La única oración que Dios NUNCA responde

¿Has sentido que Dios nunca te responde esta oración?

Mariel Reimann

Pensar en Dios como una figura paterna es, probablemente, la mejor manera de entender porque esta oración nunca es respondida por Él; o al menos, en el momento en el que insistimos en que lo haga.

“Yo quiero tomar clases de gimnasia aérea, no de ballet”, dijo mi hija menor completamente enfadada conmigo y en total desaprobación. Le expliqué que entendía lo que ella quería, pero que primero tomaría clases de ballet, y luego de gimnasia aérea. Insistió tanto con su pedido, que al final aflojé y la inscribí en una clase de gimnasia aérea, o gimnasia en sedas, como muchos la llaman.

Luego de tres meses de clases, un día llegó muy desilusionada.

“Mamá, yo entiendo la técnica de las sedas, pero no sé bailar, nunca tomé clases de ninguna danza y no puedo hacer lo que las demás nenas hacen. Tendría que haber ido a ballet primero”.

Ver sufrir a tus hijos por haberte rendido y haberles dado con el gusto, es un sentimiento que ningún padre disfruta. Sin embargo, es una lección que como seres humanos debemos aprender. No todo lo que queremos y pensamos que es mejor para nosotros, en realidad lo es.

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Dios, a veces, no nos da lo que sentimos que en esos momentos nos haría inmensamente felices, porque sabe que al final, sólo deberemos retroceder para aprender esa lección de “ballet” que todos debemos tomar para poder progresar y así alcanzar nuestro máximo potencial.

Su plan es mejor que el nuestro

Mientras escribo este artículo, un bebé de dos semanas duerme junto a mí. Parece una escena normal, ordinaria y hasta inadvertible, sin embargo, para mi pequeña familia, se trata de un milagro.

Hace menos de dos años, perdí a mi bebé. ¿Por qué a mí?, la oración que no tiene respuesta.

Nos suceden cosas que no entendemos, que no queremos aceptar, que duelen y que queremos que se detengan o desaparezcan. Nos preguntamos porque y nos negamos a aceptar los cambios.

Los cambios: una manera de crecer

Cuando el dolor nos oprime el pecho y la pregunta diaria es: ¿cómo voy a hacer para soportar hasta mañana?. Tratar de aceptar que ese cambio que nos parece tan negativo en ese momento, es parte de un plan de Dios, parece imposible.

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“Las posibilidades de que tengas otro bebé son casi nulas”, explicó mi médico cuando fuimos por otro embarazo después de perder a mi hija. Pero una vez, Dios tenía un plan diferente.

No, no me quedé embarazada. La ciencia tenía razón.

El bebé que duerme a mi lado no es nuestro. Soy solamente su madre temporal.

No sabemos si se quedará con nosotros o regresará con su mamá. Sólo sé que hoy está conmigo, que soy parte de su vida y de un plan que aunque no puedo comprender por completo ahora, sé que contribuirá a mi felicidad.

Si las cosas no se hubieran dado en el orden que se dieron, nunca hubiéramos tenido la oportunidad de cambiarle la vida a este ser que de otra manera, habría nacido sólo para sufrir.

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Si sientes que Dios no responde tus pedidos, en realidad, lo está haciendo

Vivimos en un mundo en el que la comida es rápida, la comunicación instantánea, las expectativas demasiado altas; un mundo que no sabe esperar.

Saber esperar y adaptarse a los cambios, es la mejor forma de acercarse a la felicidad. Vincent Nguyen, autor de Self Stairway, dice: “Casi todos temen cambiar. Los cambios son el ‘diablo’. Todos queremos consistencia en nuestras vidas y nos aferramos a lo que nos resulta familiar […], sin embargo, dirigirnos hacia los cambios, nos hace crecer”.

Hay cambios que son placenteros desde el principio y otros que no lo son, pero, al igual que cuando tus padres quitaron las rueditas de apoyo de tu bicicleta, sentiste miedo, y luego satisfacción por haberte animado o aceptado el cambio, de la misma forma Dios, a veces parece silenciarse y no responder esa oración; pero al final, siempre entendemos el porqué.

Acepta los cambios con fe

“Respira profundo. Respira profundo y espera con fe”, repite mi mejor amiga cada vez que esa respuesta de Dios “tarda” en llegar o mientras yo hago un esfuerzo para entender.

La fe requiere creer sin entender, sin pedir explicaciones, la fe requiere paciencia.

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Así como nunca le pedirías a tus hijos que hagan algo que tú sabes que al final sólo les va a dejar dolor, Dios no te pedirá que hagas algo que tú no puedas soportar. Nunca te pedirá algo que al final no te lleve a una felicidad mayor.

Lo que hoy nos duele, mañana cobrará sentido. Lo que hoy sólo parece devastación, mañana será consuelo y paz.

Recuerda que todos tarde o temprano, deberemos tomar esa clase de ballet, antes de estar listos para danzar en lo alto.

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Mariel Reimann

Mariel Reimann estudió leyes en la Universidad de Córdoba, Argentina y vive en Salt Lake City, Utah. Es madre de dos hijas que son la luz de su vida.