Cómo criar niños sanos, si crecen en una sociedad enferma

Vivimos en una sociedad profundamente enferma y, con todo, podemos criar hijos que sean sanos.

Oscar Pech

Permíteme comparar dos historias muy interesantes, de un mismo autor, Stephen King. Ambas historias son muy parecidas, pero transcurren en sociedades diferentes. La primera es una novela que en español titularon La danza de la muerte (Pomaire, Barcelona, 1979). En ella hay una epidemia que casi acaba con la humanidad. Lo que nos importa es qué hacen los sobrevivientes: tienen que decidir si se van con el mal o con el bien, mientras la sociedad se reconstruye. La segunda novela se llama Cell (Proceso, México, 2006). Pasa algo semejante: una misteriosa señal emitida por la red de telefonía global transforma a las personas comunes en zombies, y la humanidad se ve diezmada. Lo interesante, nuevamente, es la manera en que reaccionan los sobrevivientes, porque en su historia, el autor nos deja ver que éstos —es decir, nosotros— somos tan poco sociables, tenemos tan poca cohesión social en este nuevo siglo, hay tanta desconfianza entre unos y otros, que muchos se matan entre ellos mismos.

Los valores que le dan sentido a la existencia

Es decir, a mí me llama poderosamente la atención que 25 años después de la primera novela, el autor nos hace sentir en la segunda que la civilización occidental está enferma. Ante una misma posibilidad, él percibe que reaccionaríamos de manera diferente. Lo cierto es que vivimos tan incomunicados por la tecnología, que nos acerca a quien está lejos, pero nos aleja de quienes tenemos cerca, que estamos perdiendo el pegamento social: vivimos en una sociedad que pierde continuamente los valores y principios que por siglos la mantuvieron a flote.

Por ejemplo, hay dos conceptos que, si hubieran sido borrados de la Biblia, la historia de la humanidad habría sido otra, muy diferente, y mucho más macabra: Ambos conceptos están expresados en diferentes partes de la misma, pero están dichos con absoluta claridad por Jesús en dos versículos contiguos, Juan 15:12,13, y son el amor y la amistad:

“Éste es mi mandamiento: Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado.

Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos.”

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A mí me preocupa eso: el ritmo de vida tan acelerado, la búsqueda de la autosatisfacción, la dependencia al entretenimiento tecnológico, todo eso ha enfermado nuestra sociedad y nos ha hecho perder el gozo de la existencia, al grado que muchos padres de hecho se pregunten:

¿Cómo criar hijos hoy día?

La fórmula no es tan complicada. Es simplemente ese “volver a los principios” que sabemos que son correctos. No hace mucho escuchaba a un eminente físico nuclear, Richard G. Scott, quien mencionaba cuatro cosas que nos protegen, y que en realidad son cosas que todos nosotros vivimos en nuestra infancia y que tristemente estamos perdiendo. Te las comparto:

La oración

No solo es una manera de platicar y estar en comunión con Dios, sino una manera de reflexionar, de mirar hacia tu interior y sacar aquello que te da gozo y por lo que agradeces, y de medir qué necesitas y sopesar si en realidad lo necesitas.

Estudiar las Escrituras

Es una mentira creer que no tienes tiempo: si tienes tiempo para alimentar tu cuerpo, por supuesto que tienes tiempo para alimentar a algo tan importante como tu cuerpo: tu espíritu, que también necesita alimento constante.

Tiempo para tu familia

Tus hijos necesitan que juegues con ellos, no porque el entretenimiento sea necesario, sino porque a través del juego convives y los lazos se estrechan, los conoces mejor. Es una extraordinaria manera de enseñarles y transmitirles lo que es valioso para ti, así que cuando hablamos de tiempo de calidad, no hablamos de ver una película juntos, o un ver un partido en la televisión, sino de convivir de una manera agradable.

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Ir con frecuencia a lugares santos

Sin importar cuáles sean tus creencias religiosas, yo creo que es vital que asistas a lugares santos: eso nos da un lugar a dónde recogernos, a dónde hallar paz, a dónde encontrar soluciones y esperanza a los problemas de la vida y enseñarle eso a tus hijos.

El Señor es el Príncipe de paz, y Él nos ayuda a encontrar la paz en este mundo tan confuso. Cuando todo cambia tan rápido, hay cosas que nunca cambian, y que se aplican en todo momento, en todas las vidas. Es en las cosas espirituales que encontramos un impermeable de gran valor para protegernos de las grandes tormentas de la vida. Y si puedes compartir esas cuatro cosas con tus hijos, los estarás protegiendo de esos cambios que ni siquiera imaginamos, y que ellos verán en su vida.

Toma un momento para compartir ...

Oscar Pech

Oscar Pech ha dedicado su vida a la enseñanza, la lectura, la escritura y la capacitación en diferentes partes de la República mexicana. Es una persona profundamente comprometida con la familia y los valores morales.