¿Comes por ansiedad? Cuida que la necesidad de comer no gobierne tu vida
Esas ganas irresistibles e incontrolables de comer a todas horas, darse atracones de comida y luego sentirse culpable y el incontrolable sobre peso pueden ser producto de la ansiedad. Entérate cómo solucionarlo.
Emma E. Sánchez
Al igual que muchas mujeres, Claudia siempre estaba a dieta: la de la luna, la de cero carbohidratos, la de la zona, la dieta según tu tipo de sangre, la de únicamente jugos, sólo frutas, la de la col morada, etcétera. ¡Todas! ¡Absolutamente todas las probó! Pero el hambre siempre estaba presente. Los primeros quince días los pasaba de maravilla, pero después de un mes tenía ¡el mismo peso, o incluso más!
Constantemente, Claudia se sentía decepcionada de sí misma por no ser capaz de controlar su apetito y sus antojos, y tras fracasar en sus intentos sólo se hundía más, dándose “atracones” de comida que la deprimían peligrosamente.
Hasta que un día, al leer un artículo como éste Claudia encontró la frase “Hambre emocional” y algo resonó en su interior: ella siempre sentía hambre aún después de haber comido hasta no poder más. ¿Se trataba de eso?
¿Hambre emocional?
Este concepto pretende ser una explicación a esa terrible necesidad de comer de forma constante en búsqueda de satisfacer un hambre no física, sino emocional. Es un intento fallido de llenar vacíos emocionales; sí, así de extraño.
¿Como qué tipo de vacíos?
Por ejemplo, sentirse sola, el estrés, las relaciones personales fallidas o poco satisfactorias o bajo premisas como: me voy a dar un premio, voy a festejar esto porque hice bien aquello, o porque estoy triste; situaciones que siempre tienen que ver con emociones o sentimientos que generan ansiedad y que la comida puede satisfacer de manera rápida, aunque sea por unos breves minutos.
¿Cómo lo resuelvo?
Primero
haz un examen de conciencia y en la privacidad de tu alma sincérate contigo misma, abiertamente reconoce qué es lo que te hace falta, qué es lo que deseas y qué no está en tu vida.
Segundo
haz una lista de aquellas necesidades insatisfechas y decide cuáles puedes solucionar y cuáles en definitiva debes dejar en las manos de Dios y olvidarlas. Una vez que hayas hecho este ejercicio te será más fácil hacer cambios reales de fondo, porque sí está en tu poder hacerlo y dar libertad a las que no puedes controlar. Entonces, sabrás que todos los pastelillos del mundo nunca podrán hacer lo que tú no hagas por ti misma.
Haz ejercicio
La ansiedad y la depresión nos hacen víctimas, nos quitan poder sobre nosotras mismas. Una manera de recuperar ese poder es hacer ejercicio, practicar un deporte o iniciarnos en una disciplina. Si asumes el reto no sólo vas a fortalecer tu cuerpo, sino que tu mente y tu voluntad se volverán de hierro.
Toma agua
Cada vez que sientas “hambre” o deseos incontrolables de comer, toma un vaso de agua.
Distrae tu mente
Concéntrate en tu trabajo, en una actividad, practica un nuevo pasatiempo, o cambia de pensamiento cada vez que pienses en comer. ¡Tú estás a cargo de este barco!
Aléjate del veneno blanco
El azúcar es tremendamente adictivo, y poco a poco dejas de consumirla cada día te sentirás mejor.
Duerme, descansa
¡Relájate! Tomar las cosas con calma aligerará tus cargas, cada día tiene su propio afán y con eso es más que suficiente. Descansa tu mente y deja de inventarte historias que te hacen daño y no te ayudan en nada.
Fortalece tu espíritu
Tal vez no me lo creas, pero tener una vida espiritual hará menos tus cargas. Tener y cultivar la fe en Dios y la esperanza siempre te dará una perspectiva diferente y positiva de la vida, liberándote de las cosas que te hacen daño.
Comer no sólo es una necesidad, ¡es un placer! Pero no le permitas que gobierne tu vida.