¿Cómo ayudar a tu hijo a entender la muerte ?
La muerte es siempre un evento difícil de aceptar y ningún ser humano es infalible ante ella, ni siquiera los niños. En cuatro pasos ayuda a tus niños a entenderla y a aceptarla como un evento natural de la vida de todo ser humano.
Erika Otero Romero
Enseñar a los niños acerca de la muerte no es tarea fácil. Ayudarlos a afrontar la pérdida de un ser querido quizás sea aún más complejo, y la situación se pone de veras difícil cuando nosotros mismos atravesamos por nuestro propio duelo.
Debemos tener en cuenta que la manera en la que los niños entienden la muerte depende mucho de la edad, de las experiencias de la vida, de la cultura y de la personalidad; pero hay cuestiones importantes que en toda situación se deben considerar:
Explique la muerte en un lenguaje que el niño pueda comprender
TODO
Sea siempre honesto, no finja que TODO está bien, pues aunque el niño no sepa qué pasa en realidad, sabrá que algo va mal en su entorno. Quizás sea difícil para usted explicarle, pues no tendrá todas las respuestas, pero es importante que el niño sienta que está en una atmósfera de confianza. Comparta con él sus creencias espirituales, recuerde que la manera en la que le explica el concepto de muerte al menor depende mucho de la edad que tenga; sea siempre concreto, claro y franco.
No use insinuaciones o eufemismos
No le diga al niño que la persona “está durmiendo”, que “se ha ido lejos” o “de vacaciones”. Los niños de entre uno y cinco años tienen un pensamiento literal, y si usted le dice a un pequeño de cinco años que, por ejemplo, “el abuelo se ha ido a dormir”, el niño podrá tener miedo de ir a dormir, o podría desarrollar temor por la separación. Los niños de edades entre los seis y los diez años, aunque son más grandes y comprenden un poco mejor el concepto de muerte, tienen un pensamiento un tanto fantástico y podrían creer que de pedir un deseo la persona podría volver a la vida, o que su familiar fallecido se convertirá en fantasma. Por eso, siempre es necesario que usted sea honesto, claro y preciso. En lo que toca a los adolescentes explicar la muerte es un poco más sencillo, pues ya comprenden el concepto y sus causas; el desafío es ayudarlos y ser un apoyo constante para que puedan expresar sus sentimientos respecto a la pérdida.
Decidir sobre si llevar al niño o no al funeral
La decisión es suya y del niño. Es conveniente permitir que el niño participe de los rituales de duelo, si ellos quieren hacerlo, pero, antes que nada, explíqueles lo que ocurre en un funeral o entierro, y ofrézcales la posibilidad de que ellos decidan si quieren asistir. Háblele sobre sus creencias acerca de la muerte y explíquele el sentido de los rituales de duelo que realicen usted y su familia. Por otro lado, si le parece que su propio dolor puede impedirle ayudar a su hijo en este momento difícil, pida a un familiar que cuide a su hijo mientras se desarrolla la ceremonia. Elija a alguien que sea del agrado suyo y de su hijo y en quien ambos confíen, alguien que sacrifique el acudir a la ceremonia si su hijo lo desea.
Dé a su hijo su propio espacio
Deje que sea su hijo quien supere, a su propio ritmo, el dolor y afronte su pena, su labor es de acompañamiento. Es probable que el niño no exprese el dolor por la pérdida de la misma manera en que lo haría un adulto, tal vez no llore, pero su comportamiento en la escuela puede no ser igual que antes de la pérdida. El niño que habla mucho puede volverse taciturno, o puede que ni siquiera cambie su forma de ser, es muy relativo; sin embargo, como padres deben estar atentos a cualquier cambio que el menor pueda tener y buscar la ayuda pertinente.
En lo personal considero que la muerte es un evento natural, normal y común, como lo es el nacimiento de un bebé, y es de esta manera que debe ser tratado en familia, sin verlo como un tabú del que no se debe hablar. Los niños son seres maravillosos a la espera de saber más cada día, y familiarizarlos con este evento del diario vivir de un ser humano hace que afronten y superen, con mayor prontitud, este acontecimiento y su carácter se vea fortalecido, a fin de que sea un adulto feliz y sensato.