Antídoto al virus de la cultura del Yo primero: educar con poco
Este artículo pretende ser una guía sencilla para evitar que los niños crezcan absortos de sí mismos y crean que deben satisfacer todas sus necesidades. La cultura del Yo primero hay que erradicarla.
Marta Martínez Aguirre
Narciso está muerto, pero tiene múltiples seguidores en este siglo. No voy a analizar el mito, ya lo hizo Freud, y tantos otros psicoanalistas. Narciso, absorto por su propia imagen en el río, se mira una y otra vez. Se adhiere a su imagen, a un yo libidinizado. Posee un Yo egoísta, que no deja espacio para otro que no sea él mismo. No buscará a alguien para amar, sino que se amará a sí mismo.
La vida nos brinda copiosas oportunidades de tener compasión por los demás. Sin embargo, nos dejamos atrapar por la filosofía narcisista del Yo primero. Nadie está libre de caer en ella. En las familias más devotas se puede ver a algún integrante que solo piensa en sí mismo, desconsiderado con las necesidades de los demás. ¿Cómo es posible esto? Sencillo, crecen con la necia idea de que la felicidad radica en llenarse de cosas y los deseos deben satisfacerse. El psicólogo argentino Sergio Sinay dice que “empacho no es felicidad”; pero educamos a los niños atiborrándolos de comida chatarra, golosinas, juguetes, tecnología y chirimbolos de todo tipo.
Mi padre se crió con muy poco. Le escuché decir varias veces que su primer juguete real se lo compró él mismo, cuando se recibió de protésico dental, y abrió su flamante consultorio con un equipo dental usado y un manojo de ilusiones en el bolsillo de la túnica almidonada. De pequeño mi abuelo tallaba los juguetes en madera, para él y seis hermanos más; unos a otros se pasaban la ropa y disfrutaban lo que recibían como si fuera recién comprado. Tenía un par de zapatos de cuero para ir al servicio religioso y las fiestas importantes, y otro de lona para ir a la escuela; pero en la casa, fuera invierno o verano andaba de alpargatas. Mi madre pertenecía a una familia económicamente favorable, creció en una bella estancia de varias hectáreas, pero también fue educada en el sacrificio y la entrega desinteresada al prójimo. Nunca llegué a ver otra mujer más dedicada a los más humildes. Llegara quien llegara lo trataba como si el mismo Jesucristo tomara de su jugo de frutas y probara su torta de duraznos. Ambos me educaron para ser feliz, con base en fuertes valores morales, disciplina, esfuerzo y dedicación. Lo que más me inculcaron fue que de nada servía un buen título universitario si era una persona egoísta y desconsiderada.
Narciso vivía mirándose en el espejo de la autorreferencia, creció como prófugo de los encuentros y fue incapaz de convivir con otro, porque el otro para él era invisible. Si deseas que tu hijo no pertenezca a la cultura del Yo primero, lleva a la práctica estos consejos:
Enséñale a vaciarse
Los niños de hoy crecen sin esperanza, porque para tenerla es necesario carecer de algo. Cuando algo le falta, lo sueña, lo proyecta, lo busca y lucha por obtenerlo. La esperanza solo visita los corazones que se vacían.
No, a los toques de magia
Ahora lo único que importa es creer en los cuentos de hadas, con un simple movimiento de varita (léase tarjeta de crédito) nacen las cosas, el impulso no frustrado se refleja triunfal en la vidriera multicolor del shopping y muere el deseo. Es necesario aprender a frustrar, enseñar a tener motivos para sentirse vivos y forjar proyectos. El vacío es fértil cuando dejas a tu hijo que lo llene de sentidos, y le da espacio a los valores de creación, de experiencia y de actitud. Frankl hablaba de “vacío existencial” para referirse a la falta de sentido, que se exterioriza en el aburrimiento y en la indiferencia.
Sí, al aburrimiento fértil
El aburrimiento es fuente de salud. Cuando no sabe qué hacer y se aburre déjalo que tome la iniciativa para “desaburrirse”: que repare juguetes, arregle su ropero, pinte o decore las paredes de su cuarto, lea un libro. El aburrimiento incrementa la autoestima cuando el niño logra crear algo por sí mismo y ve sus resultados. Si te ve a ti tapar tu vacío existencial con papas chip y coca cola frente al televisor, ten por seguro que estarás criando un adicto y un obeso emocional que vivirá en la eterna inmadurez.
Ayuno de aparatos electrónicos
Una vez a la semana apaga todos los aparatos electrónicos, cierra el cuarto y que salga al aire libre, a jugar con sus amigos. En el juego se imita la realidad, representando por medio del juego simbólico lo vivido o lo que quieren vivir. Es el mejor canal para permitirles manifestar sus emociones y compartir sus ilusiones con sus pares.
No lo introduzcas en las adicciones
No utilices la política de darles bienes materiales en la creencia de que de ese modo vas a resolver los conflictos, o que es la solución a tus horas ausentes. Arrojar objetos a los problemas es introducirlos en el campo de las adicciones. Cuando un adulto tapa la boca con comida y objetos, en la adolescencia encontrará a su hijo en la boca[i] de sustancias psicoactivas.
Ensénale a afrontar la adversidad
Si resuelves sus problemas en vez de dejarlo que aprenda de la adversidad, estarás criando un adulto que huirá de los problemas. En el mercado laboral se ve a una gran cantidad de jóvenes desempleados porque aducen que no quieren “empleos aburridos”; lo mismo pasa con el gran porcentaje de adolescentes que dejan sus estudios porque “las materias no les gustan”. En su niñez sus padres resolvían todo por ellos.
Promueve en tu hijo la idea de que la felicidad proviene del camino del desapego y del encuentro generoso, como el Buen Samaritano, y verás cómo la filosofía de Narciso ni siquiera le guiña un ojo.
[i] En Uruguay se llama “boca” a los lugares donde se venden drogas de un modo ilegal.