Alabar a Dios en medio de la adversidad: un medio para ser libre
Alabar a Dios en medio de las pruebas es reflejo de una fe madura y sólida.
Marta Martínez Aguirre
El olor a orín y excrementos era nauseabundo; la humedad impregnaba cada rincón de la cárcel y la falta de luz abrumaba. El cepo apretaba fuertemente, y la privación de libertad injusta volvía más terrible todo. Imagino que Pablo miró a Silas y le guiñó un ojo, y Silas sonrío de forma tímida mientras caían sus lágrimas. Una oración de fe inundó de paz la medianoche que cubría el cielo negro sobre sus hombros. Los otros presos vociferaban groserías y se burlaban de esos dos locos enamorados de Jesús.
Los habían azotado con varas, por lo que sus espaldas estaban al rojo vivo. La crueldad romana se reflejaba en las llagas abiertas que dejaban al descubierto la carne que, mezclada con la sangre y el sudor, se adhería a las pocas ropas que cubrían sus cuerpos. El dolor era irresistible, moverse, un tormento. De pronto, en medio de tan atroz padecimiento, Pablo comenzó a entonar un salmo y la prisión se llenó de paz y luz. Silas se unió al canto, sintiendo que su corazón danzaba (Hechos 16: 16-40).
Como Cristo, Pablo sabía que predicar el Evangelio iba a representar acusaciones falsas, dolores, persecución y angustia. Sin embargo, su adoración estuvo siempre presente, dando testimonio fiel. Sus mejores Epístolas , según mi perspectiva, las más profundas y llenas de consolación, fueron escritas desde las diferentes cárceles. Y en ninguna de sus cartas se lee una queja o un sentimiento de derrota ante tal sufrimiento. Todo esto es reflejo de un verdadero hombre de fe, capaz de adorar y alabar a Dios en todo tiempo y en todo lugar, porque era un verdadero adorador en espíritu y en verdad.
Prisiones físicas y prisiones espirituales
No sé cuál es la razón por la que tú te sientes en prisión, pero hay prisiones que no tienen rejas y sin embargo ahogan e inmovilizan, nos avasallan y restringen nuestra libertad. La actitud con la cual nos enfrentemos a ella determinará cuán libres seamos. Vivimos en una época de crisis espiritual, donde el vacío existencial contamina la vida cotidiana.
Compras compulsivas, adicciones, egoísmo, falta de solidaridad, materialismo, afán por lo efímero, son las nuevas patologías que los psicólogos debemos enfrentar. Pero hay personas como tú que llegan sintiéndose prisioneras, atrapadas en el cepo de la angustia y la frustración; algunas, luego de haber buscado la salida en el alcohol, el sexo, las drogas y esas adicciones socialmente aceptadas, como el trabajo excesivo o los medicamentos.
Cuando la diversión se transforma en adicción.
Los jóvenes en especial recurren a las “salidas”, otra adicción disfrazada de algarabía y vista como algo de la juventud, pero a veces dichas salidas y trasnochadas implican peligros latentes. La mayor preocupación es que “salir a divertirse” es utilizado como un medio para no pensar en aquello que angustia o no deja pegar un ojo durante toda la noche.
Recuperar el deseo de celebrar la vida es algo que tenemos que lograr, la felicidad debe ser una decisión constante. Celebrar en tiempo de angustia puede ser visto como algo extraño; sin embargo, cuando celebras que no estás solo y que Dios tiene todo bajo control, es reflejo de una vida espiritual madura.
Tu cárcel puede ser un trabajo no deseado, un matrimonio duro, un viejo rencor, una enfermedad crónica, un pasado doloroso que ha dejado marcas, una crisis financiera o todo aquello que te paraliza y te hace sentir atrapado y te priva de paz. Sea la prisión que sea, hay una sola alternativa, orar y alabar:
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Para que la medianoche se disipe (Hechos 16:25). Es en medio de los problemas donde más debes aferrarte a Dios; donde la medianoche cubre todo de desesperanza, la alabanza llenará de gozo tu ser. No dejes que las circunstancias interfieran en tu devoción hacia Dios. Pablo y Silas hicieron a un lado el sufrimiento y el cansancio para comenzar a alabar y adorar a Dios.
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Para que trascienda tu voz (versículo 25). A veces transmitir tus creencias puede resultar difícil, pero si otros te oyen alabar a Dios se harán preguntas sobre cómo puedes, imbuido en tanto problema, tener ánimo para hacerlo. Alabar es la mejor forma de testificar a los demás tu vínculo personal con Dios y tu vida transformada en gozo.
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Para entrar al mundo sobrenatural (versículo 26). Tal vez no te hayas dado cuenta, pero Dios desea llevarte al plano espiritual, porque ahí se comunica contigo. Al alabar y adorar a Dios en espíritu y en verdad entras de inmediato al mundo espiritual y remueves todas las fuerzas enemigas que te atan, sean fuerzas espirituales malignas, pecados, angustias o quebrantos. Tu vida es liberada y transformada.
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Para que otros crean (versículos 27-34). Cuando eres capaz de alabar a Dios y de adorarlo en medio de las pruebas más terribles, suceden milagros inesperados. Uno de ellos es sentir gozo en tu alma y la firme convicción de que Dios tiene todo bajo control; pero otro bastante significativo es ver la vida transformada de quienes te rodean. Incluso, aquellos que menos esperabas comienzan a experimentar alegría y deseos de tener el vínculo de amor que tú tienes con Dios.
Deja que el Espíritu Santo obre en tu dolor. Tu cárcel puede ser de máxima seguridad y sus muros impenetrables, mas recuerda que alabar es el arma más poderosa que existe para testificar a otros el poder de Dios presente en tu vida. No importa si tu voz no es hermosa, Dios anhela escucharla; comienza hoy a darle tu mejor alabanza y tu mejor adoración, y verás cómo el poder fluye en tu vida y los milagros se vuelven cotidianos, mientras las rejas se abren y eres liberado de tu aflicción. Celebra la vida en medio de tu medianoche más fría y húmeda, porque Dios ilumina tu camino y abre la reja de tu cárcel.