda decidió cambiar totalmente la visión de la tragedia y festejó junto a su hija el incio de una nueva vida de aprendizajes, haciendo nada más ni nada menos que paracaidismo.
Y su vida de desafíos continúa. Amanda sigue corriendo triatlones, pero esta vez en silla de ruedas. Se ha ido adaptando perfectamente a cada situación y ha sabido ver lo positivo en cada cosa. Eligió no quejarse ni lamentarse por lo sucedido, sino aprovechar todas las ventajas y el gran aprendizaje que le dejó la vida tras esta situación, que podría haber sido fatal.
Y su relación de pareja con su esposo no quedó atrás en toda esta situación: “Como pareja, nos hemos enfrentado a nuestro mayor obstáculo, pero nos ha fortalecido. Antes del accidente, estábamos luchando; la vida era agitada y, rara vez encontramos tiempo el uno para el otro. Mi accidente nos hizo hacer un balance de lo que casi perdimos”, dice Amanda en su libro.
Un motivo para ser feliz
“Hoy (9 de agosto, aniversario del accidente) no es un día para estar triste, es un día para ser feliz y celebrar el año más increíble que haya tenido. El paracaidismo fue un contraste total con respecto al año anterior cuando yacía totalmente incapaz de moverme. En cambio, volé por el aire como un pájaro; allá arriba, nadie necesita piernas”, escribe, reflexiva, Amanda. Y nos invita a creer en nosotros mismos, en luchar por aquello que creemos imposible. Porque, si lo soñamos, podemos lograrlo.