¿Amamos y exigimos sanamente a nuestros niños?
"Tu amor sin exigencias me empobrece; tus exigencias sin amor, me enfurecen. Solo tu amor exigente me engrandece y me permite crecer".
Marilú Ochoa Méndez
Teresa de Calcuta, esta grandiosa mujer afgana que dedicó su vida a atender a los más pobres entre los pobres en Calcuta, India, dijo una vez: “Si quieres cambiar al mundo, ve a casa y ama a tu familia“.
Siempre me ha impactado la fuerza de sus palabras. El amor tiene un efecto expansivo. Lograr que nuestra familia sienta amor, aceptación, reconocimiento e impulso, catapultará el bien, sin duda.
De nuestra forma de guiar y amar a nuestros hijos depende una montaña de consecuencias: cómo nuestros hijos se autoperciben, cómo y con qué sueñan y su buen o mal trato a las personas.
Conviene entonces analizar nuestras motivaciones y estrategias para guiar a nuestra familia. ¿Estamos demostrando amor a nuestros hijos?, ¿se sienten amados realmente? Son preguntas para padres valientes. ¿Nos las hacemos, hoy tú y yo?
Mi forma de amar, ¿es sana?
Las personas amamos como nos amaron, nos miramos como fuimos miradas. No siempre nuestra manera de amar es la más saludable, o la que más nos llena el corazón.
Al convertirnos en padres, es nuestra responsabilidad evaluar y reeducar nuestros aprendizajes sobre estos temas, pues de otra manera caeremos en los errores y fallas que sufrimos cuando éramos niños, por parte de nuestros padres o alguna otra figura de autoridad.
Porque el amor no lastima, busca el bien del otro, perdona, alienta y construye.
¿Cómo saber si mi amor lastima?
Es sencillo. ¿Te descubres a ti mismo hiriendo a los que más amas? ¿Te dices a ti mismo con frecuencia que has sido duro “porque otros te obligaron”, porque “se lo merecen”?, ¿intentas a menudo “castigar” el mal comportamiento de otros, comportándote tú de la manera que tanto te ha ofendido?
Si respondiste que sí, te felicito. Eres parte de la mayoría de los seres humanos sobre la tierra. Todos tenemos heridas y nos sucede como a San Pablo: “No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero” (Rom 7, 19-25).
Aquí la diferencia radical es: ¿lo reconocemos como él?, o ¿aprovechamos nuestras heridas para infringir el mismo mal o daño a otros?.
Tú puedes aprender a amar más y mejor
Reconocer nuestras fallas, nuestros yerros y nuestros huecos emocionales podría desanimarnos, pero no debemos permitirlo.
Hoy, en la adultez estamos más que capacitados para sanar y sanarnos, por el bien de nuestras familias. Cuando éramos niños no podíamos salir de los entornos nocivos, ni ponernos de pie ante el maltrato, hoy sí.
Si en tu historia de vida sufriste dolor, desamparo o violencia, lo siento. No debe haber sido fácil para ti. Pero has salido adelante, y estás aquí hoy. Hoy es el momento para resolver, recomponer y proteger a ese niño herido que fuiste.
Pero no sanamos solos
No siempre alcanzamos a ver claramente nuestro interior, a veces incluso, vemos borroso nuestro pasado. Si notas en ti actitudes que no puedes resolver, que te sacan de tus cabales y lastiman constantemente a los que más amas, ¡busca ayuda!.
Un corazón compasivo que te escuche puede hacer maravillas por ti. Busca alguien maduro, sereno, sabio y capaz. Un terapeuta, un sacerdote, un pastor, una religiosa, un buen amigo.
Es útil conocer tu lenguaje para amar
El escritor y pastor bautista estadounidense Gary Chapman, en su libro “Los 5 lenguajes del amor“, afirma que cada persona tenemos un lenguaje particular que nos hace sentimos amados.
Estos lenguajes son: actos de servicio, contacto físico, palabras de afirmación, tiempo de calidad y regalos. Tú, en particular, sientes que el otro te ama cuando realiza alguno de estos gestos. Lo mismo ocurre con tus seres queridos.
Es muy útil -además de procurar nuestra sanación interior– buscar tips prácticos para hacer sentir al amor a los nuestros, como observar y preguntar a nuestros seres cercanos: ¿qué prefieres?, entre las opciones anotadas arriba.
Te sugerimos leer: Los cinco lenguajes del amor, descubre cuál es el tuyo
El mejor modelo de amor: Dios
Es difícil comprender el amor de Dios. Los hombres no tenemos una mirada limpia siempre, y en ocasiones, enturbiamos los mensajes que Jesús repite hasta el cansancio en Su Palabra.
No debemos “merecerlo”, se nos da gratis
“Pero Dios muestra su amor por nosotros en que, cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro 5:8)
Su amor es inagotable
“Ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ro 8:39)
Nos ama a ti y a mí de manera única
“¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aun cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré!
Grabada te llevo en las palmas de mis manos; tus muros siempre los tengo presentes”. (Is 49, 15-16)
El Señor te ha formado maravillosamente
“Tú formaste mis entrañas, me tejiste en el seno materno. Te doy gracias por tan grandes maravillas; soy un prodigio y tus obras son prodigiosas. Te doy gracias, Señor, porque me has formado maravillosamente” (Sal 138).
¿Cómo y para qué exiges?
Educar es sacar de nuestros pequeños, la intención consciente de cumplir su propósito en la vida. Para ello, la exigencia irritante e impositiva no es un apoyo, sino un obstáculo.
¿Cuál es el camino? ¡Ya lo sabes! El amor que perdona, que comprende, que busca lo mejor del otro, que trata bien, que coloca la otra mejilla.
No es fácil dar ese amor, es preciso orar, sanar y volver a orar. Es Jesús el que hará de ti y de mí los mejores padres para nuestros hijos.
Que Él permita que darnos cuenta de nuestras fallas, nos impulse a hacer un ejercicio consciente de sanación, y nos anime a amar cada vez más y mejor. ¡Dios te bendice!